Thomas D. Locke

Thomas D. Locke

JuaKss

23/01/2022

Mi nombre no es algo que necesite ser remarcado o mencionado, resulta pues de algo trivial e irrelevante para los acontecimientos que me dispongo a relatar. Todo inicia con el nombre de Thomas D. Locke, un hombre extravagante y solitario que se había despojado de su herencia y del mundo moderno para vivir en armonía en las zonas más silvestres y campesinas al oeste del estado.

Thomas jamás fue un hombre problemático o antipático, era pues, todo lo contrario, todos los lugareños siempre remarcaron un gran espíritu y altruismo procedentes de aquel hombre ya entrado en edad, incluso denotaron un gran desasosiego al saber de su fallecimiento. A pesar de todo lo anterior mencionado, Thomas nunca pareció muy conforme o feliz con la vida que sostenía, puesto que, a pesar de haber sido alguien muy filántropo que regalaba una sonrisa a todo aquel que se le acercaba, había momentos en los que se lo veía solitario, ahogado, triste y vació.

Aquellos que tenía la oportunidad de ver al carismático Thomas trabajando en su granja o pescando, o simplemente dando un paseo por los terrenos aledaños, siempre resaltaban una mirada fría y melancólica, algunos se acercaban con humildes intenciones para alegrar aquel desolado hombre, incluso los niños del pueblo le invitaban a jugar para animarlo un poco. Aquel bienaventurado señor jamás renegó ni menospreció ningún acto de caridad o bondad de sus vecinos y amigos.

Fui llamado del departamento de policía pues requerían de mi asistencia para investigar la inusual muerte del señor Thomas D. Locke; habían pasado días desde la última vez que los pueblerinos tenían noticias o sabían algo del hombre, entonces uno de los niños por inocente curiosidad decidió por cuenta propia y sin informarle a nadie darle una visita al señor Thomas, tocó la puerta de su morada sin recibir respuestas, y fue así por un aproximado de seis minutos, decidido a encontrar al señor Thomas, el joven se dispuso a vagar por la granja —la cual era un terreno amplio y vasto— con la esperanza de encontrar al desaparecido. Ningún ser humano en el mundo es preparado jamás para una escena tan nauseabunda, escalofriante y grotesca como lo es presenciar un cadáver ya entrado en descomposición, menos todavía si se trata de un niño. Los gritos fueron tan amplios y desgarradores que incluso pescadores de la zona afirmaron haberlos oído.

Habiéndoseme presentado el testimonio de aquel traumatizado niño, más las diversas historias y relatos de los aldeanos, me quedaba bastante claro que el señor Thomas D. Locke había sido víctima de un asesinato, la evidencia más clara es también la razón del escándalo del pequeño, pues la víctima presentaba una herida grave en el hueso frontal del cráneo, una herida que nunca había visto en todos mis años como detective.

Una herida profunda que atravesaba todo el cráneo de manera limpia y lisa, no había señales de forcejeo o resistencia por parte de la víctima y tampoco presentaba moretones o heridas en otras partes del cuerpo, algo extraño a resaltar era que todo el cerebro del sujeto había sido removido y no había sangre en toda la escena, como si de un procedimiento quirúrgico profesional se tratase: sin embargo, lo más extraño de todo sin lugar a duda era la herida, pues esta tenía la forma exacta de un octágono.

Me dispuse a inspeccionar el hogar del ahora difunto señor con esperanzas de encontrar alguna pista o indicio que me dieran más detalles sobre la muerte del sujeto y cuales habían sido sus últimos momentos de vida. Al entrar a la vivienda me tope con un lugar muy limpio y organizado, todas sus pertenencias de valor permanecían intactas, ahora estaba más que claro que el señor Thomas no había sido víctima de robo si no de un asesino sádico y cruel.

Llegué hasta el ático de la casa en donde pude contemplar un pequeño escritorio que había sido construido ahí mismo, y que estaba perfectamente alineado con la ventana del desván, en el escritorio se podía contemplar la cera derretida de una vela que se había consumido por completo durante la noche, cera que incluso llegó cubrir parte de la página de lo que aparentaba era un diario que el señor Thomas tenía, un diario el cual estaba escrito a tinta y plumero. Era afortunado pues la última entrada del diario tenía la fecha a la noche anterior de ser encontrado el cuerpo sin vida de Thomas D. Locke.

Sin embargo, era sorprendente que lo último que se encontraba escrito en aquel diario era una frase bien adornada y escrita de forma burguesa que expresaba: “Vuelvo a Casa.” Eso no hizo más que generarme aún más intriga de qué le había sucedido al señor Thomas, comenzando con la singular herida en su cráneo y esta frase que fue lo último que ese hombre de cuarenta y dos años había dejado al mundo.

Decidí conservar el diario pues a lo mejor después leerlo tendría más entendimiento de que carajos había ocurrido aquella noche del 2010, tras llevarse el cadáver del señor Thomas a la morgue para realizarle la correspondiente autopsia, yo me dirigí de vuelta a mi hogar con un amargo sabor de boca. Aparentemente el diario de Thomas era su posesión más preciada y antigua, pues hay entradas desde los años de su juventud, desde que abandonó la ciudad y sus raíces burguesas para vivir una vida humilde y simple.

Sabiendo que leer el diario sería una tarea ardua y difícil con determinación empecé la lectura tan pronto llegué a mi casa. Las entradas seguían un orden cronológico, pero no necesariamente lineal, había diferencia de semanas e incluso meses entre algunas entradas del diario, y lo más desesperante de todo era que la gran mayoría de ellas eran poemas relatando las actividades diarias del señor Thomas, y muchas veces eran de expresión lúgubre y senil, estaba claro y era más que evidente de que ese supuesto hombre alegre que siempre estaba dispuesto a regalarle una sonrisa y ayuda a los demás, tenía un claro disconforme con su vida.

Mantenido en silencio durante años él era el único que conocía su estado y lo tristes que pasaba durante los largos y agitados días de trabajo. Resaltaba en varias ocasiones como su parte menos favorita del día y la que más le desagradaba era la mañana, el levantarse de la cama y volver al mundo real, todo esto debido a que solamente existía un momento en su deprimida vida en donde podía ser feliz por lo menos durante unos instantes, y esos momentos se presentaban cuando el señor Thomas D. Locke dormía y soñaba.

Eran cientos los poemas en los que Thomas relataba y describía a detalle desde los paisajes más maravillosos y únicos, hasta las escenas y situaciones más gratificantes y exquisitas que un ser humano podría experimentar. Es bien sabido que, las personas somos propensas a olvidar los sueños que tenemos y lo que llegamos a experimentar en ellos, pero existen casos como los del difunto Thomas en donde el individuo es capaz de recordar a detalle todo lo que soñó la noche anterior, existen casos tan increíbles como el de Zdzis/aw Besiñski (1929-2005) un reconocido pintor que lograba plasmar en su arte las visiones terroríficas que tenía durante sus pesadillas. No me sorprende pues, que Thomas haya podido relatar a través de sus poemas de manera detallada y especifica lo que él experimentaba al dormir.

A diferencia de Besiñski, Thomas jamás tuvo pesadillas, ni una sola vez, todos los relatos y poemas que había en su diario eran sobre mundos idílicos y fantásticos con lo que uno solo podría soñar, ese hombre tenía la dicha y fortuna de vivir experiencias gratificantes y de sumo deleite que solamente experimentaba en sueños, de ahí se me hizo comprensible porque el señor Thomas pasaba tan aislado y reprimido durante el día, pues sus sueños se habían convertido ahora en su vida. Para justificarme me dispondré a relatar un poema que expresa a la perfección lo que trato de decir:

“Oh dicha mía, que se encuentra y desvanece a instantes,

que sólo soy capaz de percibir en mares deslumbrantes,

mares de magnifica abundancia y alegría,

donde sus aguas doradas y fervientes bañan mi cabeza,

donde sus cielos exuberantes iluminan mi tristeza.

Oh dicha mía, ¿dónde es que te encuentras?,

pues dichoso soy de sentirte, más al despertar vuelvo a maldecirme,

maldigo el sol de mi ventana entrando por la mañana,

maldigo mis ojos al abrirse con desesperanza,

pero sin darme cuenta ya es de noche y bendigo la luna que se alza.

Oh dicha mía, que sólo existe en ilusiones,

¿por qué no existes en vida?, que abandonado me tienes.

Oh dicha mía, mí droga más adictiva,

¿por qué no me libras de mi vida?, que desolado me tienes.

Oh dicha mía, que me hace sentir vivo,

¿acaso me quieres muerto?, que ese sea pues mi deseo.”

Es corto y es simple, pero sirve bien para entender cómo se sentía el desolado Thomas D. Locke, hombre cuya vida fueron los sueños y el día a día sus pesadillas.

Sin embargo, todavía no tenía ningún indicio o pista del porqué de su tan escabrosa y extraña muerte, ese diario que se había convertido en mi única pista de que podría haberle sucedido ahora solo se sentía como una pérdida de tiempo, como si me dedicara a leer una colección de escritos y poemas de un escritor viejo y anticuado, y no algo que me ayudara a resolver este crimen, así que, decidí pasar directamente a los meses anteriores de su desaparición para ver si podía encontrar algo útil.

La lectura no hacía más que seguir poniéndose desoladora y deprimente, páginas y páginas relatando el desasosiego y fastidio por parte de Thomas al mundo real seguido de páginas relatando su fascinación por sus mundos imaginarios. Era imposible apartar la mirada cuando Thomas hacía una descripción sobre aquellos mundos que visitaba, pues eran tan fantásticos y surrealistas que incluso era posible ver esos paisajes a través de la imaginación; describía horizontes de inmensa riqueza, prados de hierba dorada que no se inmutaban ni siquiera con las fuertes brizas de amaranto que perfumaban el ambiente, un ecosistema exquisito y abundante en el que los animales relucían y brillaban como si estuvieran hechos de gemas preciosas, el cielo mantenía una tonalidad inexpresable que solo podría describírsele como si fuera de día y noche al mismo tiempo, los colores eran vividos y a lo lejos lo que aparentaban ser montañas no eran si no enormes edificaciones de piedra y mármol, que majestuosas alzaban en su centro una torre magnifica y gigantesca que parecía tocar el sol. Eran ocho en total, y juntas rodeaban todo el prado, la formación y simetría le daban la impresión de una corona, una corona gigantesca que sería digna del más noble de los reyes, también se podían ver a la distancia a los pies de aquellos muros gigantes blancos fundidos en su propia armadura que cargaban cruces formidables a modo de espadas, y como guardias mantenían una marcha simétrica y perfecta tan coordinada que era espectacular presenciar…

La lectura continuaba durante páginas, y el nivel de descripción y narración de Thomas eran espectaculares, sin duda si se hubiera decidido por vender sus relatos habría sido un escritor reconocido. Las experiencias narradas por Thomas tampoco decepcionaban al lector, pues hablaba de sensaciones fascinantes que lo dejaban en éxtasis, de cómo estaba en constante deleite y fascinación, experimentando y sintiendo la nobleza, libertad, paz y satisfacción definitiva.

En sus mundos no existían la preocupación, el estrés, la ansiedad o depresión, en sus mundos llorar era tan natural y sano como reír y se disfrutaba y gozaba al igual que uno podría gozar de una buena carcajada, en su mundo no había seres humanos; describía seres sin forma o rostro de abundante luminiscencia que constantemente interactuaban consigo mismos y su ambiente, en algo que él denominaba “el universo experimentándose a sí mismo.” Todo ello descrito desde formas curiosas y experimentales hasta más íntimas y de connotación sexual.

En los mundos que Thomas D. Locke describía la vida y el mundo eran un placer y deleite constantes, eso me hizo comprender y empatizar un poco más con él, y entender por qué se encontraba tan desolado y agotado en el mundo real.

Pero en un punto de la lectura algo me llamó la atención, pues durante páginas enteras Thomas hizo a un lado las descripciones fantásticas y los poemas engorrosos para hacer alusión a un descubrimiento que lo había dejado más que fascinado. Era pues, su interacción con esos seres extra dimensionales, la cual había transcendido y alcanzado un nuevo nivel de comprensión, una comprensión que sería imposible para los seres humanos. Thomas había aprendido su lenguaje y se empezó a comunicar con ellos, transmitiéndoles así su despecho y desilusión por no poder compartir con ellos en eterno deleite, ya que, constantemente despertaba de sus sueños y volvía a nuestra dimensión. Entusiasmado describe con una letra hecha a prisas como esos seres se habían compadecido de Thomas y le prometieron ayuda en su objetivo de llevarlo con ellos a esas tierras esplendidas.

El coste por su ayuda no era barato, pues se le indicó a Thomas que su forma de pasar al “otro lado del sueño” —que fue así como él lo describió— sería con un sacrificio doloroso en donde él hasta terminada la transición aún sería consciente de la transformación y daño que recibiría su cuerpo… tras leer eso último sentí un escalofrío como nunca antes lo había hecho, simplemente no podía creer lo que estaba leyendo, según mi teoría Thomas había sido víctima de una asesino serial e inestable mentalmente, no de unos supuestos seres de otra dimensión. Sin embargo, el diario refutaba con mi afirmación al mismo tiempo que describía a detalle como durante la noche Thomas debía salir de su casa y caminar lo más lejos posible y “dormirse de pie con los ojos abiertos”
no sabía si tomarme eso último tan literal o si sería alguna metáfora o analogía a estos supuestos viajes astrales. Lo preocupante de toda la situación era que la fecha indicada para “el sacrificio de Thomas” coincidía con la noche anterior al descubrimiento de su cadáver, una noche de luna llena.

También se le indicó a Thomas que si la transición se realizaba con éxito tendría la dicha y fortuna de vivir en esos mundos el resto de su vida y que nunca más volvería a despertar… un detalle escalofriante era que si todo sucedía a la perfección su cuerpo físico también desaparecería de la tierra. Me decidí por dejar de leer ese condenado diario pues me estaba provocando más paranoia que respuestas, me fui a dormir decidido a investigar su asesinato de forma lógica.

Al siguiente día me levanté con algunos dolores de cabeza y nauseas, todo lo relacioné con la constante lectura que mantuve ayer puesto que habían sido más de seis horas leyendo, pero mientras estaba desayunando y alistándome para salir al trabajo tiré mi taza de café al suelo y lágrimas empezaron a brotar de mi rostro tras recibir el comunicado de que el cadáver de Thomas D. Locke había desaparecido de la morgue la noche anterior.

– José Joaquín Díaz.

    Etiquetas: narrativa

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