Nací para trabajar.

Nací para trabajar.

Milagro Guillen

21/07/2022

Carajo, lástima que vine a caerme hace cuatro años y ahora andar con este garrote, porque sino, no me parara nadie para hacer mis ventas, porque yo así tenga noventa años no me siento vieja; ni me quiero morir todavía.

Estoy trabajando desde que tenía siete años  me iba a pie pa Calderas con mi hermano Juan a vender leña pa ayudar a mi viejita que Dios la tenga en la gloria; yo no era pendeja, si no vendía la leñita le decía a las señoras de las casas: déjeme lavarle los corotos  y barrerle el patio pa que me dé alguito pa llevarle a mi mamá y así lograba llevar comida a la casa y cuando me daban esas peroladas de huevos y carne o pescado seco le decía a mi hermano vámonos,  Corra que se nos hace de noche.

Al día siguiente me levantaba tempranito y agarraba las vasijas de taparo pa tráele agua a mi mamá del chorrito pues cuando eso no había agua por tuberías, me iba corriendo y cantando, pero yo era mala si llegaban más chinos a buscar agua y me medio miraban feo les metía un solo pellizco y salía corriendo. Al rato llegaban los papás a acusarme y yo salía corriendo pa donde mi tía Rafaela y le decía a mi primo Pedro, escondame primo que viene mi mamá a pegarme; mi primo abría un saco y me metía hasta que mi mamá se iba diciendo: donde estará esa lamprea? 

A los 15 años estaba cansada de tanto trabajar y conocí a un viejo trujillano de cuarenta y cinco años que me ofreció matrimonio y yo le dije a mi mamá déjeme casar para ver si me mejora la situación y me casé y el viejo era muy celoso y me daba mala vida, me corría a cuchillo y todos los años paria un muchacho hasta que tuve once y un día llego a ofenderme y cansada me le enfrenté y lo deje y me dijo con que vas a mantener a los muchachos y le dije ese no es su problema yo veré. 

Y ahí comenzó el verdadero trabajo me iba a las tres de la mañana al matadero municipal, compraba cinco Mondongos de cochino con sangre y asaduras llegaba a la casa me cambiaba y comenzaba a desentrijar las tripas para lavarlas, le sacaba bien la surra las lavaba con bastante agua y las volteaba con un palito fino y les colocaba buen limón, toronja o graifu. Para luego cocinar cinco kilos de arroz en una perola grande de aluminio y en un perol las asaduras. Luego comenzaba a picar los aliños bien pequeñitos pa que no rompiera las tripas al rellenar y también picaba parte de las asaduras. Después revolvía todo eso; el arroz,  los aliños, la sangre y el picadillo de carne de asaduras y comenzaba a rellenar y a meterle buena leña al fogón para cocinar la morcilla después de rellena.

Ya cocidas las colocaba en una cuerda o en un garabato de palo pa que escurrieran por si no habían botado el agua al puyarlas con un alambrito, ahí se me llegaban las tres de la mañana otra vez, Veinticuatro horas sin descansar y con la escasa ayuda de mis chinitos los más grandes y los más pequeños los amarraba en un mueble para que no se me fueran a quemar al acercarse al fogón. Me acostaba y dormía dos horas porque a las cinco de la mañana me paraba a fritar para luego envolverlo en hojas de cambur y amarrarlo con cascarones pesados de un kilogramo y de medio kilogramo y me iba con una caja en la cabeza para la ciudad de Barinas a venderlo y venía regresando a las nueve o diez de la noche de cola con amistades que ya me conocían y con una bolsa de pan y un pote de leche nido de dos kilos pa mis chinitos quienes se contentaban mucho al verme de regreso.

Así levanté una familia de doce porque después cansada y buscando ayuda tuve dos hijos más. Pero no me arrepiento mis hijos estudiaron y cada uno tiene una profesión u oficio. El mayor es técnico en hidrología y le pagué sus estudios en el Amazonas, el otro era ingeniero agrónomo estudio en la Universidad de Barquisimeto, tengo dos Sociólogos que son profesoras, la otra era enfermera ya está jubilada; hay jardineros, mesoneros, cocineros, albañil y obreros. Pero, me esmeré para criar a mis hijos, ya mis hijos están viejos y enfermos casi todos con azúcar en la sangre, nunca le puse un padre a mis hijos para que me les diera un coscorron. 

Fueron ocho varones y cuatro hembras; pero esa enfermedad ya se llevó a tres y el número once que nació muerto porqué buscando leña en la quebrada me resbalé embarazada y se estranguló una hernia que tenía en la pata de la ingle y cuando me llevaron al hospital ya era tarde mi chinito estaba muerto y era grandote y blanquito y bonito. 

Fue una vida de trabajo duro pero eso me enseñó a echar pa’ lante cuando lograba reunir plática me iba para la isla de Margarita a comprar ropa para vender y aquel entonces se vendía mucho el whisky y los cigarros y también traía, yo no sé ni la o por lo redonda pues soy analfabeta pero eso no me impidió trabajar, ni viajar pues yo me las arreglaba para sacar mis cuentas y no se me olvidaba las direcciones ni me perdía por ningún lado y así enseñe a mis hijos a salir pa’ lante, a hablar duro porque yo no yo los crie con leche prestada,  hoy puedo decir que estoy agradecida con Dios por los logros que alcancé y todavía me gusta bailar y cantar, pero ahora ya casi ni veo, ni escucho. 

Siempre le digo a mis hijos cuando yo me muera me ponen música que a mí me gusta lo alegre.

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