De profesión: feliz

De profesión: feliz

MMMH

15/09/2022

He pasado por algunas empresas, la que nos explotaba hace treinta años, no era un mal sueldo para lo inocentes que éramos. Descubrimos, tarde pero lo descubrimos, que cuando la nomina nos la daban en mano, ese mes no nos habían dado de alta en la seguridad social. No cotizamos, ¿y ahora? pues ahora ese tiempo lo perdimos, como perdimos la opción al silencio hace mucho tiempo. Empecé a trabajar en una empresa inmobiliaria y todo era dinero, sueldos muy buenos a todos los niveles, eso y mi juventud hicieron que renunciara a mi sueño, o al menos que me olvidara de él. De pronto la traca final, me despedí del ladrillo tan rápido como había venido y a otra cosa mariposa.

Llegó una ingeniería que me abrió los brazos, teléfono móvil, ordenador, horario a tu ritmo, y aprender miles de cosas nuevas, pero no me olvidaba de mi sueño. Seguía ahí latente, esperando en el bordillo de mi acera. Todo lo que hacía lo hacía bien, muy bien incluso, pero nadie me agradecía nada, los clientes estaban tan contentos conmigo que abrían nuevos contratos con la empresa. Pero había algo raro, tuve esa sensación de que yo no encajaba en ese lugar y así fue. Pronto aquella maravillosa empresa se convirtió en anodina y yo en uno más de sus esclavos números, día a día me levantaba sin ganas de participar en aquella basura, escuchaba como mis compañeras y compañeros se quejaban de sus vidas entre aquellas paredes. Me cansé de tanta hipocresía y un día me senté delante de mi delegado y le expresé lo frustrado que estaba. Me miró tan falso como serio y me hizo la pregunta del millón, ¿por qué? él sabía perfectamente el motivo, pero le cargué con mis quince años de contrato indefinido y me fui sin derecho a nada.

Yo sabía lo que deseaba, ser feliz y me encaminé a ello. tuve que esperar un poco más. En cuanto dejé esa multinacional fétida me contrató una empresa local y de nivel nacional que se convirtió en mi casa. Cuando mejor estaba se cruzó en mi camino una pandemia. Confinamiento, mascarillas, higiene a tope y vacunas. Y sí, eso trajo la felicidad a la puerta de mi casa. «SE NECESITAN PROFESORES» mi sueño llegó y yo a él con una excedencia en la mano, lo abracé con ganas después de tantos años esperando.

Ahora, transcurridos unos años de profesor y muchos más de trabajo reconocido y no reconocido soy feliz. Ahora casi al final de mi vida laboral. Soy profesor y feliz. Aquí he aprendido que esto es duro, que no es una profesión fácil, que no está bien pagada. Pero, ¿buscas dinero? o ¿buscas ser feliz en la vida? Aquí me he dado cuenta que la verdadera felicidad es hacer el trabajo que te gusta y verte recompensado por ello. Y no, no me lo recompensa la empresa con una buena nomina, no, eso no ocurre aquí.

Me lo recompensan ellos, esos cientos de chicas, chicos, y chiques que se miran en sus profesores y profesoras como en un espejo. Esos proyectos de personas adultas que lloran al final de un curso, esas personitas a las que les has tocado el corazón en miles de clases, porque como siempre doy más de lo que me piden, no solo les doy mi materia, les doy vida, les abro los ojos, les enseño lo grandes que son y lo gigantes que pueden llegar a ser, aunque en su propia casa oigan eso de “eres cortito o cortita” «tú no vales pa eso» «deja de soñar» o «baja de las nubes». Porque hay algo claro en esta vida, el tiempo no se detiene, pasa, y pasa para todo el mundo, para mí y para esas chicas, chicos y chiques que han compartido con sus profes sus ratos buenos, malos e incluso sus vidas, esas tormentosas vidas de adolescentes que casi no son capaces de entender. Ellas, ellos, elles son la palmadita en la espalda que tanto añoré en otros trabajos. No soy fijo, no soy funcionario, no tengo un gran sueldo, ni es un trabajo cómodo. Pero soy feliz, soy: PROFESOR.

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