Nuestra luna.

Desconocemos su actual naturaleza, pues de alguna manera… Su comportamiento se asemeja al de un humano vicioso de su infinito poder sobre alguien. Es realmente vil.

***

Ha pasado un día desde que osé hablar de ella, la luna, y temí toda la noche de que me fuese a pasar algo. Pero aquí estoy, aún asustado.

Permíteme explicarte. Cierta mañana, nadie recuerda cuál, los jilgueros no recibieron al tímido sol, con sus cantares, y el viento tan violento como suele esperarse, esa vez se presentó amable. Los colores de nuestra fauna no son coherente con el pesimista clima, pero como podrás suponer, también fue diferente y el verde por amarillo, el marrón por gris y los rojos por anaranjados. Todo en su versión marchitada. Todos estos síntomas, y otros más, alarmaron a los sabios. La mayoría de estos demandó que los jóvenes no fueran a clases, y que los adultos hicieran reposo, porque había un miedo que se presentaría en el pueblo y lo más correcto era esperarle hasta que se fuera. Ahora bien, nadie en su sano juicio dejaría de hacer lo que debe porque un viejo con pañales te lo pide. Eventualmente, un silencio invadió cada rincón, siendo así el último aviso. Yo decidí volver a casa con la excusa de tener que presentarme en otro lugar, me incomodaba lo anormal del día, y el aviso de mi abuela vagaba por mi mente. Logré calma para cuando estuve en casa, abrigado del cariño de mi abuela, que muy ansiosa ya me esperaba. Luego… Decidí dormir… Simplemente quería que pasara todo rápido… Pero al despertar, por culpa de un diabólico dolor de cabeza, la luna ya reinaba en el cielo y los seres terrenales, revolcados en el suelo como si un fuego invisible les quemara e hiciera gritar de agonía, rogaban un final. Entonces mi visión se nubló y mis rodillas se debilitaron, mi piel empezó a arder infernalmente y el único consuelo era la tierra fresca. La locura colectiva se hizo conmigo y realicé las mismas danzas de un moribundo… También deseé un final. Pero mi mente, o alma, fue lo suficientemente terca como para resistir el castigo lunar hasta el último segundo. Toda mente que siguiera viva, a pesar de haber acabado todo mal, aún pedían final, mentes traumadas, o almas corrompidas. Con la poca luz que me proporcionaba la luna me las arreglé para intentar buscar a mi abuela, no estaba seguro si la prefería muerta, pero en paz, o viva, en insoportable dolor.

A partir de esa noche la demografía se redujo a quince personas, solamente jóvenes de entre 17 a 25 años. Ninguno quiso hablar, por más que lo necesitase, la irracionalidad de nuestras memorias nos lo impedía. Sentimos la débil calidez del sol, acompañada de una débil esperanza. Solo sería una ilusión pues nada bueno nos esperaría esa misma noche ni las siguientes. Cada final del día el mismo castigo, pero con nuestras mentes cada vez más débiles, era imposible adaptarse a tal dolor de incompresible propiedades.

Para evitar morbosidades innecesarias omitiré detalles acerca de cómo es que aún seguimos cuerdos. Melissa, la más joven, no paró de llorar en la novena luna desde que se sentió abrazada por el sol. No quería dejar de sentirlo. Nos contó que se aferraba a eso cada noche. Entonces mucho antes de que llegara la respectiva luna ella desapareció, pero no fue la única, Ismael también. Pensamos que quizás se trataba de otro intento de escape, lo que nos preocupó y tuvimos que discutir rápidamente quiénes irían a por ellos antes de que llegara la luna… Pues ella no perdona ausencia y castiga con su prolongada presencia extendiéndose hasta lograr total obediencia, gracias a que arrastrándome por la tierra con la frenética impotencia, desgarrador aturdimiento en mis oídos que a la vez conducía dolor en mis encías hasta hacerme sangrar… Encontré a Enric, tirado en el suelo inconsciente. Demoré otro día para volver al pueblo pues me desmayaba cada nada y al despertar sobre mi regurgitación generaba una pereza que disminuyo me velocidad de una manera angustiable porque sabía que mis compañeros apoyaban toda esperanza en mí. Cada vez que sentía que iba a caer pensaba en ellos, y mi autoestima se congelaba de negatividad. Todo esto, no quiero repetirlo. Y no fue necesario porque simplemente aparecieron de la nada momentos antes de que Luna estuviese en su posición culminante, y de nuevo el enfermizo dolor nos conquistó, y ya no nos resistiamos como las primeras veces, resultaba mucho peor, así que empezamos a permitir nuestra mente ser violadas para satisfacerla… Sin embargo aquella noche la congregación admiró a dos personajes que, perplejos al mismo nivel, perduraban parados sin dolor. La niña, Melissa, asustada, con sus finos labios titubeantes, depositó un silencioso mensaje en los oídos de quien, de las manos, se aliaba, Ismael. La misericordia, sinceridad, y generosidad de ellos, nos salvaron aquella noche pues nos compartieron un lascivo secreto, que a pesar de ser efectivo y placentero, no todos estaban dispuestos a hacerlo. Por vergüenza e inexperiencia uno, de los nueve, fui yo. Pero no estaba para caprichos por lo que a la segunda luna, cedí. Cedimos. A ya no solo complacerla con nuestra mente, sino también con nuestros desnudos cuerpos cada noche. Esto como consecuencia logró reducirnos a cinco jóvenes, muy experimentos de los caprichos, e intenciones, de Selena, su actual nombre. No luna, pues se nos acalambra los oídos con tan solo oírlo. Y ahora bien sé, que no se me castigará por lo que escriba, lo que en cierta manera me confunde, pero pongo fin, temporalmente, a esta nueva actividad diaria de la que me aferraré. Hasta pronto.

Sinopsis.

Timor, un pueblo cuya luna traiciona y se rebela ante todos de manera omnipotente y tirana, obligándoles a gemir de dolor hasta que se sustentara. Con el tiempo los sobrevivientes reconocerán la importancia de estudiarla, por hallazgos tan extraordinarios como: que la fuente de muchos severos castigos son consecuencia de revelarle información personal, y hallazgos tan intimidantes como: que ella emplea los ojos y oídos de sus perjudicados. De entre los cuales, Alan, se autoproclama, para sí mismo, como protagonista al iniciar un relato de todo lo que sucede. Y explicará como logran una batalla psicológica y disciplinaria contra la luna. El asunto se agrava cuando en el pueblo aparece cierta noche una mujer cuyos exagerados conocimientos por la comunicación no verbal harán temblar las defensas de los jóvenes, pues aún sin decirle nada a ella, sin querer, descubrirá sus debilidades y se las transmitirá, involuntariamente, a la sádica Luna.

«He estado esperando por un suceso revolucionario que sirviese de causa para el origen de estos escritos… No obstante presiento el fin del todo, que se expresa en un frío sin antecedentes. Por tanto, me veo forzado a iniciar, torpemente, mi primer relato personal. Advierto al lector, o lectora, que no trate de ver las cosas a su propia manera, intente concebirlas tal como yo, o mis compañeros, las hemos vivido.»- Alan D. Bell.

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