Duele las entrañas,
Sentir que las raíces mueren,
Que las venas colapsan
La sangre que no fluye
De la escencia que no quiere.
La muerte inevitable del ser
Que consume el interior.
Duele, duele…
Revolotea el cuerpo del sufrimiento,
Se agita gritando lo dejen salir,
Arde la piel dura
por el pasar de los años,
necia en cada arruga,
Cada callo,
Evitando arrancar las raíces
Del sarro de memoria,
Que bloquea la entrada
Del verdadero ser,
Que impotente no puede fulminar
El latido y las garras el invasor.
Duele cada paso,
Que retrocede en el tiempo
Dos pasos atras,
Remontado cada memoria
Cada recuerdo, cada momento…
De una fallida vida
Que floreció sin permiso
Dentro de un ser
Que no autorizó a entrar.
Duele hasta el alma
El rechinar de los huesos
golpeándose cada minuto
Sin un cartílago de testigo.
Duele el sentarse,
Duele al acostarse,
Duele el pensar,
Duele el hablar,
Duele hasta el respirar,
Y en el parpadeo
De cada nuevo día
El espíritu se doblega
Suplicando arranquen de raíz,
La maleza que invade este ser.
Antes de que invada
y fusione con su implacable poder,
Y doblegue el alma
Y triunfe perpetuamente
La guerra de odio,
Sufrimiento e intranquilidad
De un espíritu convaleciente,
De una alma atormentada
Y su físico decadente
Ante el eminente invasor.
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