Jamás imaginé que aquel llanto que me llenó de alegría aquel domingo 23 de noviembre a las 11:45 de la mañana, un pequeño ser que sólo pesaba 3 kilos y 260 gramos, me llenaría de ojeras toda una vida. Este ritual se ha repetido día tras día a las 06:30 de la mañana. Hay veces que este ser pequeño y tierno de día, olvida que puede serlo de noche y sus lloriqueos logran despertar a cualquiera.
Una de las tantas veces.
01:20 de la madrugada y la ternurita de papa llorando.
- TOC TOC, suena la puerta: Disculpe vecino, pero su bebé está llorando y no me deja dormir. Mañana tengo una reunión importante en la que me pueden ascender a jefe de la oficina y debo llegar descansado.
- Yo: Gracias vecino por avisarme, no me había dado cuenta que el bebé lloraba.
04:00 de la madrugada y el príncipe del hogar otra vez llorando
- TOC TOC, suena la puerta: Vecino, se ha vuelto a despertar su hijo, de verdad necesito dormir, y con el niño llorando no puedo.
- Yo: Gracias vecino, no lo había notado nuevamente. De no ser por usted hasta olvido que es mi hijo.
05:10 de la madrugada. El nene de papá convertido en una cascada de lágrimas.
- TOC TOC, suena la puerta: Vecino es la tercera vez que su hijo…
No se que pasó realmente, pero recuerdo al vecino de espalda en el suelo y pataleando como tortuga que intenta ponerse en pie, con la nariz rota y sangrando profusamente, su esposa gritando desesperada, la mía regañándome por lo que había sucedido y mi hijo… la bendición de papá, lloraba aún más fuerte en el antejardin, con el chupete en una mano y su manta preferida en la otra.
Evidentemente debí cambiarme de barrio, presentarme ante un juez por mi acto “Irresponsable” como me dijo el y asistir a terapia para controlar mi ira.
Los llantos de mi “criaturita” se repiten de lunes a domingo. No le importan los feriados, día de Reyes, nochevieja, ni sus cumpleaños ni mucho menos el mío. Siento que a pesar de ser un bebé tan pequeño, sabe muy bien como manipularnos. Es un conocedor de esta arte y la aplica a la perfección con su madre, abuelos y tíos.
Me he dedicado a observar detenidamente su comportamiento, para saber cómo es capaz de tal hazaña: Obtener todo lo que desea sin derramar una lágrima. Y la verdad es que no puedo entenderlo. Juguetes, yogurt, golosinas y patatas fritas las consigue de manera fácil.
En el supermercado
- Mi mujer: Cómprale esa bolsa de patatas fritas al bebé que la desea.
- Yo: Pero si no ha dicho nada.
- Mi mujer: Acaba de mirarla.
- Yo: Pero si no la ha indicado ni con el dedo.
- Mi mujer: Yo conozco a mi hijo y estoy segura de ello.
- Yo: No es posible que sepas que es lo que desea solo por que lo mira. Ya, vámonos que acordamos de ver fútbol con mis amigos hoy por la tarde. Juega el Atlético.
Apenas volteo con la carriola del bebé para buscar otro pasillo del supermercado y el llanto fue realmente, desgarrador, del alma, inconmensurable. Guaaaaaaa!!!!!! Todos me miraron y yo sin saber que pasaba, encogiéndome de hombros, miré a mi mujer buscando una explicación:
- Mi mujer: ¿Que te dije del niño? Cómprale inmediatamente las patatas.
- Yo: Pero si no puedo llevar las cervezas porque debemos ahorrar para su educación y me dices…
- Mi mujer: Debemos comprarlo, evitémosle traumas. Ahora abrázalo, necesita contención.
¿Contención? pensé, ¿Que es eso? Recuerdo que cuando pequeño la única contención que tenía era la que me daba Toby, mi perro. El se acercaba moviendo su cola y lo abrazaba cada vez que “Doña chancleta” hacía su trabajo. Recuerdo una vez de pequeño cuando quería comer patatas.
- Mama: Compórtate o “Doña Chancleta” va a entrar en acción.
- Yo: Pero mamá si solo quiero esa bolsa de patatas.
- Mama: No tengo dinero para eso. Y apresúrate que debo llegar a casa a preparar la comida de tu padre y a meter estas cervezas al frigorífico.
- Yo: Pero mamá, si solo cuestan 1 peseta y la tengo en casa, la abuela me dio 10 ayer. Te las devuelvo apenas lleguemos.
- Mamá: Apresúrate.
- Yo: Pero mamá
- Mamá: contaré hasta tres, muévete
- Yo, casi llorando: pero mamá…
- Mama: uno, dos y…
“Doña chancleta” entrando en acción sin importar que estábamos en el supermercado y al fondo del pasillo se encontraba el “veneno”, el compañero más burlesco de la clase, un verdadero bufón. Debí soportar que el curso entero se riera de mí por una semana y me cantara una canción que inventó el mismo ser antipático de aquella clase usando el estribillo de Don Diablo de Miguel Bose.
Patatas 1 peseta
mi mama no comprara
chancleta que vuela y yo me pongo a llorar
parezco una nena
Hasta una coreografía poseía la mentada canción. Yo ante eso me sentía indefenso e incapaz de responder.
Aquella tarde debí comprar las patatas, abrazar a mi hijo para darle la contención y quedarme sin ver el partido ya que el tesoro de papá solo quería mi compañía. Fue como si supiera que deseaba irme de cañas. Me hizo jugar con cada uno de sus juguetes. Ese día mi querido Atlético venció por 4 a 0 al mismísimo Real Madrid. Esa tarde todos celebraron. Excepto yo.
Su madre, mi mujer, ni corta ni perezosa aprovechó para que aquella tarde cortara el pasto, limpiara los vidrios y reparara – o al menos lo intentara – unas clavijas y enchufes que sinceramente no quedaron del todo bien. Eso lo supimos cuando encendimos el microondas y la cuadra entera quedó sin electricidad por 3 horas.
Todo mi trabajo, a pesar del corte de electricidad, merecía una recompensa, de esas que solo una mujer puede entregarle a un hombre. Me preparé bien para ello, no siempre me piden o dan algo así. Me bañe, me perfumé, rasuré la barba, cambié las sábanas y encendí un incienso en la habitación. Todo estaba de maravillas. Mi mujer con un baby doll rojo que combinaba con el color de sus uñas, se había depilado la pierna completa, con rebaje incluido, se había puesto el perfume que me encantaba, la música sonaba y era de aquellas que lleva a subir las pasiones: Careless Whisper de George Michael. Todo bien, hasta que un llanto quebró el ambiente.
- Mi mujer: El bebé llora
- Yo: Si, lo escucho. Creo que se detendrá en 1 minuto
- Dos minutos después mi mujer ya impaciente: El bebé sigue llorando
- Yo: Justo ahora cuando…
- Mi mujer. ¿Cuando que? Tienes mucha prisa?
- Yo: No
- Mi mujer: ¿Entonces’
- Yo: Anda tu.
- Mi mujer: ¿Por que yo?
- Yo: Ayer acordamos que hoy lo verías tu.
- Mi mujer: Si, pero estoy desnuda y me va a dar frío… ve tu amorcito… – voz melosa y hablando como bebe- a la vuelta ni te imaginas la recompensa que tendrás…
- Yo, luego de echar a volar mi imaginación mientras ella hablaba: Ok, voy yo, pero no te duermas.
- Mi mujer: ¿Yo dormirme? Como se te ocurre.
Recuerdo que corrí al otro cuarto, el de mi bendición, lo arrulle en mis brazos rápidamente e intente que se quedara dormido, pero seguía llorando.
- Mi mujer gritando desde nuestra habitación: Debe tener hambre!!! Hazle su leche!!!
Yo corrí a preparar su biberón. El no dejaba de llorar. Imaginaba aquella noche de pasión que no teníamos desde que nuestro hijo había nacido. Le di su leche y seguía con los ojos tan abiertos como si fueran las 10 de la mañana aun cuando era medianoche. Un paseo por el comedor, dos, tres, cuatro… quince vueltas y sus ojos seguían abiertos mirándome atentamente. Al menos no lloraba y eso me daba esperanzas.
Al cabo de 25 minutos volvió a dormir, así que volé a la habitación para buscar a mi mujer que me esperaba también durmiendo. Se había puesto su pijama de polar con un gato rosado en el pecho que decía en letras rojas LOVE. Todo lo imaginado ya se había ido al carajo.
En esa situación es imposible intentar retomar lo ya andado. Recuerdo que dos años atrás ella se había quedado dormida y yo intentaba que las pasiones se volvieran a encender.
- Mi mujer: ¿Que haces?
- Yo: Te abrazo.
- Mi mujer: Pero también estás intentando besarme en el cuello.
- Yo: ¿Tiene algo de malo? Eres mi mujer
- Mi mujer: Si pero estaba durmiendo.
- Yo: Pero si es solo un abracito y un besito.
- Mi mujer: Quita tus manos heladas de mi espalda.
- Yo: Pero si es con amor
- Mi mujer: Ay!!! Me besaste en el oído… me ha quedado un ruido como de un pito, como un silbato.
- Yo: Tómalo y nos arbitras el partido de mañana.
- Mi mujer: ¿Crees que tengo ganas de reír a las 2 de la madrugada?
Esa noche, como tantas otras, debí dormir en el sofá. Por suerte ya sabía que bajo el debía que guardar obligatoriamente mantas y que su grosor dependían de la época del año. Eso lo aprendí de manera dura, cuando llegó el invierno y solo había mantas de verano.
El viernes siguiente si pude salir por unas cervezas, mi “amada suegra” había ido a casa y se quedó con mi mujer. Como deseaba ver a nuestro bebecito no tuvo reparos en quedarse esa noche. Bueno, tampoco las siguientes 30. Se hizo un mes completo.
- Mi suegra: Un viaje tan largo, no puede ser por tan poco tiempo.
- Yo: Pero si de Torrijos hasta acá es bastante cerca. Además el tren es rápido.
- Mi suegra: Me he ido a vivir a Lepe hace ya medio año. ¿Acaso no lo sabías?
- Yo: Eso explica todo.
- Mi mujer: ¿Explica que?
- Yo: Lo …
- Mi mujer: ¿Lo que?
- Yo: Lo… mucho que se ha tardado en llegar.
- Mi suegra: Así es, mas de 6 horas.
Por suerte esa vez no dije lo que pensaba, pero mi mujer lo intuyo. Mi suegra no comprendió nada y era de suponerse. Por esa razón y otras que mi mujer me comentó, pero que no comprendí – sinceramente es complejo entenderla – ese viernes el sofá debió acogerme, ya que el querer salir aprovechando que mi esposa no estaba sola, se interpretó como que si no quisiera ver a mi suegra. Eso en parte era verdad, pero necesitaba salir y ver a mis amigos, esa tropa de hombres que al igual que yo, sufren las desventuras de ser padre, esposo y sobre todo yerno. Uno jamás imagina que una mujer, el ser más hermosa de la creación, esa cosa bella, romántica y amorosa en su tierna juventud sufra la mutación más horrenda que exista y termine llamándose suegra. Un ser mutado que ni Gregorio Samsa lograría comprender.
Uno de esos viernes en que ella acompañaba a mi mujer, recuerdo que hablé a mis amigos sobre lo que sucedía con mi vida. Que ser padre había sido hermoso, pero a la vez complejo, además que tener pareja resultaba tan extraño, puesto que mi mujer había cambiado con el tiempo, y vaya que había cambiado. Ya no era esa dulce amante, esa mujer fogosa, una que no dormía ni me dejaba dormir, la que cada vez que me besaba, sus labios hacían que se derritieran los míos y su lengua realizaba una danza en mi boca que quedaba echándola en falta y soñando con ella por varios días. Al parecer el matrimonio había extirpado esa parte de ella a tal punto que muchas veces no la reconocía. Ahora solo tenía sueño y deseos que le rascaran la espalda, como un gato. Al terminar de hablar recuerdo que miré a mis colegas y la mayoría miraba su vaso en tono de resignación, e incluso dos tenían lágrimas en sus ojos. Al parecer mis vivencias no estaban tan alejadas de las de ellos.
No se por que extraña razón, quizá producto del alcohol bebido, a esa hora de la noche llevaba varios litros de cerveza en el cuerpo, me puse de pie, pedí silencio y comencé a dar un discurso que no recordé hasta el día posterior, cuando desperté con un dolor de cabeza fatal por el nivel de ebriedad alcanzado y con mi criaturita saltando en la cama: el pequeño terremoto que tengo por hijo. Había llegado no se como al cuarto de invitados. Recuerdo que esa mañana, a eso de las 11:00 hrs, cogí el móvil para ver si podía encontrar en él algo que me hiciera recordar la noche anterior, obtener una respuesta. Y así fue, pude reconstruir lo que necesitaba. Tenía muchas notificaciones de facebook gracias a un video en vivo que había transmitido uno de mis amigos la noche anterior en el bar. En él me ponía de pie sobre una silla, pedía silencio y con un vaso en la mano comencé a dar un discurso que jamás olvidaré. Evidentemente mi mujer tampoco; las mujeres jamas olvidan.
“ ¡Hombre oprimidos por el yugo femenino, uníos! Solo unas pocas voces del mundo responderán cuando le gritemos estas palabras al mundo. Esta sociedad polarizada donde cohabitan dos clases, los oprimidos, o sea nosotros – bebí un sorbo – y los opresores, esa mano femenina que nos obliga a ir a la feria todos los sábados, comprarles toallas femeninas sin saber cuales son y que se enojan porque llevamos las equivocadas. Esas mismas que usan nuestras rasuradoras para depilarse las piernas y después decirnos: Yo no fui, como se te ocurre que yo podría ocupar eso. Estos monstruos que se han creado bajo el amparo y apoyo de sus madres, esos engendros llamados suegras, que con sus lenguas venenosas son capaces de envenenar un barrio entero con sus palabras. Esas mujeres que se han desarrollado en esta extraña sociedad son el enemigo en común al que debemos derrotar. Llamo a toda la clase oprimida a crear el Movimiento Libertario Masculino. Por eso compañeros… Revelaos!!! “
Al terminar se escuchó un aplauso cerrado de todo el bar, una ovación que jamás se había escuchado ni en el último concierto de Black Sabbath ni ante la mejor media Verónica en las plazas de toros en la historia de toda España. Mis compañeros me levantaron en sus hombros y me pasearon por cada espacio de aquel sitio que a esa hora hervía por el gran discurso entregado. Tanto así que en cada mesa me daban un vaso de cerveza que bebía de un golpe y sin respirar, repitiendo cada vez que tomaba: Esta cerveza me encanta ya que es como mi suegra fría y amarga.
En apenas 10 horas el video había sido compartido 2.345 veces, reproducido 5.432 veces, tenía 3.001 me gusta, 2.000 me encanta, 1377 me asombra, 48 banderitas del orgullo gay y 1 me enfurece, el de mi esposa. Los comentarios eran algo aparte.
– Compañero, estamos en la lucha por nuestros derechos. Somos muchos los que nos apuntamos al Movimiento Libertario Masculino.
– Una borrachera inolvidable. Deseamos que puedes volver a tu hogar y que tu mujer no te corra a patadas. Cuenta con un rincon en mi hogar si lo necesitas. Eso si, no se lo digas a mi esposa.
– Somos muchos los que nos sentimos como tu, pero no somos tan estúpidos como para mencionarlo.
Dentro de todos estaba el de un grupo feminista de Madrid que decía
– Por tu bien esperamos no encontrarte en alguna calle, si no usaremos la misma rasuradora con que te afeitas y tu mujer se depila para castrarte lentamente.
Creo que el peor de todos era el que había dejado mi esposa. Un mensaje claro, preciso, sin lugar a interpretaciones, como un corte realizado por el mejor especialista usando su mejor bisturí:
“Amor, como sé que verás esto mañana puesto que anoche no pude hablarte ya que estabas tan borracho, te dejo la lista de la feria: 5 kilos de papas, 2 de limones, 3 de zanahorias, 1 lechuga y 1 repollo. Además las toallitas son las con alitas tradicionales de envase amarillo. Agradece a tus amigos que te trajeron a casa o aun estarías durmiendo en el bar. Un beso y llegaremos a las 3 de la tarde. Aviso esto para que tengas el almuerzo preparado. Debes hacer el plato preferido de mi madre, que imagino sabes cual es. Un beso.
PD: El bebé tiene doctor a las 12 del día.
PD: Movimiento Libertario Masculino, jajaja…”
Para evitar más vergüenzas y ganar tiempo preferí levantarme, tomar una ducha y preparar todo para llevar a mi hijo al doctor. Debía ganar tiempo.
- Movimiento libertario Masculino, no es tan mala idea.
Dije inconscientemente mientras tomaba la ducha.
- Ya habrá tiempo para aquello.
SINOPSIS
Tras 4 años de matrimonio y luego del nacimiento de su hijo, Iñaki siente que su vida ha cambiado. La rutina y una matrimonio monotono le han llevado a pensar que debe hacer algo para cambiar su rumbo. Tras una noche de borrachera y luego de comentar sus vivencias y penurias piensa que sería bueno agrupar a todos los hombres que comparten esta experiencia y propone crear el MOVIMIENTO LIBERTARIO MASCULINO (M.L.M.), cosa que no es bien recepcionada por su mujer, quien termina por echarlo de su hogar.
Iñaki experimentará una serie de sucesos como vivir en pensiones de mala muerte o con su abuela sorda y senil que no es capaz de identificar lo peligroso de un terremoto, confundiendo la realidad. Buscará sin resultados llenar el vacío de su separación con la conformación del M.L.M, el que, por cuestiones de tiempo de los interesados, siempre acaba siendo aplazado.
El protagonista replantea su vida y reconoce que nunca ha dejado de amar a su esposa y que, pese a las dificultades, prefiere su hogar que estar fuera de este, reflexionando que su esposa, Antonia, y su hijo, Santiago, son lo más importante en su vida y hará todo para volver a estar con ellos.
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