El frío invernal cubría la ciudad. Todos en la fábrica hablaban
sobre las vacaciones y sus planes familiares,estaban muy emocionados.
Zara compartía esa emoción, pero ella no pensaba celebrar por todo lo alto. Ella quería ahorrar, al igual que su novio Andrés, para
poder casarse. Ese era su sueño.
La fábrica era de componentes electrónicos: memorias, placas base,
monitores… En resumen, todo lo que necesita una máquina para
funcionar. Aquí, Zara y Andrés se encargaban de la reparación de
componentes dañados.
A principios de diciembre el supervisor se acercó a la pareja, que
estaba trabajando, y los llevó a su despacho. La sorpresa fue mayúscula
cuando este les ofreció un aumento de sueldo, a cambio de
que aceptasen un cambio de puesto. A partir de entonces pasarían de
reparar simples componentes a arreglar máquinas completas. Aunque su
supervisor se negó a explicar la razón de este cambio, ambos
agradecieron el aumento.
Así continuaron hasta el día de Noche Buena, en el que celebraban una
pequeña fiesta para los trabajadores, en la que disfrutaban mucho.
Todo iba bien hasta que el presidente de la fábrica inició su
discurso. Agradeció a todos su gran labor e informó que todos los
trabajadores del departamento de montaje abandonarían sus puestos ese
mismo día. A
continuación anunció que en el departamento de montaje iban a trabajar
unas nuevas máquinas mucho más eficientes, las que la pareja había estado arreglando y preparando.
La fiesta se convirtió en una amarga despedida, en la que todos se sintieron muy tristes por los que perdían su empleo.
Cuando después de las fiestas volvieron a trabajar a la fábrica, ya no era lo mismo. Sobre los trabajadores se cernía una sombra de inquietud, no sabían si ellos serían los siguientes en irse. Observaban a Zara y Andrés con un cierto temor y solían preguntar a menudo sobre las máquinas que tenían que preparar.
Zara y Andrés volvieron a recibir una notificación de que debían ajustar nuevas máquinas poco después de volver de vacaciones. Estas eran grandes y grises al igual que las de diciembre y tenían unas compuertas sin función aparente. También generaron mucho revuelo en el personal, que ya se temía un despido inminente.
Esta vez Zara prestó mucha más atención a las máquinas, revisaba y comprobaba sus circuitos y características. Al final de cada jornada podía describir detalladamente cada una de las máquinas, todas eran muy parecidas, excepto una. Esta era pequeña y simple, no sabía su verdadera función.
Todos estaban asustados, excepto Zara, Andrés y Alberto; el conserje. Alberto era un hombre anciano que se dedicaba a limpiar, siempre tenía una sonrisa en la cara y todo el personal le tenía aprecio. Su función era insustituible.
El destino quiso complicar las cosas el día 1 de febrero. La pareja había anunciado su boda, que se celebraría en San Valentín, e invitaron a todos sus compañeros. La noticia hizo que todos se relajasen, pero la alegría no duró mucho porque el presidente dió un anuncio importante:
Era lo que todos se temían, el departamento de empaquetado fue despedido para ser sustituídos por máquinas. El presidente pidió a todos los exempleados que lo acompañasen a una sala, cosa que desconcertó todavía más.
Para sorpresa de todos, también llamó al anciano conserje para dirigirle unas palabras en bajo. Alberto paró de sonreir y las lágrimas comenzaron a caer. Fue despedido. En su lugar estaría la pequeña y simple máquina.
Unas horas más tarde terminaron la jornada. Zara supuso que los del departamento de empaquetado ya se habrían ido, pero no se esperaba ver que las luces del armario de Alberto seguían encendidas. Por un momento pensó en entrar y mirar, pero se detuvo pensando que el anciano quizá seguía allí.
Muy poca gente acudió a la boda, solo algunos familiares y algún que otro compañero, pero ninguno de los despedidos. La pareja supuso que aún estaban resentidos.En los meses siguientes casi todos los empleados fueron sustituidos por máquinas, incluso los supervisores de los distintos departamentos. Los únicos humanos eran Andrés, Zara y el presidente.
En diciembre lo inesperado sucedió: Andrés fue sustituido por una máquina. Él fue a recoger sus cosas y Zara decidió esperarle, pero tardaba mucho. La joven fue a buscarlo, miró por todas partes y no lo encontraba. Pasó frente al antiguo armario de Alberto y la luz estaba encendida, esta vez entró:
Cerca de la puerta pudo ver que la ropa que llevaba Alberto el día que lo despidieron estaba meticulosamente doblada. Al fondo se encontraba la pequeña máquina sustituta, parecía apagada, pero esta se giró hacia la puerta lentamente, dandole la sensación a Zara de que la estaba observando.
Salió corriendo de allí. Se metió en un almacén y cerró la puerta tras ella. Más tranquila encendió la luz para encontrarse con un panorama escalofriante: toda la ropa de los exempleados estaba doblada y etiquetada.
Zara salió del almacén abrumada, tratando de buscarle un sentido a lo que había visto, cuando sintió un toque en la espalda. El susto se le pasó al ver que era el presidente. Ella le preguntó por Andrés y él le indicó que estaba en su despacho.
Al llegar, Zara no vió a Andrés, solo estaba su sustituta, la máquina. Ella no entendía, hasta que vió la ropa de su marido doblada y etiquetada. Vió que una de las compuertas de la sustituta tenían sangre. Entonces comprendió lo que iba a pasar mientras el presidente se acercaba a ella con sus inquietantes ojos metálicos, abriendo sus propias compuertas.
Abrió los ojos. Su novio y compañeros la rodeaban preocupados. Zara se había caído porque una máquina de limpieza que acababan de recibir había dejado el suelo húmedo. El presidente incluso había bajado de su despacho para patear a la máquina y comprobar como se encontraba Zara.
Ella supo que había estado soñando, pero justo al levantarse notó que los ojos del presidente, quien estaba furioso hablando por teléfono con los vendedores de la máquina limpiadora, eran extraños… como si fuesen metálicos.
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