Como aquellos niños que corren
corrían los días más felices, y yo feliz,
y como aquella niñez y aquellos días
he de saber que no van a volver más.
Se quedaron atrás, junto con la libertad
de que me toque el viento y no escuche su voz
o que respire tranquilo algo que no sea su aroma,
pero el viento solo corre y trae lo que hay.
Caerán lágrimas como hojas de otoño
con el sol brillante y el cielo desanimado,
correrán la misma suerte que la niñez y los días
pues pasarán para nunca más volver a ser.
Se secan rápido, como se seca el fruto
que jamás fue cosechado,
porque había miedo de abundancia
en la tierra de los más pobres.
Esa tierra que de a pocos se hace lejana,
como lo que trae el viento en la mañana
y susurra fuerte durante la noche;
se hará lejana hasta no volver.
No todo permanece, pero el corazón no olvida,
la melancolía crece, la mente se da por vencida.
Y pasarán los días como aquellos niños de prisa,
mas lo que el corazón guarde, morirá intacto.
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