Olor a cúrcuma, a jengibre, a canela. Arena y sol justiciero. El arte en su grandiosidad. Eso es, para Elena, Petra: su sueño. Cuando aquella tarde aburrida de sábado, Sandra la llamó para proponerla viajar allí juntas, agradeció a todos los dioses la bendita oportunidad; su amiga se ocuparía de la organización. Impecable.
Ante la pantalla de vuelos, Elena busca Amam, y Sandra encuentra Atenas:
– Y desde allí, directamente… a Creta.
Se giró al escuchar un golpe seco: Elena yacía en el suelo.
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