CAPÍTULO 1

EL INICIO

La furgoneta hizo crepitar ruidosamente la gravilla del camino de acceso a la casa. Los cuatro ocupantes bajaron de forma presurosa del auto, ansiosos de estirar las piernas y de levantar sus traseros entumecidos de los asientos tras el largo viaje, y ávidos asimismo de comenzar con el novedoso trabajo para el que les habían contratado.

Tomaron el equipo para grabar desde el minuto uno. La presentadora se colocó en posición, delante de la puntiaguda verja de entrada, atusándose con los dedos el hermoso, largo y rubio cabello, nerviosa e impaciente por dar lo mejor de sí misma en esta nueva singladura en su carrera televisiva.

-¡Bienvenidos, señoras y señores, a nuestro inquietante programa “La mansión maldita”! Soy Paula Sánchez y desde ahora les conduciré gustosamente por los entresijos de este flamante espacio televisivo que hoy estrenamos. La dinámica del concurso consistirá en que cada fin de semana encerraremos a nueve concursantes dentro de esta “espeluznante” residencia, que pueden contemplar detrás de mí, con el objetivo de pasar una serie de pruebas, cada cual más difícil y “peligrosa”, siendo eliminados progresivamente hasta quedar sólo uno de los participantes, quien recibirá como premio a su habilidad…., nada más y menos que…, agárrense…, ¡un millón de euros!

Aquí la guapa presentadora hizo un gesto casi imperceptible al productor para que desactivara la verja eléctrica (dispositivo prohibido en realidad por la cadena de TV debido a sus connotaciones letales y de mala prensa) que impedía el paso a través de ella, tanto la entrada de curiosos o indeseados auxiliadores de los concursantes, como la salida (o más bien la huida) del recinto clausurado si se arrepentía alguno de su participación en el novedoso programa.

La cancela chirrió siniestramente en sus goznes debido al óxido acumulado durante años. Adrede, ningún elemento externo de la casa había sido restaurado de modo visible, salvo los indispensables por motivos de seguridad; no así el interior, que hervía de remodelaciones destinadas a la consecución del guión programado y al ansiado aumento último de los índices de audiencia.

-Acompáñenme -continuó Paula- hacia la entrada de la mansión. Pueden ir admirando el espacioso jardín que circunda la finca. Tupidos árboles sombríos, inmensos matorrales espesos… Desde el inicio la atmósfera del lugar es opresora, claustrofóbica, amenazadora, horrenda…, todo tendente a turbar al espectador y principalmente a los sufridos concursantes.

La mujer se movía de manera arrebatadora, contoneando las impresionantes caderas que ella sabía que eran su mejor arma. Al sensual conjunto se sumaban una cintura de avispa, unos notorios pechos redondeados y unas piernas de infarto, todo ello resaltado a propósito por un estampado y ceñido vestido con minifalda y unos tacones de vértigo.

Ella seguía hablando, no paraba de hacerlo, pues era una profesional, aunque bien sabía que todo el público masculino heterosexual (y también femenino lésbico o simplemente envidioso) no atendería ahora a sus comentarios, sino que lo haría de modo exclusivo a su excitante cuerpo, lo cual repercutiría en más audiencia, lo cual llevaría a una mayor permanencia del programa en antena, lo cual la conduciría a acrecentar su propia fama, lo cual le aportaría un substancial aumento de sueldo, lo cual le aseguraría más y mejores contratos televisivos…

Paula no cesaba de parlotear, ni de menear de forma lasciva sus curvas… todo automáticamente, como si interpretase un personaje bien ensayado. Era buena en lo suyo, muy buena… y hoy iba a demostrarlo. Le había costado mucho alcanzar su estatus actual, mucho trabajo, muchas puertas cerradas en las narices, mucha coba desperdiciada, muchos actos inconfesables que había tenido que practicar con indeseables… Pero no se arrepentía de casi nada, pues ansiaba llegar a su meta profesional y material: la cúspide, el prestigio, la popularidad, el dinero, el lujo, los hombres jóvenes y apuestos, el poder…; lo que significaba sentirse importante, pertenecer a los grandes, tener todo lo que se pudiese desear…; y al final morir plenamente satisfecha de una vida bien aprovechada, lejos del común de los mortales.

-Aquí tenemos la fachada, destartalada por los años de abandono -prosiguió la presentadora-. ¿Quién se atrevería a entrar en un sitio así? ¿Quién en su sano juicio? Sólo alguien muy desesperado debido a una emergencia…, la de obtener el mayor premio concedido por una cadena de televisión… ¡un millón de euros, les recordamos! ¿Quién será el valiente? ¿O quiénes, mejor dicho?

Paula abrió la desvencijada pero recia puerta con una antigua llave que ahora le entregaba, saliendo en pantalla, la mano anillada del productor. Éste, embelesado junto con el cámara y el técnico de sonido que asimismo seguían los deliciosos pasos de la periodista, se encontraban absortos en sus respectivas tareas, unos la de registrar para la posteridad y para los telespectadores todo lo que aconteciera en aquel siniestro lugar, y el otro la de facilitar en todo momento que el programa continuase su curso. Igualmente se veían sobrecogidos por lo escalofriante del inmueble, pese a saber que todo había sido pergeñado para infundir tales emociones, que en realidad se trataba de un truco televisivo, que todo había sido amañado, y que nada de aquello era real.

Los encargados de llevar a cabo tal parafernalia eran muy diestros, puesto que las bisagras de la puerta de entrada se habían quejado como un gato en celo; el piso de madera crujía inevitable y lastimeramente a cada paso que daban; las telarañas, el polvo y las tinieblas reinaban por doquier… Todo perfecto.

-Recuerden que nueve serán los valerosos afortunados que osarán medirse en las arduas pruebas a resolver en esta primera edición de “La mansión maldita” -dijo Paula, sacando a sus compañeros de su general arrobamiento-. ¿Quieren conocerlos? Ahora mismo se los presentamos uno por uno. ¡Dentro, vídeo!

-¡Y corta! -intervino el productor Pedro Vázquez-. Ha quedado muy bien. No hará falta repetir.

-¡¿Repetir?! ¡¿Estás loco?! ¡No saldría mejor ni con cien tomas más! -opinó Agustín Pérez, operador de cámara.

-¡Chica, has estado fantástica! -no se pudo reprimir Carlos Méndez, el apasionado y sarasa encargado del sonido.

-Gracias, gracias -respondió con ingrata desgana la presentadora-. Bueno, ¿y ahora qué? Entran las cabeceras con las presentaciones de los concursantes, ¿y luego?

-Después volvemos contigo con el exhaustivo recorrido por la casa que ahora grabaremos y ya, sin más…, ¡comienza el espectáculo! Iremos mostrando el montaje posterior con las imágenes más impactantes recogidas mediante las cámaras ocultas repartidas por toda la propiedad: la llegada e instalación de los participantes, la convivencia, las pistas dejadas expresamente, los efectos especiales, la realización de las pruebas, la caída en las trampas, la eliminación progresiva de los concursantes…, hasta que sólo quede uno de ellos, el afortunado que se llevará a casa el fabuloso premio. En ese instante aparecemos nosotros, o sea tú, por sorpresa para saludarlo, felicitarlo y otorgarle su recompensa. Fin de la emisión. Hasta la semana que viene -concluyó Pedro.

-Vale -siguió Paula, un tanto nerviosa-. ¿Pero eso ha sucedido ya? Quiero decir: ¿ya se ha grabado el primer programa, el piloto? Porque a mí no me han contado nada, solamente lo justo y menos todavía.

-Ahí está la gracia -volvió a hablar el productor-. Con las prisas, las fechas de entrega pisándonos los talones, los directivos presionándonos aún más…, por todo ello los participantes ya entraron en la mansión este fin de semana, con lo que el concurso ya se ha desarrollado, el episodio 1 ya ha transcurrido y las videocámaras habrán grabado todo lo acontecido. Dentro de una de esas habitaciones se hallará el vencedor, aguardando nuestra llegada y su galardón; y el resto de concursantes estarán confinados en la sala común de aislamiento para perdedores.

-¿Así que…?

-Así que ahora componte un poco y vamos a ir mostrando toda la casa a los televidentes. Empezaremos por la planta baja, luego subiremos al primer piso, después al desván y dejaremos para el final el sótano, el aposento más siniestro. ¿Qué te parece?

-Genial. Pero, ¿y el ganador? Como tú bien has dicho, se encontrará en alguna de las estancias, esperándonos, agotado e impaciente. ¿Qué hago cuando nos topemos con él? ¿O con ella? Porque no sabemos si tenemos campeón o campeona y, en teoría, ya deberíamos de estar al tanto de ello, lo mismo que el público en sus casas.

-Es cierto, tienes razón -intervino Carlos, maravillado y adulador de nuevo con su adorada Paula.

-Bueno, ya improvisaremos cuando eso ocurra. Y si no queda bien, cortamos, sacamos de plano al susodicho y reanudamos la secuencia. No pasa nada. Es fácil de solucionar. ¿De acuerdo?

-Ok. Estoy lista. Vamos allá.

-En tres segundos, Paula -anunció Agustín. Tres, dos, uno…

-¡¿Qué les ha parecido, señoras y señores?! ¡Fabuloso, ¿no?! Bien, tras conocer a cada uno de nuestros nueve concursantes, vamos a proceder a mostrarles los distintos aposentos de “La mansión maldita”. Como ya han podido admirar, inicialmente, éste es el grandioso vestíbulo que recibe al incauto visitante, vasto y sin embargo en extremo agobiante debido a la tenebrosidad que lo envuelve, que parece pretender velar los misterios y peligros que acechan por todos lados.

La cámara entonces realizó un barrido general, en el que se revelaba toda la amplitud del recibidor, su enorme altura abovedada, las espaciosas y desvencijadas escaleras centrales que llevaban al piso superior, y varias puertas que conducían a las escasas salas de aquella planta baja.

-Continuemos nuestra visita, por ejemplo, tras esta doble puerta que seguramente nos llevará al comedor. Adelante. Abrimos las correderas… y lo que vislumbramos es… es… ¡Ah! ¡Ah!

Los aterrorizados gritos de Paula se propagaron libres por toda la casa, ávidos de llegar a todos sus rincones, advirtiendo de un horrible espectáculo. Se unieron a ellos enseguida los agudos chillidos afeminados de Carlos, el controlado estupor morboso del experimentado Agustín (que no desvió el objetivo de su cámara ni un ápice ni en ningún momento por apurado que éste fuese), e incluso las náuseas y la explosión de vómito que sufrió el productor Pedro, quien no había presenciado en toda su vida nada igual…, nada tan dantesco.

SINOPSIS

“La mansión maldita” es una espeluznante obra que trata de un novedoso programa-concurso en el que nueve concursantes son encerrados durante todo un fin de semana dentro de una gran y tétrica casa, en la cual se hallan numerosas cámaras escondidas con la finalidad de grabar todo lo que acontezca en su interior, principalmente lo más espantoso.

Como su nombre bien indica, en esa aterradora morada ocurrirán sucesos extraños y fantasmagóricos que harán las delicias de los telespectadores, pero que harán padecer indeciblemente a sus visitantes.

Los sufridos participantes deberán pasar unas sangrientas pruebas y desentrañar una serie de enigmas demenciales para ir desbancando a sus colegas competidores hasta que sólo quede uno de ellos, el magnífico ganador del substancial premio: ¡un millón de euros!

En el episodio 2, una similar trama aún más atroz continuará con la presentadora del programa y un equipo de grabación desplazado al siniestro lugar, en donde se topan con el dantesco escenario acaecido…, y el que habrá de sobrevenir muy pronto con ellos como protagonistas.

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