Copyright © 2019 Héctor Alcides López Ruiz

arteografo@gmail.com

DEDICATORIA

Con mucho amor a mi familia

Mi esposa, mis hijos, mis hermanos y sus familias,

Mis amistades

Y sobre todo a mi Dios eterno.

PRIMER CAPÍTULO:

NAUFRAGIO

Una súbita explosión en la profundidad del mar generó una ráfaga de viento huracanado y a la vez desató una terrible tormenta marina que hacía tambalear peligrosamente el bote pesquero. El piloto encendió el farol de la proa porque en un parpadeo el cielo se oscureció.

Empeoraba la situación el hecho que el barco estaba sobre un nudo de calamares gigantes que amenazaban con destruir todo. La nave crujía cada vez que los calamares pasaban rozando el casquete. La tripulación del ¨Gamberra¨ jamás imaginó que este día no sería tan rutinario y el piloto batallaba por mantener la estabilidad de la embarcación; pero sus fuerzas menguaron y no pudo más, en ese preciso momento la nave empezó a girar sin rumbo, el hundimiento era inevitable. Los pocos tripulantes ya habían perdido la esperanza de salvarse.

_¡Capitán! ¡El piloto cayó al mar! _ gritó uno de ellos. Y la nave iba sin rumbo mientras los hombres que aún quedaban en pie batallaban contra las olas que incesantemente caían sobre el barco. El capitán había dejado el puente y estaba auxiliando a otro de los marineros que con habilidad se había sostenido de la baranda de babor para no caer en las violentas aguas. Sus cuerpos y sus rostros estaban totalmente empapados dificultando la agilidad de sus movimientos, en ese preciso instante volvió a caer otra enorme ola sobre el Gamberra llevando consigo al hombre que el capitán intentaba salvar.

_¡Petro! ¡Noooo! _se escuchó el quejido desgarrador del capitán al momento que se sostenía con fuerza de la baranda mientras aquel hombre se ahogaba en los remolinos de la muerte. El otro marinero que había intentado agarrar el timón también había desaparecido en la profundidad. El golpeteo de los tentáculos de los calamares se confundían con los golpes que ocasionaban las olas en el casco de la nave. El ruido era ensordecedor.

Ya solo quedaban el capitán y su joven hijo quien por iniciativa propia era parte de la tripulación. El capitán se apresuró a tomar el timón y lo agarró con fuerza, sabía que de eso pendía la vida de su hijo. “¡Qué grave error haberte traído mi pequeño!” _ decía en su corazón al tiempo que luchaba por mantener el rumbo y la estabilidad del barco, aquél chico era su único hijo y el único familiar que le quedaba en el mundo. El bote parecía partirse en dos y los calamares seguían golpeando con fuerza y la tormenta arreciaba con mayor intensidad. El capitán supo también que sucumbiría ante tanta furia que el mar había desatado. Para resguardar la vida de su hijo lo había dejado atado de su chaleco salva vida en un soporte que recorría por toda la “línea de crujía” de la nave. La lluvia y el viento que pegaba con fuerza en su rostro le impedían divisar al chico y gritaba angustiado:

_¡Brexe!¡Te quiero hijo, toda mi vida he vivido para ti, nunca lo olvides!

_¡Padre! ¡Yo también te quiero! _ al instante la nave cedió.

La parte de la proa donde estaba atado el muchacho salió impelida hacia la profundidad y éste exclamó un terrible grito lleno de pavor, mientras el capitán salía por encima de las enormes olas desapareciendo en la profundidad del mar. Los calamares gigantes como advirtiendo que sus depredadores ya habían sucumbido se fueron alejando uno a uno; sin embargo, el calamar más viejo del cardumen al cual los marineros le llamaban “Mosquete” se sumergió en la profundidad no sin antes mostrar su monumental cuerpo y sus enormes ojos casi del tamaño de la embarcación que acababa de perecer. Estos calamares no eran comunes en los nuevos océanos del mundo; por ello su carne era muy valiosa en las ciudades de tierra firme y los pescadores los intentaban cazar a toda costa.

El Mosquete parecía poseer una inteligencia superior a sus congéneres y por su tamaño era muy conocido por la mayoría de los habitantes de las islas, sobre todo por los pescadores del “mar bravo”, este, de manera misteriosa cogió con sus tentáculos el pedazo del barco que lentamente se hundía en el agua. El joven Brexe había perdido el conocimiento y “Mosquete” le rozó la frente con la punta de uno de sus tentáculos. Alguna especie de energía transmitió al chico y Brexe despertó del mundo de los muertos. El enorme ojo del calamar se fijó brevemente en el minúsculo rostro del chico y este, sin percatarse de ello pudo respirar dentro del agua; sin embargo permaneció inmóvil hasta que “Mosquete” sacó el pedazo de barco a la superficie. Ya la tormenta había terminado y unos frágiles rayos de sol le calentaban su cara.

Las olas, lentamente empujaron el pedazo del barco a la orilla de la playa. A lo lejos en el mar aún se divisaban los enormes tentáculos del calamar gigante. Un anciano que había observado todo aquel espectáculo desde la playa corrió a auxiliar a Brexe y lo arropaba con su abrigo. Con asombro le dijo:

_¡Ey! Muchacho, ese enorme calamar casi te trajo a la orilla de la playa, sabes que esas criaturas casi nunca suelen ser vistas desde tierra firme y en altamar son extremadamente violentas sobre todo si se sienten amenazadas por los cazadores marinos. _El chico apenas podía escuchar _. Ese animal pudo haberte matado con sus poderosos tentáculos y en cambio te ayudó.

Brexe estaba desorientado y no sabía dónde estaba. Preguntó sumamente intrigado y exhausto.

_¿Alguien aquí podrá ir en busca de mi padre?

_Me temo que no hijo, la tormenta fue tan terrible que solo tú pudiste sobrevivir y esto es un milagro sabes.

_¡Mi padre era mi única familia en este mundo y la tripulación que pereció nuestras únicas amistades! _ decía el muchacho mientras limpiaba con sus manos las lágrimas de sus mejillas.

_Es doloroso lo sé, y lo siento mucho; pero por ahora no te preocupes por eso hijo. _las manos estaban temblorosas _ Vamos, te presentaré a la gente de la isla.

_¿Señor, cómo se llama esta isla? _

_ Esta isla se llama Torremayor y me agrada que hables mi lengua, por tu apariencia creí que eras de los anglos. _le explicaba el hombre mientras en la orilla de la playa había mucha gente observando el increíble incidente. El anciano lo llevaba abrazado y se adentraron poco a poco en la vegetación que rodeaba la isla. Brexe no imaginaba que este mal día marcaría el inicio de una inverosímil aventura que no tendría precedentes en la historia de los océanos del nuevo mundo.

Etiquetas: ciencia ficción

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS