EMMA

La capucha del forro polar me cubre la cabeza, pero el frío me sigue golpeando con fuerza en la cara con cada paso que doy provocando una incómoda sensación de abrasión en los roces y cortes que tengo.

Llevamos demasiado tiempo caminando desde que nos adentramos en un terreno de interminables páramos agrestes de suelo congelado y meandros. El paisaje es desolador.

—Moriremos aquí.

Jessica verbaliza el pesimismo que nos embarga a todos en estos momentos. El cansancio y los golpes sufridos hacen resaltar la fragilidad de un joven y bello rostro que no puedo evitar que me enternezca. No me imagino que ha podido hacer para acabar aquí.

—Tú ya lo habrías hecho de no ser por mí.

El apunte de Eva no me molesta tanto como la soberbia que utiliza para recordármelo.

—Y si sigues hablando tú serás la primera en hacerlo.

La amenaza de Damien a Jessica detiene la marcha y atrae la atención de todas las miradas. Algunas como la de la propia Jessica o la de Vera son temerosas ante él y las entiendo. El miedo que provoca no está causado por la violencia de sus palabras sino por su juventud. Da escalofríos pensar que un muchacho que no sé si tendrá la edad suficiente para comprar bebidas alcohólicas puede esconder un lado tan oscuro.

—No te atrevas a hablarle así.

Pero no todos lo temen. Michael aprovecha su intento de amedrentamiento para alimentar su enfrentamiento. Ese mismo que pude intuir cuando los conocí y que se inició en el momento en que asumimos que éramos los únicos supervivientes y tuvimos que tomar las primeras decisiones.

Ellos son los únicos hombres de esta expedición y ese ego los hace querer el liderazgo a pesar de la notable diferencia de edad existente entre ambos. Todo apunta a que esta travesía acabará con uno de los dos muerto a manos del otro. Lástima que sea Michael el que tenga todas las papeletas debido a su actual y malogrado estado.

—No malgastemos energías en discusiones inútiles… —apelo a una diplomacia que sé inexistente—. Las necesitaremos para seguir con vida.

El silencio escéptico de todos me demuestra que no me creen y no los puedo culpar. Estamos en medio de ninguna parte.

—No pienses ni por un momento que estás al mando por lo que pone en tu abrigo.

Que la mejor arma que tenga para hacer frente a Damien sea la paciencia no es una buena noticia, pero empeora cuando su advertencia encuentra el respaldo de Michael en la mirada recelosa que me dedica.

—Emma tiene razón. Tenemos que seguir caminando.

Katherine, para sorpresa general, sale en mi defensa.

—¡Vaya, vaya!

Pero su noble intención hace que Damien, olvidándose de Michael y de mí, se acerque a ella. Cojea, pero lo hace sin mostrar síntomas de dolor lo que me hace pensar que su lesión no está causada por el accidente.

—Me encanta tu acento…

Katherine ronda los cuarenta y posee una de esas bellezas frías a las que ni su actual aspecto lastimado consigue afear. La sofisticación que desprende a pesar de ir vestida como los demás la presenta como a una de esas mujeres que sólo con verlas se sabe al alcance de muy pocos hombres.

—Ahora ya sé cómo sonarían tus suplicas.

Certeza que alimenta el comportamiento del chico y que me hace estremecer al ver como se relame imaginando la escena. Es asqueroso.

—No te equivoques…

Pero algo inesperado ocurre. De todos los desenlaces que podía haber pensado, la cara descompuesta de Damien me descubre el único que jamás hubiera considerado. Katherine, la misteriosa mujer que sólo había abierto la boca para decir su nombre desde que nuestros destinos se unieron, retuerce con macabro placer las partes íntimas de un depredador que se ha convertido en su presa.

—Yo no soy otra alma asustada con la que puedas jugar, vaquero…

El tono duro que usa para imitar su acento americano le da mayor sordidez al momento.

—Y una vez que lo hemos aclarado, sigamos adelante. Tenemos que encontrar un lugar donde poder refugiarnos del frío.

Nadie se atreve a contradecirla y Damien, rabioso y herido en su orgullo, reacciona de la única manera que lo puede hacer un adolescente humillado: es el primero en reanudar la marcha.

—Me gusta.

La tensión vivida desaparece en favor de la monotonía de una huida desesperanzada y yo me apuro a seguir los pasos de los demás tras escuchar la nueva opinión de Eva.

Los minutos pasan y las bocanadas de aire que se me escapan por culpa de cada esfuerzo que hago me producen molestos dolores en los pulmones y convierten mi aliento en un vaho tan denso que nubla la visión de mis acompañantes por momentos. Pero sé que no soy la que peor lo está pasando; la cara de Michael, apoyado sobre Vera, anuncia que si no tratamos mejor la herida que tiene en el abdomen morirá pronto.

—¿Dónde está?

El pánico de Jessica nos vuelve a detener.

—Se avecinan problemas.

Evito alimentar el protagonismo que tanto reclama Eva y me centro en la inquietud que se ha apoderado del grupo y a la que me sumo tras comprobar que se refiere a la repentina ausencia de Damien. Ojalá tuviera en la mochila algo más que las botellas de agua y las vendas del botiquín que pudimos rescatar de entre los restos, algo útil con lo que defenderme de él.

—He encontrado algo…

Reaparece con la que entiendo como una buena noticia por el entusiasmo con que la dice, pero nadie se relaja con su regreso.

—Tu refugio.

La sospecha de que haya tramado algo para vengarse por lo sucedido ronda por mi cabeza al oír la manera en la que se dirige a Katherine, pero ella, demostrando que no le tiene miedo, decide ir a echar un vistazo al desvío de donde viene.

—Esa tendrías que ser tú.

Eva tiene razón. Soy consciente de que la ropa que llevo puesta indica que debería de ser yo la que tomase ese tipo de decisiones, pero no estoy interesada en iniciar un conflicto con Katherine y mucho menos después de lo que he visto que es capaz de hacer. No quiero tenerla como enemiga.

—¿Cómo estáis? —busco entablar conversación con el matrimonio mientras esperamos.

Si no quiero depender de Eva para sobrevivir en este lugar voy a tener que buscar aliados, y Michael y Vera, a pesar del estado de él y su actitud para conmigo, parecen la mejor de las elecciones.

—Estamos bien.

Michael refrenda su desconfianza. La animadversión con la que me responde tras separarse de su mujer es la señal inequívoca de que no quiere mi ayuda. Entiendo que alguien como él pueda confundir mi interés con preocupación. Y siendo así comprendo su rechazo. Sabe que para un hombre en su estado y de su edad, estoy segura de que pasa de los cincuenta, la condescendencia es el paso previo a ser abandonado en la situación en la que nos encontramos. Me pregunto si su mujer, que está aprovechando la parada para recuperarse del esfuerzo que supone el tener que cargar con él, se habrá planteado esa posibilidad.

—¿A mí no me preguntas?

Damien reclama mi atención fingiendo estar ofendido. Quiere recuperar conmigo el control que Katherine le quitó.

—¿Seguro que estás bien?

Pero decido no entrar en su juego y me sorprendo con la preocupación de Jessica para con Michael y la reacción que está provoca en Vera. La mujer, que asumo que tendrá una edad parecida a la de su esposo a pesar de no aparentarlo, se ve incómoda con el acercamiento que mantienen. Rechazo que no demostró conmigo y que me hace pensar que la presencia de Jessica está relacionada con la de ellos.

—Tranquila.

La mirada cómplice y la caricia en la mejilla que Michael le da como respuesta reafirma mi conjetura, da sentido a la defensa de antes más allá de absurdas y recientes rivalidades entre machos alfa y alimenta mi curiosidad para con ellos. Estos tres esconden algo.

—Cariño.

La timidez con la que Vera reclama a su marido para que vuelva a su lado no surte efecto y el desplante me hace empatizar con ella mientras mi cabeza busca respuestas. La más lógica sería pensar que son familia, madre e hija quizás, pero mi lado más perverso, ese que irá teniendo mayor protagonismo con el paso de las horas, me hace ver que supuesta madre e hija sólo comparten una estatura propia de modelos de pasarela y esa especie de aura casi mística que poseen las mujeres nórdicas.

—Hay un talud. Es estrecho y escarpado, pero si lo descendemos podremos llegar a una zona boscosa y protegernos de este frío.

Mis cábalas se ven interrumpidas con el regreso de Katherine y su anuncio.

—¿Es peligroso?

Me sumo a la duda de Vera mientras se dispone a volver a servir de bastón para su marido.

—Tendrá que hacerlo él solo.

La aclaración la disgusta, pero a él le sirve de acicate para demostrar que la herida que lo tiene lisiado no es tan grave como podamos pensar. Convencido, y haciendo acopio de fuerzas, reanuda la marcha hacía el talud por su propio pie.

—Gracias por lo de antes —quiero aprovechar la momentánea cercanía de Katherine para tantear el terreno con ella.

Me responde con silencio e indiferencia antes de seguir los pasos de los demás. Debería de sentir alivio con las actitudes distantes que todos me demuestran, al fin y al cabo, y recordando el motivo por el que estamos aquí, estas no son personas de las que me pueda fiar… pero sin su ayuda no lograré salir de aquí con vida.

SINOPSIS

Un grupo de seis personas se convierten en los únicos supervivientes de un accidente de avión. Atrapados dentro de un paisaje helado en medio de la nada: Emma, Damien, Jessica, Katherine, Michael y Vera tendrán que lidiar con la desconfianza, la falta de recursos y demás adversidades que surjan en su camino mientras son esclavos de sus pasados y se enfrentan a sus peores miedos…

¿Lograrán salir con vida de ese infierno? Y lo más importante, ¿se merecen conseguirlo? Hay heridas que nunca sanan y sangran cuando menos te lo esperas. Hay situaciones críticas que te empujan a hacer lo inimaginable para poder sobrevivir…

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