Y sin saber muy bien cómo, llega un día en donde ya no hay “más tarde”, ya no hay “mañana”, “en otra oportunidad”… sin saber muy bien cómo, llega un día en que te das cuenta que ya es tarde, que ya no hay vuelta atrás, que no habrá otras oportunidades…
Ahora puedo entender tu tristeza, tu soledad, tus miedos. Ahora que la tarde de domingo se hace eterna y cada vez más oscura, donde el silencio hostil va ocupando cada uno de los rincones de esta pequeña casa, ahora puedo entender tu tristeza….
Perdón mamá, perdón… perdón por dejarte sola.
Fue hace muchos años atrás. Cargué el bolso de ilusiones de juventud y me fui lejos. Llené la valija de esperanza, de anhelos, de quimeras, de sincero amor. Con alegría en el alma aposté de llenó a un sueño, a una vida que creí sería feliz. A pesar de tu miedo, a pesar de tu dolor, ocultaste la angustia y no me detuviste, al contrario me alentaste, me acompañaste siempre, me animaste a buscar la felicidad.
Y te dejé sola en mis sueños de juventud… aposté de lleno a algo que hoy creo que sólo existió en mis fantasías. Hoy, muchos años después, miro hacia atrás y no encuentro nada en el camino. Pienso en los años transitados y sólo veo vacíos… ausencias.
He fracasado mamá.
No he logrado construir nada.
Miro hacia atrás y sólo veo una sucesión de días y años que conducen a la frustración que es mi presente. Y hubo señales. Señales que recién ahora comprendo. Indicios de que nada sería como lo soñaba, de que jamás sería prioridad ni alguien importante en su vida. Pero mis esperanzas de juventud, en esos años donde sobran las energías, donde brotan las ilusiones, me impidieron ver la triste realidad y seguí adelante. Adelante pero siempre atrás… atrás de sus decisiones, atrás de sus deseos, atrás de sus prioridades, rogando y mendigando aquel afecto sincero que nunca llegaría. Dejé pasar tanto mamá… perdoné tantas cosas… pero el amor en mi pecho siempre fue grande, la fatídica ilusión era inmensa.
Es domingo, cae el sol, muere la tarde. Me siento muy sola mamá… muy triste y muy cansada de esperar lo que nunca llega.
Pasaron muchos años, los bríos de juventud se fueron apaciguando… hoy despierto llorando, sabiendo que molesto, sabiendo que sobro, y sigo implorando un gesto de amor que no llega. Ahora puedo entender tu tristeza, tu soledad, tus miedos.
He fracasado mamá; no he construido nada. He desperdiciado mi juventud en un sueño muerto desde el principio. Perdón mamá… perdón por haberte dejado sola. Creí que iba a ser feliz, pero sólo encontré frustración.
Ojalá pudiera decirte esto que acá escribo. Ojalá pudiera contarte mi pena y escuchar tus palabras de alivio, de consuelo. Siempre, a cada paso de ese camino tortuoso que yo misma elegí, siempre estuviste conmigo. En cada lágrima derramada había un abrazo tuyo a la distancia; en cada duda había un consejo sabio; en cada ira había una palabra tuya de calma. Pero ya es tarde mamá, ya no hay vuelta atrás. Ya no estás para escucharme y darme abrigo. Me siento tan pequeña y te necesito tanto… Creí que ibas a ser eterna, mamá. Creí que podría ser feliz. Perdón mamá, perdón. En esta tarde que me ahogo en llanto, puedo entender tu tristeza, tu soledad, tus miedos. ¿De qué sirve? Absolutamente de nada, porque ya es tarde, ya no vuelta atrás.
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