Leo por enésima vez las palabras escritas en un folio ya arrugado de tanto plegarlo y desplegarlo. Deslizo los dedos por tu inconfundible caligrafía, esa que es un misterio para todo el mundo excepto para mí, y alzo la vista. «Te espero en Londres» susurro mientras observo la silueta del Tower Bridge. Una sonrisa se dibuja en mi rostro al imaginar tu expresión de felicidad al volver a verme. De pronto, la luz del alba rompe Tower Bridge, abro los ojos y solo queda tu carta entre mis dedos.

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