EL VELO.

La trilogia de una historia oculta para la humanidad.

Por: CAIR WILL.

Libro I.


Prólogo.

Detrás de la verdad:

A lo largo de la historia de la humanidad, mitos y leyendas acerca de casos fuera de lo normal han quedado sin explicación alguna. Ante tanta expectativa hay pequeñas brechas de situaciones donde alguien sabe algo o ve algo fuera de lo normal, casos como la extraña desaparición de personas, espectaculares edificaciones, monumentos adorando a seres extraños y pictografía rupestre, son unos de los tantos casos que dejan perplejo al mundo, en esta novela encontraremos respuestas que se desconocían hasta la actualidad; conoceremos seres que han compartido junto con nosotros el equilibrio energético del planeta, veremos una entrada hacia un mundo desconocido en esta dimensión. Accederemos a costumbres, vivencias, logros y fracasos tanto de ellos como de nosotros. Emprenderemos un camino lleno de experiencias vividas dentro de estos dos mundos, lucharemos contra el tiempo en la búsqueda de una verdad que ha permanecido oculta incluso para ellos.



Un ser elegido heredará el poder de dominarlos a todos




CAPÍTULO 1



CRIATURAS EN GUAYAQUIL-ECUADOR

Seres diáfanos deambulan por la Ciudad de Guayaquil en busca de un poder oculto




Presente 3:00 am

A la sombra de un largo y oscuro callejón en una noche cualquiera, la estática silueta de un hombre que aguarda se puede divisar a lo lejos, la escena de lluvia y un incandescente foco en el callejón no pasa desapercibida, junto con bichos tratando de huir de las gotas de lluvia y volando alrededor del foco.

Aquel tipo de apariencia vagabunda, desaliñado con la barba a medio crecer; comienza a seguir a una pareja de enamorados que aparentemente salen de una fiesta muy bien vestidos y con prisa, en la parroquia de Mapasingue. La pareja se cobija bajo un negro paraguas, el hombre con buzo encapuchado se les acerca sigilosamente y con prisa.

Eduardo, de contextura no muy robusta es la pareja que acompaña a la bella dama y; Gabriela, una bella rubia de delgada figura, se percata del tipo y propone caminar más rápido, el hombre misterioso corre tras ellos. Los alcanza. Saca un cuchillo tan grande como su antebrazo —si huyen, los mato —les dice con voz queda.

La pareja temerosa se detiene.

—Dame tu billetera y tu celular, imbécil. Lo mismo para tu noviecita —el misterioso hombre vocifera y los apunta con el cuchillo, ella queda paralizada del miedo, pensando si darle o no sus pertenencias.

En aquel momento, al inicio del callejón donde se divisa la avenida principal, aparece un auto de la policía; patrulla como es de costumbre en la madrugada. Se detiene temporalmente en la esquina.

El maleante susurra —no se muevan, deje que pase.

Eduardo tiene un repentino impulso de decidir si apresar aquel delincuente o si deja que pase la policía; por su cabeza se cruzan muchas preguntas, las que le repiten una y otra vez —¿Si después que pase la policía, el delincuente quiere violar a Gabriela? ¿O si me quiere matar? he visto su rostro, ¿Qué hare?

La tenue escena da paso a un ser diáfano, éste trata de influenciar con un susurro en las decisiones de Eduardo —detenlo… detenlo… ahora, en este momento que esta la policía; hazlo… hazlo.

Motivado por esa voz de aliento para hacerlo, como una fuerza que le alimenta las ganas de atraparlo; en el momento que la patrulla arranca Eduardo decide atacar al delincuente, lo agarra de un brazo y del buzo para quitarle el cuchillo.

Un grito desgarrador irrumpe la noche —¡NO…!

El auto de la policía se detiene y enfoca hacia la escena con el faro de luz, la tenue visión por la profundidad del callejón no percata a los policías de que el ladrón le propina un cuchillazo en el abdomen a Eduardo. Pero escucharon claramente el grito de la mujer. El acto fue tan repentino que Eduardo no cae inmediatamente y, mira su mano llena de sangre.

Gabriela desconsolada y sollozando lo toma con fuerza en su regazo.

La policía inmediatamente se aproxima. En vano, el ladrón ha huido por el otro lado del callejón y uno de los gendarme lo sigue hasta llegar a una zona más densa; el comienzo de un barrio espeso y oscuro. Son muy pocas las ganas de acceder por él.

En ese momento el espectro diáfano que alentaba con el susurro a Eduardo, e invisible para la visión humana se aproxima mucho más, movimientos zigzagueantes con la cabeza delata que aparentemente absorbe del ambiente una energía leve y densa; la inhala impetuosamente de la escena donde Eduardo agoniza.

No muy a lo lejos, un par de ojos llenos de curiosidad tan anormales y diáfanos como los que han influido en Eduardo, observa atentamente. Fija su mirada inquisidora en la criatura que toma energía del ambiente, tan impaciente e irresistibles son sus ganas de atacar que no la contiene. Sin reparo alguno mientras se prepara a atacar; piensa —es el momento justo, lo aniquilare antes de que ese carroñero se aproveche completamente de la energía emanada por ese humano y quiera huir. O peor, arruine mi encomienda al matar al humano, por no medir su voraz ancia de energía.

Esta criatura que asecha, desenfunda un sable energético del brazo derecho, pretende envestir al carroñero; lo sigue con una velocidad casi imperceptible y logra alcanzarlo a unos pocos metros de donde se encuentra la víctima humana; lo taja con ayuda del sable por la mitad. El deceso del carroñero semeja a un cuchillo atravesando una columna de humo y los fragmentos energéticos de su muerte se disipan por el ambiente, ya que murió al instante fácilmente. El verdugo ser, enfunda el haz energético en su antebrazo; en un compartimiento lateral. Alza su alargada cabeza sin cabello para absorber por unos orificios que hacen de nariz parte de los restos destellantes que dejó la muerte del carroñero, los demás restos los absorbe con su pequeña boca como si se tratase de humo.

Su figura y la lucha fortuita permanecen sin visualizarse para los humanos, todo fue desapercibido.

La policía toma a Eduardo y lo sube a su camioneta para asistirlo en un hospital, el diafano los sigue, corriendo; casi como si volara, sus extremidades inferiores poco se divisan; como si no existieran. Va sin que las personas se den cuenta de su presencia, avanza de calle en calle.

Llegan al hospital, Eduardo agoniza por la pérdida de sangre; se queja mucho. Gabriela se lamenta cerca de él.

El doctor le pide que se retire. Ella avanza mientras llora desconsolada y se sienta en la sala de espera del hospital.

En aquel momento, entra por la sala aquel espectro sigiloso y vacilante, observa al chico detenidamente postrado en la cama y trata de levantar su cuerpo energético, lo toma de la mano. Eduardo tiene repentinos ataques y luego queda inconsciente, su cuerpo físico entra en letargo.

Esta criatura al levantar lentamente a Eduardo le revela un mundo lleno de luces destellantes con vivos colores, el lugar tiene la forma de la sala de espera de un hospital pero mucho más iluminada, todo destella ligeramente en el lugar; filos de paredes y senderos.

—¿Dónde estoy? —se pregunta pensativamente Eduardo. Observa sus manos, no entiende por qué son traslúcidas y levemente blancas, observa a la lejanía pequeñas criaturas al final de un callejón; no parecen animales ni personas, sus formas y tenue luminiscencia no concuerdan con lo que está acostumbrado a ver—. —Pueden ser seres celestiales —Concluye.

Avanza unos pasos y ve juguetear una especie de perros fantasmales, poseen colas largas y finas; sin pelos, trompas alargadas, orejas puntiagudas, levemente diáfanos. Corren en las afueras de aquel lugar, al parecer recogen con el hocico energía volátil del ambiente.

Eduardo camina por un sendero que se le hace presente; siluetas parecidas a personas van y vienen del lugar. Nota que un hilo casi invisible lo sujeta, este nace desde su coxis; no toma asunto y sigue su camino por aquel hermoso lugar —¿Será que he muerto? —Se pregunta—. —¿Y esto es el lugar donde van las personas?

No lo creo —asegura.

Sigue caminando y el lugar de a poco toma forma, se percata que las criaturas que jugueteaban estaban en la calle, fuera del hospital. Siguiendo su curiosidad se encuentra con un gran espacio en el suelo, semejante a una gran ventana espectral, Eduardo se acuclilla para poder observar mejor; nota que está situado justo frente al hospital y, la ventana le permite ver a través de ella, observa una hermosa planicie con pasto ligeramente brillante; unos pocos árboles se irgen segmentadamente. Es algo muy intenso.

—¿Todo en este mundo es así? —se pregunta para sí mismo.

Se asoma a través de la ventana y observa hojas luminosas en la cima de lo que parecen árboles, estas semejan fuego de color turquesa; se extinguen de a poco y vuelven a nacer como una llama viva, montañas, árboles y senderos de diferentes y tenues colores luminosos para su vision se dan a notar; por la oscuridad de la noche se visualizan parcialmente e incandescentes, iluminan levemente el lugar. Eduardo se queda observando.

A través del espacio que le muestra otro mundo, puede divisar a lo lejos una silueta casi humana que camina hacia él. Aquel ser de aspecto etéreo y ligeramente reluciente, toma un fruto de uno de los árboles que se encuentran en la planicie, llega hasta Eduardo y se acuclilla frente a él; al otro lado de la ventana para tomar contacto, le obsequia el fruto. Se muestran frente a frente, Eduardo toma el fruto dando la impresión que estuviese recogiéndolo de un lago; luego trata de distinguir el rostro de la criatura etera, sin éxito. Nota que el ser emana una luz amarilla fosforescente de su brazo derecho, y los ojos le brillan con la misma tonalidad, la criatura se comunica —tómalo y absórbelo, esto te ayudará a resistir al accidente que te ocurrió.

¿Accidente? —le pregunta Eduardo.

—¿No recuerdas lo que te sucedió? —Le contesta con una pregunta la criatura.

—Se que atentaron con mi vida y; ahora he de estar en un sueño. Oh…; esto tiene que ser el limbo.

No —el espectro responde con sarcasmo—. Estás a punto de morir, y te puedo salvar.

Eduardo se sorprende al ver el rostro de este ser, su visión se aclara y lo puede identificar.

Posee orificios nasales sin cartílago, sin cabello y boca pequeña. Una luz amarilla fosforescente emana de sus grandes ojos. También distingue un par de palpos que sobresalen de cada extremo de su boca, como una protuberancia holgada y delgada; semejante a un flácido dedo, su tonalidad corpórea es marrón muy claro y reluciente, traslúcido, con un atuendo muy peculiar. Desnudo, solo lleva una especie de capa color blanco hueso delgada y recogida alrededor de su hombro derecho, le cuelga hasta abajo; sobrepasando un poco por detrás de la cintura. Todo su cuerpo brilla tenuemente.

Eduardo anonadado le pregunta —¿Te crees Dios?

No —le responde en seco—. Solo soy un nail.

—¿Nail? le pregunta Eduardo.

Me llamo Juba, y soy uno de los pocos nails que quedan de mi estirpe —contesta la criatura—. ¿Tú eres Eduardo, verdad?

—¿Cómo lo sabes?

Te he seguido. Con ustedes los tangibles hemos compartido la vida desde que no eran ustedes.

Eduardo pregunta con asombro —¿Cómo es eso?

Si te lo explico ahora no lo entenderíasJuba le extiende la mano y le dice—, si quieres vivir tienes que absorber este fruto y hacerme parte de ti, dejarme habitar en tu cuerpo.

¿Vas a poseerme? —Le pregunta Eduardo.

Algo parecido —replica Juba—, cuando estemos en tu mundo podre formar parte de ti en lo que es la transicion, en tu mismo cuerpo o; ser dos por separado; transmodificandome a mi forma física.

—¿Lo haras voluntariamente? —Eduardo se empecina.

La criatura le replica —Sí. Pero con tu consentimiento, y a cambio te ayudare a sobrevivir. Sentirás estrago al principio cuando yo entre y salga de tu cuerpo, pero no es mucho que digamos; solo será como la sensación de estar con energía y estar cansado; algo pasajero. Podrás entrar a voluntad a este mundo que observas, aunque no es tan fácil entrar y salir, tendrás que practicar para que ambos compartamos las dos dimensiones; nosotros seremos la puerta de cada uno y, con el tiempo aprenderás a vernos y escucharnos desde tu mundo.

Espera, espera… —lo interrumpe Eduardo —cuéntame mas despacio, que tus palabras me enredan.

No hay mucho tiempoJuba se apresura a contestar—, nosotros deambulamos por tu mundo, y somos invisibles para las personas. Con mi ayuda observarás los tipos de energía existentes, y su influencia. Las personas que tienen energía muy baja o las que se encuentran en peligro, son presa fácil para los nails malignos o carroñeros como los llamamos, a estos les gusta influir, poseer y transformar el carácter de ustedes; estas criaturas suelen habitar sus cuerpos sin su consentimiento; en otras palabras lo que ustedes llaman poseídos. Te enterarás de muchas cosas más, esto es solo el comienzo. ¿Qué edad tienes?

—Cumplí veintiocho.

Tu novia muy bonitaJuba le sigue la plática.

—Ella tiene veintiuno.

Hacen bonita pareja —le dice Juba.

—¿Qué ganaré al dejarte ser parte de mí? —le pregunta Eduardo.

Te daré un poco mas de energía para que te recuperes del accidente que te ocurrió.

Eduardo vocifera —¡Ya recuerdo! Me apuñalaron y estoy en un hospital.

Sí. —Le afirma el nail.

Eduardo finalmente observa detenidamente el fruto y examinándolo pregunta —¿Cómo me alimento de esto?

Solo absórbelo, como lo haces con el aire —Eduardo observa con atención el fruto que es levemente denso pero firme. Admira lo hermoso que es, ve cómo esa sustancia energética circunvala en su mano dando la forma de aquel bello fruto.

—¡Está bien! Estoy preparado.

Listo. ¡Bienvenido a Cerra, el mundo de los nails!

Una luz cegadora se abre en el cielo de aquel mundo donde se encuentra Juba. Una fuerza poderosa introduce a Eduardo por la ventana espectral, llevándolo al mundo que se divisaba a través de ella; como si estuviese volando. Entra en estado de total relajacion, el tiempo le parece una eternidad; lo embarga una quietud y comodidad relajante. De soslayo ve a Juba a su lado y, de a poco va desendiendo al iluminado lugar que observó por la ventana.

—¿Dónde me encontraba hace un rato?

Juba le responde —En tu mundo. Ahora estamos en Cerra; mi mundo. Y lo que observabas es un reflejo de mi mundo, lo viste a través de espacios interdimensionales existentes como el agua. Por ella podemos cruzar de una dimensión a otra. Ahora libera tu mente, sé parte de mí mundo; sé lo que ninguna persona puede ser en el tuyo. Aquí tus mayores destrezas se hacen realidad, eres libre de dirigirte donde quieras, estas en proceso de cambio.

—A ver si capté —habla intrigado Eduardo—, ¿hace un momento me encontraba en mi mundo y ahora estoy en el tuyo?

—Asi es —le afirma Juba—. Lo que sucede es que mi mundo y el tuyo son parecidos, aun cuando te encuentres en el plano energético de tu mundo.

Juba hace una pausa para ordenar sus palabras.

—Mientras tanto te explicare un poco: en cuanto a la relación con el tiempo, y contigo aquí; lo que son dos horas en mí mundo son dos minutos en el tuyo. Esta regla se da siempre y cuando el «silo» o energía espectral de un humano esté en mi dimensión; mientras tú ocupes la tuya y yo la mía, el tiempo se mueve igual en ambas.

Eduardo asiente. —Esto es increíble, me siento ligero —continúa sorprendido mientras observa la luminiscencia del lugar.

Eduardo toca el tibio pasto reluciente que se deshace y se reconstruye en sus manos.

—Es como tocar fuego sin quemarme.

Caminan despacio mientras platican, más adelante Eduardo ve en el piso de un largo sendero pequeños orificios en siluetas secuenciadas, que en su interior muestran extrañas siluetas humanas.

Juba observa a Eduardo con atención, lo toma del hombro y continuan; lo eleva casi como si flotaran, por montañas espectrales, cornisas y árboles.

—Qué divertido —dice Eduardo.

Juba lo suelta como a un bebé dando sus primeros pasos.

—¡Es grandioso! —exclama Eduardo que se desliza con dificultad por el lugar, le cuesta mantener el equilibrio y bajan; ahora camina despacio y cauteloso.

—Cruza por aquellas pendientes y veras lo fácil que es —le sugiere Juba y Eduardo esta dispuesto a intentarlo.

Poco a poco Eduardo se adapta al entorno

—Te lo dije, lo que viene a continuación no lo creerás.

—¿Y esas siluetas que vimos hace un momento? —Pregunta curioso Eduardo—, ¿Son personas?

La pregunta queda en el aire, Juba se adelanta a seguir mostrándole el lugar.

Tenuemente mientras camina, Eduardo ve nuevamente lo que parece ser personas; como si se viera através de un lago con pequeños agujeros distorsionándolos. —Ahí están otra vez.

—Son los humanos que están en tu dimensión —le contesta Juba mientras se aproxima—. En otras palabras, es tu mundo; así es como los vemos y cruzamos desde aqui, a través del agua que está en tu dimensión. Ustedes no nos pueden ver, ni aunque cruce por esas brechas de agua hacia el “Velo”; es así como se llama la mitad entre mi mundo y el tuyo y hasta donde puedo llegar por ahora; es donde te encontrabas hace un rato; antes de que absorvieras el fruto. Así que nosotros los nails, solo somos siluetas invisibles, no podemos materializarnos. Para que nosotros podamos materializarnos en la tierra, necesitamos una puerta; un acceso físico material. En cambio tú, Eduardo; posees tu cuerpo, mientras que yo necesito de la aprobación de una persona para poder materializarme en tu mundo, ahí es donde toma parte tu ayuda.

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