CAPITULO I


Se sobresalta Juan y apaga la interminable chicharra del despertador, se ubica en la penumbra de la aurora, piso crudo, cuatro camas, cuatro bultos pequeños y acurrucados, hace frío; coloca los brazos en cruz en un vano intento de acomodar los huesos y los músculos que parecen tener vida propia, unos mates y un beso a su María que pronto estará en febril actividad, limpiando, fregando y tratando de llenar los cacharros con algo que se parezca a comida, miseria, puta vida, puta suerte y sale mascullando quién sabe qué rosario rumbo a la cantera.

Otro día, otro sol; o es el mismo, doce horas voy a pasar yo y mi martillo agujereando aquí y allá para las cargas y posterior explosión, único momento de descanso y otra vez a romper y agujerear, sin futuro de vida, con futuro de muerte.

Ja, me acuerdo cuando partí de allá lejos, mi madre me despidió entre triste y contenta porque su Juan iba a buscar su futuro, pobre, piensa que su Juan triunfa en algún lugar, hace años que no la veo y yo no soy quien para sepultar sueños, me acuerdo que estudiaba, “llegara” decían y a que me preguntaba, padre muerto y cinco hermanos a quien ayudar a comer.

Ahí viene Pedro, pobre Pedro, grandote y bueno por demás, manos que parecen palas de carbonero, trae su martillo y comienza el traqueteo, se está muriendo, cinco años aquí, tiene treinta y ocho y parece de cincuenta y pico, mal comido, mal dormido, tose con un estruendo sordo mezcla de explosión y convulsión y el eterno polvo que se deposita tierna y mansamente en los pulmones.

Más allá trabaja Juárez, pequeñito y enjuto con su morral a cuestas, EXPLOSIVOS en color naranja es la única nota de color en el paisaje, cejas enormes y nariz de halcón, cara de ratón, callado y taciturno, siempre a la defensiva, mal bicho me parece, por lo poco que habla, se le nota que es leído y muy ducho en cuestiones de leyes y escritos y con una terrible historia detrás por su andar huidizo como el hurón, luce como escondido en éste lugar de mierda, socavón a cielo abierto, socavón de almas; si tan solo pudiera……; quizás si me cuaja ésta noche cuando bajemos al bodegón del pueblo les voy a preguntar.

El bodegón es de una construcción antigua, tan antigua como el tiempo, un portalón de cedro que conoció galas mejores con dos ventanales a cada lado con esas rejas portentosas y llenas de arabescos morunos completan su frente descascarado en sucesivas costras superpuestas de cal, en su interior no mejora su apariencia, el piso es de baldosas que un tiempo fueron rojas, ahora grises, desgastadas por las pisadas de mil hombres grises como nosotros.

Doce mesas que por rara coincidencia voltean para un mismo lado con sus patas cojas de extraña geometría, cuatro sillas por cada mesa y un infaltable vasito ora con garbanzos ora con granos de maíz para tantear en el truco. En su centro y hacia el fondo del salón esta un mostrador de madera con su frente de paneles cincelados con imágenes de una corrida de toros con torero, muñequera y hasta el toro arrodillado sobre sus patas delanteras en los últimos estertores de ese bárbaro espectáculo; la parte superior había sido laminada en formica de un espantoso color ocre que rompía la armonía y belleza del conjunto, una repisa en uno de sus extremos llena de vasos de dudosa higiene y una jaula de madera con tela metálica en cuyo interior un queso maloliente y unos pocos salames que exudaban un vaho alquitranado completaban el cuadro de ese territorio vedado a cualquier parroquiano, ese es el reino del a veces incomprensible del turco Manuel.

A sus espaldas una estantería de un solo cuerpo e infinitos anaqueles cubría toda la extensión del mostrador, caña Mariposa, vermut y vinos de distinto color y pelaje ocupaban aquí y allá el desvencijado maderamen.

Nos sentamos con Pedro y Juárez en la mesa de siempre, pegada al último ventanal del frente que da al poniente, miró a Manuel y con el índice levantado haciendo un círculo le pido la primera vuelta de ese infame vino de la casa, oscuro y áspero que parece sacado de las vides del mismísimo infierno.

Mientras esperábamos Pedro tamborileaba sus gordinflones dedos sobre la mesa en lo que parecía ser una batucada de esas del carnaval y Juárez con el ceño fruncido garrapateaba algo en una libretita de tapas azules cuyo contenido siempre fue para nosotros un absoluto misterio; viene Manuel con sus tres vasos en una bandeja de hojalata media chanfleada y que vista de perfil se me hacía el remedo de la sonrisa de una mujer de un famoso cuadro.

__¿ Y Manuel, cuando te casas?.

__ Nunca seño Juan, jamás, mal negocio mujer y chicos, nunca.

Ese fue el saludo cotidiano, el mismo que durante cuatro años cruzábamos el y yo. Nunca le conocí mujer, ni legal ni puta de la casa de la matrona Doña Encarnación, nada, nunca, jamás al decir del turco.

__ Escuchen los dos, les voy a hacer una pregunta y por favor piensen muy bien antes de contestar.

Pedro dejó su vaso y atento cual perro faldero se dispuso a escucharme mientras Juárez me miraba con inquietud y recelo con esa actitud tan natural del hombre perseguido.

__ ¿Si cualquiera de ustedes tuviera la oportunidad de representar ante las máximas autoridades de este bendito país a todos los que trabajamos en la cantera o a todo un pueblo qué les dirían, que le pedirían, que le recriminarían?

No sé en qué tono y en que forma lo pregunté pero al bochinche habitual dio paso a un silencio de tumbas y flores marchitas. Pedro miraba sin entender balanceando su cabezota de aquí para allá y Juárez levantó a medias su mano derecha con sus dedos unidos hacia arriba y haciendo un hueco con su palma como diciendo en un mudo reclamo, qué haces, qué decís, estás loco Juan.

Debo haber hablado en muy alta voz y de forma grave porque todos los parroquianos sostenían sus barajas mirándolas sin ver y en la mesa del poder la conversación cesó y sus integrantes no solo voltearon hacia nuestra mesa sino que miraban inquisidoramente; la mesa del poder; vaya con el nombre, seguramente producto del bautismo del saber popular.

El Juez de Paz Don Carlos Sepúlveda, el comisario Don Raúl Quinteros, el cura párroco Don Ángel Dell Oro y el intendente Don Juan Manuel Vivanco son sus integrantes y ahora que me daba cuenta había otra persona en aquella mesa, un muchacho alto, de pelo lacio y renegrido bien cortado, camisa escocesa y pantalones vaqueros y unos curiosos anteojos montados en su nariz aguileña, mentón fuerte y decidido haciendo un conjunto bien proporcionado pero sin denotar ocupación y origen por su sola presencia, trabajador no era, manos demasiado bien cuidadas.

Pedro fue el primero en contestar.

__ No sé porque preguntas Juan, pero yo pediría que nos paguen más, que se ocupen de nosotros y que nos den otras casas más lindas y con jardín.

Simple fue Pedro, bueno y simplón como siempre en cambio Juárez había bajado la mano y en vez de contestar solo dijo:

__¿Qué bicho te picó Juan, aquí no se debe y no se puede porque no es lugar para ciertas conversaciones, ya sabrás porqué…….no pudo continuar porque el comisario con esa voz imperativa y ademanes de aquel acostumbrado a mandar lo interrumpió.

__ Pero mire al mocito las cosas que piensa y dice. ¿Dígame a qué viene su pregunta?

__ Comisario solamente le hice una pregunta inocente a mis compañeros no a usted ni a ninguno más.

Rojo bordó se fue poniendo el semblante del comisario, sus ojos porcinos daban la impresión de que iban a salir disparados hacia mí y parándose casi sobre las puntas de sus pies y con los brazos en jarra me grito:

__ ¡Señor Juan José Páez póngase de pié y mucho cuidado con lo que de aquí en más haga o diga! Yo soy la autoridad y se me da la gana preguntar así que ya me va diciendo porque pregunto lo que pregunto.

__ Le repito comisario con todo el respeto que usted me merece, le dije sin levantarme, fue una pregunta inocente que les hice a mis compañeros y a nadie más.

Fue tan sorpresivo y violento el puñetazo sobre la mesa que Juárez se echó hacia atrás despatarrándose en el suelo y Pedro que a todo esto no estaba seguro de entender lo que estaba pasando se acurrucó en la silla tratando de esconder su imponente humanidad.

__ Mire pedazo de mierda, queda usted detenido por faltarle el respeto a la autoridad y ya veremos qué otras cosas más, así que levántese despacio; __dijo, desprendiendo en un ademán ostensible el broche de su cartuchera desde donde asomaba la negra mole de una Colt__; y sin nada de peros ni ocho cuartos; lo único que faltaba es que un pendejo de porquería soliviante con cháchara de sindicato a este tranquilo pueblo; __mirando en derredor como buscando aprobación a su diatriba.

Todo el bar se había acercado formando un semicírculo en derredor nuestro pero ni el volar de una mosca se percibía.

__ Señor comisario me parece que lo que dice el señor en modo alguno le a faltado el respeto a usted, muy por el contrario él hablaba para sí y para sus compañeros y los demás le han faltado el respeto a él al interesarse por una conversación ajena.

Un murmullo prolongado se escuchó, me puse de pié para observar al que había hablado ya que el comisario me tapaba a medias la visión, mientras éste, lívido, se daba vuelta despacio sacando su pistola.

Grande fue su asombro y también mío cuando nos dimos cuenta que la observación había partido del desconocido, para mí; integrante de aquella mesa.

__ Padre usted es nuevo en el pueblo y no entiende de éstas cosas, le ruego que no interceda por el detenido, bastante va a tener encarrilando almas en su iglesia.

Claramente me di cuenta de la remarcación y el énfasis de las últimas palabras, pero no alcanzaba a reponerme del titulo del desconocido –PADRE-

__ Don Raúl, la Iglesia a la cual humildemente sirvo no sólo está en el espacio físico que su sede ocupa, también está en el alma y el espíritu de todos los seres humanos y no debemos ocuparnos de encarrilar almas solamente, la Iglesia y su doctrina también nos manda a ocuparnos de cosas más terrenales.

Toma con el curita nuevo pensé, ya se le van a aplacar los ánimos, por si o por los demás, pero hay cosas veredes sancho.

__ ¿Pero qué cosas está diciendo Padre Francisco?, __irrumpió Don Ángel__, “le ruego se disculpe con el señor comisario y me acompañe a la parroquia, aquí no hay nada más que hablar”.

__ Como usted diga Padre Ángel.

Dio media vuelta y encaró hacia la puerta con un tranco sereno y altivo, gallito y de muchas plumas.

__ Usted mándese a mudar Páez y por unos días ni pise por aquí, __ladró el comisario y como al pasar agregó un__, “Ya vamos a arreglar”, __terminando con lo hablado; termino o empezó.

Se abrió el semicírculo como el ganado al encarar un toro bravo y allá salió el comisario y por detrás Juez, Intendente y Cura.

Dos horas largas habían pasado, vino va vino viene cuando nos fuimos los tres, raro pero no hablamos de lo acontecido como si nada hubiera ocurrido, como si hubiera sido otra noche como tantas, nos despedimos en la plaza Libertad y enfilé con las manos en los bolsillos para lo de mí María, mi solcito, mi María.

Diez cuadras tenía por delante pero no había apuro, caminaba despacio, cavilando el porqué de lo ocurrido, porque todo el mundo se sobresalta ante mí pregunta, qué fue aquello del comisario, qué quiso decir con “cháchara de sindicato” y el cura nuevo, la miércoles que enchastre se armó…………….El primer golpe fue terrible a la altura de los riñones con un palo o una macana no sé, después fueron patadas, puñetazos, palos, no atine a defenderme, crucé los brazos por sobre la cabeza y me arrollé en el suelo, todo me daba vueltas pero había algo raro, los que pegaban no hablaban, no decían nada, yo no gritaba, ni un quejido como si fuera un duelo de voluntades y dolía, Dios como dolía y me ganó la inconsciencia.

Desperté, tenía golpes hasta en el alma, sangre seca en mi nariz y la boca, un ojo me palpitaba como un corazón morado, miré la hora pero mi reloj no estaba, me ubiqué en el tiempo y lugar, me faltaban dos cuadras para mi casa e intenté caminar como podía, prendiéndome en las paredes, tropezando aquí, cayendo allá, cómo dolía. Porqué, quién, quiénes, esto era lo único que repiqueteaba en mí cabeza, porque y me desmayé nuevamente.

Mil estrellas de colores y caras, la de mi vieja, papá, Juárez, el curita, mi perro colita y mis siestas en el río y el comisario que me miraba de cerquita, parecía un puerquito sonrosado con olor a lavanda y aliento agrio.

__ Borracho, tiene olor a vino, seguro se cayó de boca en los adoquines.

Trate de enfocar mi vista, estaba en casa, eso era seguro.

Estaba María y Doña Nely, mi vecina y el comisario y otro agente y más gente que me miraban.

__ Comisario, mi Juan nunca se emborrachó, jamás, válgame Dios, aparte decía cuando estaba ido que le habían pegado aquí cerca y mire le falta el reloj, seguro lo asaltaron y él se resistió.

Ay María si supiera que me asusté y deje que me pegaran, que ni siquiera grité, ella piensa que fui valiente; su Juan se resistió y volví a dormir o a desmayarme, es lo mismo.

Desperté de golpe, el sol estaba alto, me enderecé buscando los pantalones.

__ María, me quedé dormido, qué hora es, y ahí me acorde de todo, no por un mecanismo lógico, fue el dolor punzante en todo el cuerpo y la cabeza, por el amor de Dios, parecía que el corazón se había mudado allí arriba, despacio me fui recostando en la cama.

__ Quédate quieto Juan, son las doce, ya va a estar la comida, una buena sopa, no te muevas mucho que estás todo estropeado.

Me senté en la mesa y uno a uno mis críos me dieron un beso y me miraban extrañados porque su papá estaba en la casa y todo estropeado como dijera la madre.

__ Vamos, vamos Juancito, a la escuela que ya es tarde y ustedes a jugar al patio que ya comieron y cuiden a su hermana que no se caiga y vos Julián péinate un poco y……

__ Pará María, que te pasa estas gritando, pará.

Se incorporo y sirvió dos platos humeantes de caldo, traté de comer como pude pero a cada sorbo me ardían los labios, mientras María daba vueltas con la cuchara en su plato de sopa.

__ Juan cuando vos estabas inconsciente vino el comisario porque yo lo mande llamar para hacer la denuncia del asalto y él me contó lo del bar, ¿qué pasa Juan?

__ Lo primero es lo primero mujer, a mi no me asalto nadie, se aparecieron de golpe, eran tres o cuatro, no sé y se dedicaron a molerme a golpes, del reloj no me acuerdo o lo perdí o me lo sacaron para simular un robo.

__ Además ninguno de éstas personas dijo nada solo se dedicaron a golpearme en todos lados, romperlo no matarlo parecía ser la orden, en cuanto a lo del bar no paso nada yo solamente le hice una pregunta a Juárez y a Pedro y todo el mundo saltó, algunos asustados y otros, entre ellos el comisario, empezaron a pedirme explicaciones, la verdad no entiendo.

__ ¿Qué preguntaste?

__ Pavadas María.

__ Pavadas no Juan, el comisario dijo……

__ Y dale con el comisario, ¿qué te contó?

__ Que vos andas “queriendo soliviantar a los obreros y a la gente del pueblo con cháchara de sindicato”

SINOPSIS: 2015, pueblo perdido en las sierras de Argentina con una historia de asesinatos en masa que nadie conoce. Juan y sus dos amigos Pedro y Juárez trabajan en una remota y aislada mina a cielo abierto, sin posibilidades de progreso, con futuro de muerte por enfermedades, explosiones mal calculadas o simplemente cansancio y hartazgo, los tres con historias disimiles y personalistas, después de cada jornada bajan al bar del pueblo a tomar copas y jugar a los naipes.

Pueblo comandado por cuatro personajes: un intendente patrón de estancia venido a menos, un cura salesiano de malas costumbres, un comisario corrupto y patotero y un juez gay. Se les suman a estos personajes un cura de gran proyección en la curia romana y un policía que además de corrupto fue represor de oscuras épocas.

Jorge que siempre tuvo la necesidad de confrontar a sus compañeros en la hipótesis de representar a los compañeros ante las autoridades, les pregunta y a partir de ese momento se desata un juego de pasiones, encarcelamientos, castigos e inmoralidades que sin querer, empujan a Jorge dejar de ser cola de ratón y convertirse en cabeza de león, formándose alrededor de el un movimiento político sindical con fuerte raigambre del no a la violencia.

Tu puntuación:

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS