CAPITULO I
Lunes… 7:30 a.m., suena la alarma. Se levanta a medias, mira el reloj:
-¡Es tarde, debo apurarme! Tengo que ir al hotel para ver si confirmaron las reservaciones, al restaurante, al aeropuerto, el transporte que llevará a los turistas, ¡soy feliz…!, no me aburro, conozco gente, tengo un buen equipo de trabajo… No puedo quejarme.
Quien así discurre es una joven muy hermosa, más que bella: ojos glaucos, cabello dorado, piel tersa, de veintitrés años, de mediana estatura y muy esbelta; tiene su propia oficina en la ciudad y su trabajo consiste en realizar paquetes turísticos por el casco colonial de la misma, e inclusive fuera de ella, dirigido especialmente a extranjeros que vienen de vacaciones. Pero no todo es color de rosa, tiene que enfrentar, a veces, problemas con personas demasiado complicadas y que no entienden de limitaciones y de prohibiciones. ¡Gajes del oficio!
Su trabajo le encanta, pues le permite, no sólo viajar, sino conocer personas de diferentes países y culturas y por consiguiente tener muchos amigos, que es probablemente lo que más le atrae. Como ella misma lo dice:
-Trabajo haciendo lo que más me gusta y encima recibo dinero. -Claro que para hacer lo que hoy hace tuvo que estudiar varios idiomas, historia antigua, contemporánea, geografía, y, en fin todo aquello que la preparase para calificar como guía turística de primera. No quiso emplearse como una más y con la ayuda de su padre, instaló su propia oficina y desde entonces su trabajo ha sido para ella su vida entera.
Laura caminaba pensando en su trabajo, estaba contenta y se dijo: Mi amiga Luisa me llamó anunciándome la llegada de ocho personas de Australia, me encantó; no me quedó mucho tiempo para descansar, pero no importa, quiere decir que los señores que atendí el año pasado quedaron contentos con mi trabajo. El itinerario que más tarde me envió a casa, indica que llegarían hacia el comienzo de la tarde de hoy, así que tendré que apurarme para organizar todo antes del medio día y estar en el aeropuerto a la una de la tarde.
Marca un número telefónico y espera unos segundos.
-Hernán, ¿qué tal? Por favor, encárgate de hablar con Don Pedro para que busque a la gente en el aeropuerto, él ya sabe con quien tiene que hablar; entretanto, iré al supermercado, pues en el fin de semana no pude hacerlo por estar despidiendo a los turistas simpáticos que vinieron de España y sólo pude llegar a las once de la noche a casa muy cansada.
Bueno, creo que llegó la ahora de las presentaciones. Nuestra protagonista se llama Laura Garrido, tiene, como ya dijimos, veintitrés años, es Licenciada en Turismo y hotelería desde hace ya cuatro años y desde entonces ha trabajado sin descanso y conformado –según ella misma dice- su equipo “medalla de oro” del turismo en la ciudad, y quien sabe si del país. Vive en Cartagena, desde hace más de diez años y aunque no es cartagenera, se siente muy bien viviendo allí con sus padres y su hermano mayor, Leonardo, quien es Teniente de Fragata de la Armada Nacional, razón por la cual se mudaron a la costa, pues Doña Sonia, su madre, no quería estar lejos de su muchacho, y su esposo, Don Felipe no pudo negarse a la petición de su esposa; después de todo, él siempre trabajó por su cuenta y en realidad el cambio les fue muy bien a todos y estaban juntos, que era lo que más les interesaba.
Laura, apresurada se dirigió al supermercado para hacer la compra de la semana, la cual estaba atrasada debido a su trabajo y le había prometido a su madre que lo haría esa misma mañana. Compró rápidamente lo que tenían planeado para la semana. Miró el reloj, dio un pequeño respingo y se apresuró para llegar a casa y luego llamó a Hernán para preguntarle sobre las reservaciones del hotel y por el transporte; hecho esto, se preparó un plato de ensalada de frutas, una pieza de pan y té helado; se cambió de ropa y salió de nuevo a cumplir con su trabajo; -primero iré al restaurante, después, ya veremos.
En el restaurante buscó a su amiga y se dirigió a ella:
-Buenos días, Carmen, ¿cómo nos encontramos hoy? Tengo unos turistas australianos que llegan hoy en la tardecita así que quiero pedirte que por favor, tengas en cuenta ocho comensales más.
-Qué bueno, Laura, veo que el negocio va bien. ¡Juana! dile a Luciano que en la noche tendremos ocho personas más que vienen con Laura. Que se luzca, como siempre.
-Dile a Luciano que prepare comida típica de la costa, pues tengo entendido que tienen mucha curiosidad por los platos de la región.
-Claro Laura. Yo misma me encargaré de que todo salga de maravilla.
-Gracias Carmen, nos veremos en la noche y arreglaremos en qué otro momento puedo traerte a los turistas de nuevo.
-Sí, Laura, hablaremos con más detalle en la noche mientras cenamos.
-Hasta luego, y buen día.
Se fue pensando que ya se estaba haciendo tarde y que no podría ir a la peluquería, llamaría a Rosario y le diría que lo dejaran para mañana.
En el vuelo internacional procedente de Australia, encontramos un grupo de jóvenes que estaban en el grupo que atendería Laura, estaban algo tensos, pues de entre ellos, quién llevaba la voz cantante, a cada rato les advertía lo que tenían que hacer y que debían hacerlo bien, cosa que los tenía algo molestos, pues ya habían hablado largamente al respecto y sabían lo que harían.
-Carlos, pronto llegaremos a nuestro destino, quiero que todo salga a la perfección, espero que tú, como conocedor de la ciudad, nos puedas ayudar como acordamos. No quiero errores. ¿Está claro?
-Clarísimo, Erick. No te preocupes, todo está bajo control.
-Eso espero. Recuerda que es mucho lo que está en juego en este momento.
-Despierta a Joe y mira que no siga bebiendo, no deseo un espectáculo como los que suele dar el borracho ese.
-Bien, lo controlaré, tú descansa y tranquilízate.
-Sí, tienes razón, debemos estar todo lo lúcidos que necesitamos para que todo salga como lo hemos planeado, cuento las horas para que todo esto termine y nos podamos retirar a gozar como nos lo merecemos, ¿no te parece?
-Me parece, y yo también quiero que este trabajo salga todo lo bien que necesitamos, está en juego nuestro pellejo.
-¡Mira!, ya pusieron el aviso que permite fumar y desabrocharse los cinturones, estaremos llegando dentro de dos horas, ya me veo en la playa disfrutando con una chica bien linda a mi lado. ¡Ja, ja, ja!
-Calma, Erick, primero lo primero, no vayas a echarlo todo a perder por culpa de tu pasión por las mujeres. Mucho cuidado.
-Ah, no seas aguafiestas, deja que me divierta aunque sea con la imaginación, ¿OK?.
-Bueno, prepárate para el hermoso paisaje que verás; Cartagena es una de las más hermosas ciudades de Colombia, ya me darás tu opinión.
-Bueno, ya veremos. Erick se acomodó y desabrochó su cinturón, encendió un cigarrillo y fumó, esperando con ansia el momento de llegar. Pensaba en lo que podría hacer con el dinero que recibiría por este trabajo, se daría unas largas vacaciones, compraría la casa que tanto le había gustado en su ciudad natal… Quien sabe, hasta podría casarse con su novia de toda la vida. Dio una última fumada a su cigarrillo y lo apagó. Se acomodó en el asiento y pensando nuevamente en lo que le esperaba, se quedó dormido.
Aeropuerto Internacional de Cartagena de Indias, el vuelo procedente de Australia está llegando, las azafatas se apuraron para despedir a los pasajeros y desearles feliz estadía.
Cinco minutos más tarde, Don Pedro, con un cartel en la mano esperaba a los viajeros quienes salieron en grupo, el cual estaba conformado por Erick, Carlos y Joe, un matrimonio joven, una anciana encantadora y dos jóvenes altos y atléticos.
-Buenas tardes, señoras y señores. (en perfecto inglés) Yo soy Pedro, quien los llevará al hotel y al resto de los recorridos de este tour, estoy a sus órdenes y cuenten conmigo para lo que necesiten, vengan, les presentaré a la señorita Laura, su guía por los próximos cinco días. Dicho esto, se dirigió a Laura quien se presentó e hizo las advertencias de rigor, después se acomodaron en la camioneta y se dirigieron al hotel para que descansaran un rato mientras llegaba la hora de la cena.
Se registraron en el hotel uno por uno y luego se dirigieron a sus respectivas habitaciones para descansar y arreglarse para la cena.
Carlos, Erick y Joe, sentados en la habitación del hotel, discutían sobre el asunto que los había traído y se dispusieron a efectuar las llamadas que tenían que hacer con sus amigos aquí en Cartagena.
Los demás turistas, es decir, el matrimonio joven conformado por Carla y Klaus, descansaban plácidamente y de vez en cuando dialogaban sobre lo bella que les había parecido la ciudad desde el aeropuerto hasta el hotel, Carla le dijo a su esposo que su prima le había ponderado la belleza de la parte colonial y estaba ansiosa por conocerla; Klaus asintió y dijo que estaba de acuerdo con ella.
En su habitación, la única anciana del grupo desempacaba con alegría sus maletas, está feliz porque por fin pudo realizar su sueño de viajar a Sudamérica; se llama Samantha Perkins, tiene 64 años y está jubilada desde hace ya varios años, su esposo murió hace cinco y sus hijos están casados y tiene cinco nietos que son su vida.
Por último están los dos jóvenes: Mark y Dieter, el primero es alpinista, por hobby, en realidad es abogado y Dieter es ingeniero, y como su compañero y amigo, le gusta mucho el deporte y es especialista en supervivencia. Los dos quieren disfrutar al máximo su estadía en Cartagena, han venido porque les encanta el trópico y por supuesto el mar. Los dos son solteros y de carácter jovial.
Horas después de su llegada los turistas australianos, más descansados, uno a uno, van bajando cumpliendo la cita en el Lobby del hotel para ir al restaurante a cenar.
Ya todos reunidos, se dirigen a la camioneta guiados por Don Pedro comentan con admiración la arquitectura del hotel y de las edificaciones aledañas, que ahora, con la luz artificial toman otro cariz; más romántico quizás.
Laura, que ya los está esperando se dirige al grupo y les comenta que irán a un restaurante colonial donde sirven comida criolla muy sabrosa y que teniendo en cuenta el cambio de clima será una comida muy suave, pero no menos deliciosa.
-Vamos Don Pedro, que ya estamos ansiosos por degustar esos platillos que sabe hacer tan bien Luciano, dice Laura y se queda pensando en el plan de vacaciones que tiene reservado para estas personas tan disímiles entre sí, pero reunidas por un mismo deseo: divertirse y pasarla lo mejor posible en un ambiente que les es nuevo.
Dirigiéndose de nuevo al grupo les dice:
-Después de cenar iremos de nuevo al hotel, pero daremos un paseo por algunos sitios que no son muy importantes, pero que son famosos por su belleza y arquitectura, ¿De acuerdo? No nos demoraremos, estoy consciente de que deben estar cansados y querrán descansar después de un viaje tan largo.
Llegando al restaurante se acomodaron todos en la mesa que les tenían preparada y se dispusieron a cenar, se veían contentos, pero algo cansados, saborearon platos criollos que les gustaron mucho y después de comer, pasaron a un saloncito discreto para tomar el café y después, a eso de las nueve y media salieron a dar un paseo por las calles de la ciudad, para luego ir al hotel a descansar y emprender al día siguiente a las siete de la mañana el tour por la ciudad.
-Don Pedro les enseñó varias calles muy pintorescas, los paseos en carrozas tiradas por caballos, que luego harían ellos y Laura les indicó que desde allí se alcanzaba a divisar el Castillo de San Felipe, al cual irían. Llegaron de nuevo al hotel y allí se despidieron hasta el día siguiente.
Salieron Laura y Don Pedro del hotel y ya en la camioneta:
-Don Pedro, ¿no notó usted al grupo que estaba al centro de la mesa como distraídos o preocupados por algo?
-Sí, señorita, y me preguntaron cuando usted hablaba con la señora Carmen que si dentro del itinerario estaba Barranquilla, les dije que no y se pusieron a hablar muy bajo, parecía muy serio, pero después comieron sin decir nada más.
-Bueno, ojalá sean apreciaciones mías, pero créame que no me gustaron mucho esos hombres, además, con ellos viene un cartagenero, ¿por qué no ir con él a donde quieran? Ya estaban cerca de la casa de Laura y se dedicaron a discutir los sitios a los cuales irían al día siguiente.
-Gracias Don Pedro, hasta mañana y que descanse. No lo olvide, mañana a las 6:30 aquí.
– Hasta mañana a las 6:30. Que descanse Laura.
Laura, ya en casa, estaba un poco molesta, pues no le había gustado nada lo que le había dicho Don Pedro, y además, notó que él también había visto algo raro en ese grupo. Lo único que la tranquilizaba un poco era que con Don Pedro se sentía segura, pues él era muy observador y no se le pasaba nada.
Bueno, no me voy a inquietar por esos tipos, pues aunque me extrañe mucho el hecho de que vienen con un cartagenero, no es motivo de preocupación,les cada quien vive como quiere y hace lo propio.
Se desvistió y se metió en la ducha, se dió un baño refrescante, se vistió su camisa de dormir y se cepilló Bel cabello y luego se acostó, se sentía cansada y tenía sueño. Bien, !mañana será otro día… Apagó la luz y luego se quedó dormida.
Amanece y se aprecia que será un lindo día…
– Laura, Laura!!! Hija, despierta, son ya las seis,se te hará tarde! Levántate, te prepararé el desayuno, apúrate… Dale apresurada y se dirige a la cocina.
Laura se levanta y va rápidamente al baño,después de unos minutos. Sale, se viste y va a desayunar.
– Ay, mamá, se me olvidó poner la alarma anoche, llegué muy cansada, grácias por despertarme.
– No te preocupes, no fue nada. Anoche me quedé dormida temprano, no te escuché llegar…
– Si, me di cuenta, además, era tarde… Se levanta y va rápidamente a cepillarse, se despide de su madre y sale apurada. Hasta la noche mamá!
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