Mi abuelo, coleccionaba aves; alardeaba de su enorme jaula, con pájaros de todos colores. Colores que se opacaban con cada día de encierro. Yo odiaba verlos; alas recortadas; su andar limitado por el hierro. Abrí la puerta una noche y no salieron. La rutina los hizo cobardes. Recuerdo a uno por sobre todos, no tenía buen aspecto; algo en su mirada tocó mi corazón y penetró en mi cuerpo. No pude liberarlo, quizás ya estaba muriendo. Por él emprendí mi vuelo, temiendo a los barrotes del tiempo…


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