Sex-ploitation

Sex-ploitation

Bochi Rutigliano

10/07/2022

Durante la pandemia tuve que reconvertir mi trabajo. Había abierto un cabaret que estaba emplazado en pleno centro de la ciudad y nadie concurría por miedo al contagio.

Durante unos meses quedé atornillado a la silla sin saber qué hacer, pero luego se me ocurrió una idea que funcionó. Como todo era teletrabajo también decidí experimentar en ese rubro.

Fue entonces que inventé una plataforma virtual para que mis clientes puedan satisfacer sus propósitos sexuales. Así nació: “Sex – ploitation”.

Siempre supuse que la gente que venía por sexo a nuestro Puticlub lo hacía porque estaba sola. Buscaba “un poco de amor francés”.

Las personas que tenía contratadas hasta ese momento no podía re convertirlas y entonces tuve que hacer un casting en donde involucre actores, ajedrecistas, ciclistas, paseadores de perros y profesoras de yoga.

De tantos maestros del habla que pasaron por: “Sex – ploitation” me quisiera referir al mejor, al inolvidable, al inigualable: Tony Ventura.

Era un señor bajito que vendía chucherías en los colectivos. Siempre sus relatos comenzaban con el ya clásico: “para la cartera de la dama o el bolsillo del caballero” y luego avanzaba con una retórica patafísica gracias a la cual creaba la necesidad de llevarse cualquier producto. Sostenía que los mortales no podemos vivir sin la ficción y él les daba lo que solicitaban.

En “Sex – ploitation” se quedaba hablando horas con los clientes y yo facturaba como loco. Siempre tenía la frase justa para consolar viudas o acompañar a enfermos terminales que necesitaban una palabra de aliento. Lo que hacía Tony se parecía mucho a un “servicio social”.

Cuando lo entreviste me dijo que desde chico entendía el alma humana. Su madre le leía pasajes bíblicos y luego fue hurgando en la biblioteca del barrio otros autores como Kafka, Freud y también Hemingway. De hecho, decía que utilizaba el método Hemingway para atender el teléfono. Es decir que antes de trabajar se tomaba dos mojitos y listo el pollo.

El estilo de Tony no era estrictamente pornográfico sino todo lo contrario. Había entendido a la perfección lo que le pedía la gente y les ofrecía un menú completo. Les hablaba de arte, de cine y sobre todo había inventado un juego gracias al cual terminaban escribiendo un poema a dos manos. La cosa funcionaba como una especie de “cadáver exquisito”; es decir: alguien ubicaba una frase y el otro la continuaba. Allí no solo se mezclaba lo literario, sino que esto daba paso a compartir experiencias de vida. La tragedia viva de todos los días así compartida habilitaba un nuevo surco. Algo espiritual que los salvaba de los males de este mundo escatológico.

Cuando una clienta o un cliente se quejaba de su trato, Tony me decía: “deja que la aspirina comience a trabajar”. Y nunca fallaba.

Sin embargo, en su último día de faena me describió una escena que le impidió continuar con este juego. Una clienta le había dicho que a medio vestir había sacado el tacho de la basura y se le cerró la puerta de la casa. El covid, la basura en la mano y el destierro le parecían un combo insoportable. Había quedado afuera. Allí Tony no supo más que decir y su silencio mortuorio solo aumento la angustia de la usuaria.

Esa escena lo atravesó y no pudo seguir con mi proyecto.

¡ Sex – ploitation ¡ fue una experiencia increíble. Lástima que no estábamos preparados para soportar tanta muerte.

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