Categoria: Comunidad Educativa

Hay veces en las que, mirando a mis hijos, observo las diferencias entre su mundo y el que yo viví a su edad, o el que vivieron sus abuelos …

Mis padres se criaron en el pueblo. Las clases del colegio se limitaron a lo básico en una escuela con una única aula común a todos, y en las que un sólo libro barajaba historia con matemáticas, geografía, …

Y después de las clases, había que ayudar en el campo, pues los animales y los cereales eran la base de su sustento.

Los juguetes eran escasos, pero no así los juegos. Unas canicas eran un tesoro y el balón de futbol era un turbante de trapos viejos. No había televisión, ni videojuegos, … ni electricidad y nada de viajes en vacaciones.

Mis padres no quisieron un mundo tan cerrado para mí y en cuanto pudieron se instalaron en la capital.

Mi infancia tuvo unas comodidades que ellos no disfrutaron. Yo tuve: clases por cursos, televisión, juguetes por navidad, … La Sopena complementaba los heredados libros escolares y si no, siempre estaba la biblioteca.

Los fines de semana íbamos al pueblo apelotonados, primero en la Citroën y después en el Renault 12. Pasaba los veranos allí con mis tíos y un año ¡¡¡ fuimos al mar!!!

Y ahora veo a mis hijos, en un mundo digital que se entremezcla con el real y que condiciona toda su vida social. Un mundo en el que las pantallas son su puerta al mundo y que les absorbe más de lo que me gustaría. Un mundo digital que es ocio, educación, …

Sé que es el mundo que les toca vivir, pero es un vampiro que les roba, sin que se enteren, su bien más preciado: su tiempo. Por eso les empujo a salir de ese mundo ficticio de medias verdades y a vivir el colegio, el deporte, la playa, los amigos … y que las múltiples cajas tontas les impidan vivir.

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