Los maravillosos colores que se perdieron hace varias eternidades: Bienvenido al mundo.

Los maravillosos colores que se perdieron hace varias eternidades: Bienvenido al mundo.

Julieta Sarutobi

20/10/2022

Los maravillosos colores que se perdieron hace varias eternidades: Bienvenido al mundo.

Al levantar aquella antigua tablilla de arcilla, los ojos del arqueólogo brillaron casi con lágrimas, pasando su mano por los arcanos símbolos que cubrían la agrietada superficie de dicho objeto, mientras una débil sonrisa cargada de angustia hacía acto de presencia sobre sus resecos labios, comenzando a reír tan gradualmente que ni siquiera se dio cuenta de que lo estaba haciendo.

Sus manos enguantadas pasaron por su rostro cubierto de sudor, llenándole de tierra mientras se entregaba a la risa de manera neurótica, sacudiendo sus hombros de manera frenética antes de finalmente desmoronarse, echando la cabeza hacía atrás.

De golpe sentía que podía descansar, que finalmente podía volver a dormir… ¿Hacía cuanto que no lo hacía? ¿Cuánto tiempo había pasado desde la última vez en que lo había hecho? Con sumo cuidado, apiló aquellas tablillas mientras lentamente emergía desde el fondo de aquella gruta, sacando al exterior cada pieza por separado, envolviéndolas en trozos de tela para evitar el desgaste del gélido aire del exterior.

Una a una, colocó aquellas piezas en el suelo, algo que le tomó al menos al menos cinco minutos, finalmente dejándose caer mientras respiraba agitado, hundiendo el rostro entre sus manos mientras dejaba que la risa volviera a apoderarse de él, finalmente quedando tendido, contemplando el cielo completamente cerrado por espesas nubes grises.

Tras dejar las tablillas en el suelo, estando seguro de que nadie vendría a por ellas, volvió a bajar a las grutas, encendiéndose el improvisado sistema de luces que había colocado para poder trabajar con libertad.

Un largo pasillo se alzaba ante él, donde una gran puerta de roca decorada con lo que parecía ser la imagen de un trono sobre el cual yacía sentado un extraño animal semejante a una cabra con alas.

Solo un empujón bastó para abrirla, permitiéndole ingresar a lo que parecía ser un enorme anfiteatro circular cuyas paredes estaban grabadas con extraños símbolos rúnicos, descansando en el centro de la habitación el curioso altar de una figura humanoide que cargaba una oveja en sus hombros, mientras que frente a él dos siluetas que recordaban a caballeros se arrodillaban delante de la misma. En el medio de las tres estatuas, había una suerte de cofre vacío, posiblemente el lugar donde anteriormente reposaban las tablillas de arcilla que había sustraído.

Con la curiosidad de un niño, se acercó al cofre vacío, como si buscara confirmar que no quedaba nada más por extraer, recorriendo con su mano la extraña runa que yacía en el fondo del cofre, una runa igual a la que adornaba la puerta de la entrada, poniéndose de pié mientras dejaba escapar un pesado suspiro, volteándose a ver las estatuas que adornaban aquel extraño altar. Su viaje había sido largo, extremadamente largo, pero al fin parecía concluir, ¿Verdad? Toda el agua que había corrido bajo el puente, tantos sacrificios, concluía aquí y ahora.

Lentamente se dejó caer, apoyando su espalda en el cofre. Estaba tan cansado, tan exhausto, que justo ahora podía simplemente dormir. Simplemente descansar tal y como no lo había hecho en muy largo tiempo.

-¿Qué es lo que hiciste, hijo mío? ¿A dónde has llegado?- Preguntó una silueta rodeada por un alo de luz blanquecino. Un hombre hermoso, vestido con pulcras túnicas que dejaban caer sobre su espalda una melena de bucles castaños.

-Una vez, cuando estaba perdido, te hablé. Y te pregunté si podías guiarme. Te pregunté por los secretos de la magia, y me guiaste. Me sacaste de la oscuridad, me enseñaste el camino para renovar la fe de los pueblos…- Arrastrándose hasta aquella figura, se postró ante sus pies, removiendo la túnica que los cubría para poder besarlos, allí donde lucía una cicatriz.

No obstante no hubo respuesta. Una gélida brisa golpeó las paredes de aquel espacio circular, haciendo que una a una, las runas que adornaban el lugar comenzaran a brillar, primero en colores rojos, aunque poco a poco aquellos colores fueron mutando.

La mesiánica figura dejó caer su túnica, revelando un cuerpo desnudo esquelético cuyos rasgos sexuales parecían mutar de manera nefasta, retorciéndose y cambiando de manera constante, mientras que una multitud de alas que a su vez asemejaban manos emergían desde su espalda.

-Has venido hasta aquí buscando el verdadero saber. No aceptaste solo entregarte a la fe, tenías que buscar más allá. Los humanos viven quejándose de que Dios no responde a sus súplicas, cuando realmente aquello a lo que deberían temer es a lo que acontece cuando los dioses genuinamente hablan- La voz de la espantosa figura hacía que las luces en que las runas brillaban fueran alternándose.

El investigador entonces retrocedió, frotándose los ojos. No, definitivamente aquella figura no era lo que él esperaba. No era lo que realmente quería ver, había algo atroz en su presencia.

Quiso hablar, quiso protestar. Pero simplemente no hubo manera, su lengua parecía inflamarse adentro de su boca. Impidiéndole decir cualquier cosa, como si la sangre de su taquicardia le estuviera inflamando, haciendo que pudiera sentir el reflejo de su corazón en cada uno de sus músculos.

Mientras se esforzaba por producir algún sonido, se alejó de la cada vez más siniestra figura, arrastrándose como un triste parásito. Las luces que producían las runas eran cada vez más y más fuertes, al grado de empezar a cegarle, alternando sus colores desde el rojo, hasta convertirse en algo que era simplemente irreconocible, como si fueran colores que no podía reconocer, quebrando su mente y haciendo que sus sentidos se sobrecarguen, como si aquello que ingresaba por sus ojos contaminara el resto de su ser. Podía escuchar esos colores, podía sentirlos en su piel filtrándose por cada uno de sus poros y penetrando en su ser, en su lengua impregnando su saliva de un sabor metálico semejante al del óxido, mismo aroma que parecía sentir cada vez que inhalaba.

Su cerebro parecía burbujear adentro de su cráneo, cubriéndose los ojos para intentar no seguir viendo aquellas luces ni a la figura que tenía al frente…

-¿Amadeo? ¿A dónde vas, Amadeo?- Preguntó una voz masculina, casi fraternal, mientras una mano cálida pasaba por su hombro- ¿Estás bien, hijo?-

Cuando finalmente abrió los ojos, pudo ver ante él un panorama cabalmente distinto. Un hermoso día soleado se alzaba ante su persona, con al menos doce personas paradas.

No eran intimidantes, de hecho parecían ser doce personas extraídas de una de esas fotografías familiares que vienen por defecto en los marcos para fotografías. Parecía ser una escena sacada de alguna película, y no solo por contexto.

Las personas parecían ser el cliché de una reunión familiar. Al menos siete adultos, hombres y mujeres de aspecto maduro, mientras que el resto eran infantes que se abrazaban a las cinturas de sus padres.

El cliché de una parrillada familiar nunca había sido tan estereotípicamente inquietante, como una mente colectiva encabezada por aquel sujeto de gafas y camisa amarilla con franjas blancas, parecía conocerle. Parecían esperar a que respondiera, como si de algún modo extendieran una invitación a su persona.

-¿Quiénes son ustedes?- Preguntó con los ojos llorosos, dudando si ponerse de pié.

-Una vez viste al cielo y preguntaste a Dios si la magia existía. Aquí estás, aquí estamos, aquí es donde empieza la magia que estabas buscando- Todas las voces hablaban al unísono, como una sola persona, alzando sus vasos como si le invitaran a brindar.

Todo volvió a tornarse oscuro. Los colores ya de por sí saturados y excesivamente brillantes de la vestimenta de las personas tuvo el mismo efecto que los colores de las runas que había visto anteriormente, haciendo que su cerebro volviera a sentirse como si estuviera burbujeando, arrodillándose para vomitar algo semejante a ganglios carnosos de aspecto insano…

-Una mente omnipresente sigue siendo una mente, y por tanto aún puede enfermarse. Cuánto más avanza el tiempo, más lejano es el pasado. Y cuando empieza a fallar, la mente central vuelve a rescribir sus propios recuerdos, como la memoria de un sueño que se va diluyendo conforme el tiempo avanza.

El tiempo nunca fue una ley, siempre fue el cáncer de la realidad misma. El tiempo es lo que enferma a los dioses, porque el tiempo solo existe porque en el centro del todo hay algo que nos arrastra, la influencia oscura que obliga a la existencia a dirigirse a él.

Y como todo avanza, su mente se ve influenciada. Su mente se está corrompiendo, por eso todo empieza y termina en un ciclo sin fin, cada historia es una verdad abandonada que ha sido dejada atrás por su mente.

Por eso le contenemos. Por eso hemos puesto peaje a su poder, por eso la magia es superstición, por eso la ficción existe. Aislamos de la realidad fragmentos de la forma real de la entidad. Más de diecisiete números perdidos, formas geométricas que nadie podría imaginar, colores, sonidos, texturas. Los crípticos secretos que regulan su poder…- Mientras las voces seguían sonando en su cabeza, extrañas e incomprensibles formas aparecían en su imaginación. Compuestos similares al plástico y al cristal, adoptando formas geométricas que se expandían más allá de las tres dimensiones, vibrando para producir los más extraños sonidos- Y has venido hasta aquí, guiado por la voz de alguien que te exigió libertad. Has venido a ver el auténtico rostro de Dios pero no has venido por el llamado de este. Solo has obrado la voluntad de un tercero, el tumor en la mente de la consciencia principal ha susurrado y fuiste quien escuchó, quién acudió a su llamado.

Desenterraste verdades que otros ocultaron, y esta es tu recompensa. Hasta el final de las eras…- Las imágenes en su mente se fueron dispersando, volviendo a estar delante de aquel singular colectivo de inquietantes sonrisas que parecía componer una familia- Viniste buscando a Dios, pero has encontrado los hilos de la realidad… bienvenido al todo…- La existencia de aquellas criaturas parpadeó, como si por un instante pasaran a tener la forma de indescriptibles siluetas humanoides, ocultas bajo luces con aquellos indescriptibles colores-Bienvenido… al mundo…-

Un sórdido grito se escapó de entre sus labios, mientras se ponía de pié. Sacudió su cuerpo, mientras revolvía su cabello con sus manos… ¿Qué era lo que había desenterrado? ¿Qué secretos había sacado a la luz? Sacudiendo la cabeza, volvió a estar tirado en el suelo de aquella gruta. Las runas ya no brillaban y aquel lugar, parecía tan común como cualquier otro. Una runa arqueológica sin una pizca real de magia.

Cuando intentó ponerse de pié, tropezó volviendo a vomitar aquellos orbes que asemejaban fragmentos de carne, como si su cuerpo se estuviera descomponiendo desde adentro, terminando de rodillas, arrastrándose a la puerta.

Al parpadear, podía ver nuevamente a esa familia. A esas doce personas que sonreían, como invitándole a unirse a ellos, mientras que por otro lado aparecía nuevamente la silueta de cuya espalda emergían manos tal que alas.

Eventualmente estuvo atrapado en medio del conclave y de esa figura, quienes extendieron sus manos…

Bienvenido al mundo…

Tras aquellas palabras, la pesada puerta de la entrada se cerró.

Y mientras eso ocurría, en el exterior, las tablillas de arcilla que se habían extraído de las catacumbas ya no se encontraban en el suelo.

Etiquetas: cuento fantasía

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