Había mucha niebla, como retazos de nubes que extraviadas no encontraban el cielo. Entre la bruma distinguí encorvado al que me habría de cruzar al otro lado. Me llegaba el hedor a aguas estancadas y a principio de olvido. No llevaba equipaje, había dejado todos los lastres al borde de mi cama. Jugaba con las dos monedas dentro de mi bolsillo entre mis dedos volátiles y fríos. La calígene se despejó por un momento y un sol angosto se reflejó con opacidad sobre el sinuoso río Estigia…

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