Por la ventana

Voy mirando por esta ventana, llena de paisajes, lugares inhóspitos, sendas quebrabas, si lo sé!, vaya que este trabajo mío, un pasatiempo se volvió, recuerdo mi antiguo centro laboral lleno de computadores y teclados, un ambiente arduo y pesado, aún escucho a mi exjefe Juan, lidiando con las metas mensuales, o a Lucia; la secretaria quien a su modo de ser funge de una carcelera impulsiva orientándonos a todos a cumplir los quehaceres, y como no olvidar a Niko; el arquitecto rockero, vaya sin en la diversión no estaba garantizada, más al fondo al costado de una columna, se encontraba kelychin, divertida ingeniera, la cual con sus anécdotas nos robaba una sonrisa, alguna vez la bautizamos cómo la «señora de los ratoncitos» o «la atormentadora de vizcachas», aunque muchos la envidiábamos, el hecho de haber vivido en el campo le inspiraba una frescura y su sola presencia era una inyección de humor, por allí siempre estaba Franco, «el 18», según él era un androide, por lo que su autodenominado apodo era por demás descabellado.

Pero así es la fauna silvestre de la oficina, un hábitat solo para los capaces, y como para los compañeros con padrino, como el buen Richard y Catalina, los últimos en llegar y los primeros en irse. Vaya que hable de todos, pero me olvidé de describirme a mi mismo, en fin, me sentaba frente a la ventana, no sé por qué, pero cuando me presente, me apodaron «bull», vaya clase de compañeros, rara vez decían mi nombre, pero cuando teníamos una misión nos uníamos todos.

Como cuando llegó aquella tarde de otoño y celebramos el día del trabajo, alguien nos jugó una broma y con fotomontajes nos llamaron la unidad especial «los indestructibles», vaya creo que más éramos los «orejones» o los «ojerosos», esa gente no dormía.

Podía escribir tantos relatos y tantas historias, aún los recuerdo mientras viajo por este bien bus, hacia mi nuevo destino y quizás, quien sabe que nuevos y locos compañeros volveré a tener.