—Mire, Dire, se olvidaron algo—dijo la portera enarbolando una mochila chica de color indefinido tirando a azul. Eran las 23 de una noche muy fría, ella había terminado la limpieza y yo completaba informes inútiles de los que pide para ayer la burocracia estatal . No le hubiera dado tanta importancia al hecho si no fuera que Agustina insistió. —No parece de la secundaria de adultos. Tal vez se lo olvidó alguno del turno tarde, de la primaria y nadie se dio cuenta. Aunque estaba colgada de una silla en el cuarto salón. Alguien debería haberla visto. Le dije que la dejara en un ropero que oficiaba de armario y que preguntaríamos por el dueño al día siguiente, en horario de clases. —Fíjese qué livianita-—insistió mientras me la pasaba. Era muy tarde para darle tanta importancia. Me faltaba media hora para completar la nómina de alumnos descendientes (supuestamente y lo digo así porque ahora sin ADN no se sabe) de pueblos originarios para que el gobierno les diera una beca y material didáctico ( tal vez como limosna por el mérito de sobrevivir a tantas masacres). Bueno, me estoy yendo por las ramas. El asunto es que me la dio y constaté que no tenía el peso ni la cara de las mochilas comunes de mis alumnos. —Bueno, vamos a abrirla para ver si aparece el nombre en alguna carpeta. Tratá de recordar bien en qué banco la encontraste así será más fácil identificar al dueño y avisarle, en caso de que no haya datos adentro. —Lo del banco no es aclarador porque, salvo una alumna, el resto se acomoda a medida que llega y cambian de posición todos los días. La punk de pelo azul es la única que se sienta en el primero junto a la ventana. Agustina abrió la mochila y la vació sobre el escritorio. Ustedes no van a creer lo que tenía: un perfume Internacional, Vía Valrossa por la mitad, un desodorante en barra Old Spice, un peine, un gel para peinar Sir Fausto, un jabón de tocador Nivea, una pequeña toalla, un espejito, una bolsa plástica con un calzoncillo adentro. Nos miramos las dos sin entender. Era evidente que el propietario era un adulto varón mayor. No pudimos hacer ninguna hipótesis poque se trataba de un hallazgo desopilante y era entrada la noche. La tiramos al fondo del placar y decidimos resolverlo al día siguiente. Sin señales de identidad , dejaríamos que alguien la reclamara. Tres días después ninguno vino a decir que se había olvidado la mochila. Con Agustina nos reíamos e intercambiábamos miradas cómplices. Al cuarto, apareció la muchachita de pelo azul (la única que se sentaba en el mismo banco todos los días) diciendo que su amigo había olvidado la mochila y que la necesitaba . Se la negamos. Que venga el dueño y antes nos diga qué hay adentro, de lo contrario no podemos saber si le pertenece. Se fue dejándonos una mirada agresiva y desafiante. Nosotros esperábamos el momento en que el muchacho o señor viniera por ella porque sabíamos que se trataría de una situación ridícula y divertida. El quinto día, viernes, quince minutos después de que empezara la clase apareció un muchacho morocho de remera azul , jeans gastados y de aspecto bastante desprolijo para el ámbito escolar. Me llamaron la atención sus manos de formas finas pero resecas y callosas. —Para saber si es tuya necesito que me precises lo que hay adentro porque me arriesgo a que mañana venga otro a reclamar El chico bajó la mirada, como el que siente miedo y vergüenza ante sus censores, y se puso a enumerar los objetos —Y vos , por curiosidad ¿A qué venís a la escuela? ¿A conquistar? No hay un cuaderno, ni una birome, ni un libro. ¿Te parece esto una mochila escolar? Agachó más la cabeza, se sentó frente al escritorio sin que lo invitara y ,después de un largo silencio me miró de frente y me dijo: —Sabe, Dire, soy albañil. Vengo del trabajo por eso llego tarde. A nadie le digo que concurro a la escuela porque se burlarían. Hay cosas que los otros muchachos no entienden. Hacer la secundaria es ser presumido, tener una compañera punk de pelo azul, ni se imagina. Ellos no entienden, tienen familia y apenas terminaron la primaria. Que yo quiera seguir después la universidad es cosa de agrandados según ellos. Por eso mi novia me trae en otra mochila mis útiles. Es la de pelo azul que vino hace unos días que carga con dos mochilas. Antes de entrar a clase paso por el baño y me hago unos retoques para estar a tono .No puedo bañarme pero con el pelo mojado , el desodorante y alguna ropita que me cambio estoy como los demás o lo parezco. De reojo vi que a la portera se le humedecieron los ojos y le pasó la mochila. —Está bien, es tuya. Andá no más. Espero poder darte el título este año—le dije. Me temblaba la voz

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