-¿Así qué me vas a raptar?

       -Si

       -¿y de que’ vamos a vivir?

       -De amor – me reí y pellizqué una de sus tetas.

       -¡En serio te digo! 

       -Voy a trabajar. 

       Le dí un beso en los labios y la penetré. Alicia arqueó la espalda y gimió. Hace tres meses nos pusimos de novios y no dejábamos de hacer el amor.  

       Empecé a trabajar en Pedidosya frente a una tienda de comidas rápidas. La moto la compró papá. No iba a tener obra social ni aportes para la jubilación. En el local había muchos como yo. Uno de ellos, Mariano, me contó la vez que  le robaron la moto a mano armada. Con el susto se hizo pis encima. Por suerte no lo hirieron. El seguro le pagó menos de lo que valía la moto. Consiguió trabajo en un mercado chino donde hacía de cajero, repositor y de niñero. Apenas consiguió ahorrar lo que le faltaba renunció.

       -A la mierda con estos chinos explotadores, por lo menos con este trabajo soy libre -sentenció Mariano.

         Los días de más laburo era cuando llovía. Creo que hay una relación con la lluvia y las ganas de comer hamburguesas. En esos días las calles estaban más resbalosas. De cualquier forma, para sacar buena plata tenía que trabajar como ocho horas al día y a veces doce. De domingo a domingo. No me quedaba otra que estar encadenado todos los días a la moto.

         A veces con Alicia discutíamos. Ella me pedía plata y más plata. Decía que era mi obligación, que tenía muchas cosas que comprar. Yo la escuchaba con ganas de mandarla a la mierda. Cuando se ponía así era un águila comiéndome el hígado. No hacíamos el amor como en los primeros meses. Ella a veces se sentía mal y yo llegaba cansado. Lo único que quería era bañarme, comer y dormir.

        En un día nublado Alicia tenía un turno con la obstetra. Antes de ir a trabajar la dejé en el hospital. Cuando llegué al local de comidas rápidas estaba lloviendo, y mis compañeros iban y venían. Mariano me dijo que tuviera cuidado.

        En mi último viaje tenía que llevar dos cajitas felices a unas veinte cuadras. Cuando estaba llegando sentí que la rueda de atrás resbalaba. Sostuve el manubrio con fuerzas pero no sirvió de nada y me estrellé contra un árbol. Tenía puesto el casco, sino, no la contaba. Apenas unos magullones en las piernas y dolores en el cuello. Nada que un baño y una aspirina no pueda solucionar. Me fijé si la moto arrancaba. Arrancaba. Dejé el pedido como estaba y me fui a descansar. Mañana iba a ser otro día laboral. Y pasado sería otro.

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