Descendí

Descendí

Ema UB

02/10/2022

Descendí más allá del suelo para mirar con mis ojos lo que los cobardes no se atreven a mirar. Lo que los literatos con ociosidad y poca imaginación no se dedican a detallar. Lo que los pintores retratan  a cada pincelada. Más allá de este espejo de cielo azul y tierra, someras veces yerma y otras poco frecuentes verde, vive el alma de alguien más, alguien que sostiene la ficción de vivir o progresar y de morir o descansar. Descendí para mirar, encontré que se trata de la misma historia, lo único que cambió es el antifaz.

A motu proprio me desnudé del alma, el cuerpo es el que tenía que vagar, el alma todavía pura merecía quedarse a dormitar, no mirar. Descendió mi disfraz, por él me conocerán, esa marioneta vacía que vaga sonriendo y fingiendo bondad.

Descendí, los pies se quemaron, no por el contacto, no por el calor, fue por la falta de costumbre, cuando se es nesciente del mundo, la piel se acostumbra a la fantasía de la comodidad. Experimente la visión de la sangre escurriendo por las grietas y pude apreciar el valor del color, cuando se goza de la visión, el color es expresión lacónica.

Descendí, caminé, vi, conocí, comprendí y seguí hasta dar con el alma del mundo. El calor aumentaba, las llagas se acrecentaban, la marioneta se quejaba, pero para esto se hizo el cuerpo; para experimentar sufrimiento. Llegué, lo vi y me arrodillé por el impacto de la brutalidad de la imagen: el alma del mundo agonizando, encadenada en el centro de un círculo lleno de material color fuego. Seres infernales se turnaban para golpear la espalda con látigos, escupirle en la cara y hablar en un idioma poco conocido. La horripilancia de aquellos seres despertaron náuseas; dotados de la capacidad de pensar, no hacían otra cosa que martirizar el alma del mundo y de matarse entre ellos, un salvajismo difícil de tolerar, difícil de explicar. No es lógico maltratar a otro que no sea uno mismo, la autoflagelación tiene respuesta, pero es intolerable la violencia en contra de lo que a uno no le pertenece.

No es suya el alma del mundo.

Descendí, llamé a mi alma y me convertí en locura, así azoté las mentes de aquellos que no saben de su correcto uso, aquellos que no pueden desarrollar la capacidad de pensar y se refugian en la ambición de herir para tener más, molestar para disfrutar, agobiar para reír…

Ellos, los locos, para ellos hay un lugar especial si no pueden recapacitar.

Etiquetas: relatos

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