Al hostil ya a la piedra no envolvía,
en eternal dureza no mostraba
Serpientes como sogas agitaba;
la gorgona que al espejo se volvía.
Espada del guerrero se aguzaba,
a la piel de escamas que dormía
Con sempiterno solano de agonía
que el vástago del Dios no aguardaba.
Él marcial furtivo se asomaba,
con resguardo de la palma dirigida
quien la Diosa briosa manejaba.
La gorgona inerme en su guarida
al osado de Perseo que acababa;
por decapitar la mortal oprimida.
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