Cuestión de afecto

Cuestión de afecto

Ema UB

26/10/2022

No es necesario contarte, pero mientras esperamos no veo ninguna otra actividad que nos sea productiva, tanto para ti como para mi. Últimamente se nos da por hablar de muchas cosas que no tienen importancia, en este momento de quietud no incurramos en ello, hablemos de nosotros; si escuchas con la razón, lograrás deducir el consejo, y yo me escucharé a mi misma y no cometeré los mismos errores.

Durante el último año me inmiscuí en una tarea que hoy en día está de moda; leer. Esto no quiere decir que no me dedicara a ello en épocas anteriores, yo leía con frecuencia, leía demasiado, veía en el don de la comprensión uno de los dones más importantes de la vida. Agradecía por la educación recibida, por mis ojos, por la geometría de las letras y por todos aquellos que se atrevieron a plasmar en hojas lo que sus mentes gritaban, ansiando compartir con el mundo sus enfoques. Pero como todas las prácticas humanas adoptadas con desesperación, llega un punto en la vida en el que el colapso es inminente. Eso ocurrió, encontraba en los libros ficción, pasado, rostros muertos, ciencia obsoleta, hipótesis no comprobables, sesgos, en resumen; un total fastidio. Así que, como persona prudente que soy, lo dejé, abandoné la lectura, con ello mi búsqueda insaciable de conocimiento y verdades. Aquel tiempo me dediqué a cualquier otra cosa alejada de los libros, durante aquellos días aprendí muchas cosas, pero algo en mi interior se desvanecía, la desesperación crecía y en las noches el insomnio purgaba mi vida.

Los horrores mentales me llevaron a los libros, me regocijé en sus lomos y volví a la lectura, regresé como aquel perro que se perdió y pasó días de hambre, sed y falta de cobijo. Leí con hambre atroz, perdía la noción del tiempo con facilidad. La mente parecía nutrirse insaciable, pero al terminar un libro; un mundo completo, ni siquiera recordaba el título de la obra, resumía el aprendizaje y no había nada en mi cabeza, como si durante aquellas horas no hubiera sido yo quien leía, como si los ojos dejaran entrar cualquier cosa que se escapaba inmediato por la nuca. Parecía un mecanismo sin vida, sin el don del entendimiento, hasta  me cuestioné si vivía, quizá morí sin darme cuenta. Pellizqué la piel de la mano izquierda, dolió, pero para más seguridad tomé el abre cartas y puncé la carne, la sangre roja pintó la conjetura, la vida se hizo evidente. Vivía, pero mi mente se perdió en algún tramo desconocido, la incomprensión gobernaba mi cabeza y la desesperación crecía.

Corrí hasta el estante, tomé cualquier libro, inicié con un cuento de niños, al terminar no recordaba su contenido, ni siquiera el número en el que terminaba la última página. Crecía el desconcierto, yo era como un sediento que bebe, pero que no puede saciar la sed. Leía, pero mi mente se había convertido en una roca impenetrable. Me sentí acabada, la juventud se esfumaba de mis manos, la ancianidad se hacía presente en mi incompetencia para recordar.

¿Entiendes lo que quiero transmitir?

“Lo único que entiendo es que no se puede hacer algo por demasiado tiempo, aquello socava la mente, aunque la juventud se haga presente en la piel, terminas envejecido mentalmente, cambias de actividad, pero no convencido del cambio, la necedad te hace volver a la comodidad de la costumbre, empero la mente lo sabe, se bloquea, te hace odiar lo que amabas hasta que te decidas a abandonar definitivamente aquello.

Ese es el consejo, cree que lo entiendo, lo entiendo bien, pero tú no eres un libro, yo no busco leerte y releerte para comprenderte. Tú eres mi esposa, mi mujer, mi amada. No quiero comprenderte, quiero vivirte, sentirte, aceptar lo que eres más allá de sí tu filosofía se pega a la mía. No eres mi costumbre, eres mi sangre, no tengo bloqueos contigo, no me siento envejecido por amarte. Lo que hoy tenemos es un mal momento que solucionaremos sin rehuir, sin buscar otros rostros, sin desesperar, porque aquí hay amor y donde hay tal sentimiento ningún problema sobrevive por mucho.”

Tus palabras me conmueven, seguiré leyendo hasta que la mente vuelva a asimilar, seguiré luchando con este mal mental. 

Prometo matar la depresión.

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