–Arthur

–¿Kasia?

–Sí, soy yo. Te mentí Arthur, solo te di una versión de un pasado al que he intentado aferrarme para sobrevivir, pero la verdad siempre ha sido otra.

–¿De qué verdad estás hablando?

–Te explicaré todo cuando te vea. Pienso entregarme en pocas horas, pero necesito que nos veamos antes. Solo tú puedes ayudarme en este momento.

–La policía te busca por todas partes, no veo de qué forma puedo ayudarte después de lo que has hecho.

–Nos vemos en cuarenta minutos, en el bar de William.

–¿Kasia? ¿Aló?

No sabía qué hacer. Si ayudaba a Kasia estaría siendo cómplice de una asesina, aunque si llamaba a la policía quizás perdería la única oportunidad de saber lo que realmente había pasado. Siempre se me hacía difícil pensar con claridad cuando se trataba de ella. Pero no me podía quedar en casa pensando, la ansiedad no me dejaría tranquilo, así que decidí salir enseguida.

No sé si la policía está escuchando tus llamadas. Nos encontraremos en el parque Richmond, en la puerta de Roehampton.

K

Kasia había dejado una nota en el parabrisas de mi auto. «Estuvo aquí, justo al frente de mi casa y no me di cuenta de nada», pensé. Revise alrededor de la casa con la esperanza de que aún estuviera cerca, sin embargo no habían rastros de ella. Guardé la nota en el bolsillo de mi pantalón, y me subí al auto con destino al parque Richmond.

–Psst, Arthur, arriba.

–Kasia, ¿qué haces en un árbol?

–No sabía si vendrías con la policía, no me podía arriesgar. Toma el morral con cuidado mientras me bajo, adentro esta Safadinha.

–¿Acaso no confías en mí? Me podrían meter a la cárcel solo por el hecho de estar aquí contigo.

–Lo sé, Arhur, y agradezco que hayas venido. ¿Tienes alguna idea de por qué te dije que nos encontráramos en este parque?

–Recuerdo que solías trabajar en un bar cerca de acá, en el bar de William, mismo bar donde conociste a Thomas, y en este parque fue donde tuviste el accidente con el venado.

–Sí, lo recuerdas bien. El bar queda cerca, el bar es de William, fue en ese bar donde conocí a Thomas, y fue aquí donde tuve el accidente. Pero estos lugares envuelven muchos más de lo que te conté.

–¿A qué te refieres?

–Todo inició en el bar, y termino aquí, o bueno, volvió a comenzar. El último recuerdo que tengo de esa noche antes de quedar inconsciente no solo fueron las dos pequeñas y peludas patas del venado temblando al frente de mí…

Eran un poco más de las dos de la mañana cuando el último cliente del bar se fue. En un bar todo pasa más rápido de lo que se percibe. Una cerveza. Otra cerveza. Un gimlet. Una copa rota. Un gin tonic. Los que se van. La mesa que hay que limpiar para los que llegan. El que te mira sin que te des cuenta. La que se va sin pagar la cuenta. El que te das cuenta que te está mirando. El olor a cigarrillo, aunque nadie este fumando. El que ríe. El que no tiene motivos para reír. El borracho. La borracha. Los que se van sin dejar vestigios, y los que dejan hasta su ropa.

Me sentía muy cansada esa noche, había trabajado durante varias horas toda la semana sin un sólo día de descanso. Le dije adiós a mis compañeros de trabajo, y fui por mi bicicleta. Quise atravesar el parque, ya que estaba cerrado durante la noche, y solo ciclistas y peatones podían entrar, así como ahora. Al llegar al parque ahí estaba él, uno de los clientes del bar. Lo había visto antes en varias ocasiones mirándome, pero quise creer que no era nada, que su presencia en el parque solo se trataba de una coincidencia. Me saludo. Lo saludé, y seguí. Pero él también quería seguir. Empezó a correr detrás de mí. Enseguida sentí pánico, y recordé cuando corría de mi padre para que no me golpeara. Solo pensaba en eso mientras intentaba escapar, sin embargo sus pasos cada vez se escuchaban más cercanos. Había una gran colina al frente de mí, solo tenía que acelerar un poco más, llegar hasta arriba y luego bajar colina abajo, haciendo imposible que me alcanzara. Empezaba a avanzar a gran velocidad, mi corazón latía con fuerza, y mis piernas nunca se habían movido tan rápido. Cuando de repente algo me golpeó al costado haciéndome frenar con fuerza. Aterricé en el suelo golpeándome tan fuerte que fui incapaz de ponerme de pie, aún sabiendo que un desquiciado estaba persiguiéndome. Tuve mucho miedo, más miedo de lo que ese hombre pudiera hacerme y de los recuerdos de mi padre, que del golpe que había sufrido. Luego todo fue oscuridad, pero antes de que mis ojos se cerraran recordé la verdad sobre la muerte de mi padre.


Había llegado el día en que la conocería, tendría que ser muy cauteloso, Kasia ya había desistido de su psicoanalista anterior y nada me aseguraba que no hiciera lo mismo conmigo. Durante semanas leí con gran detenimiento todo su historial clínico, los informes de sus psicoanalistas anteriores, las noticias que hablaban sobre Kassandra y en varias ocasiones me reuní con la agente Jenkinson. Pero aún así, múltiples dudas rondaban en mi cabeza. En mis treinta años de estar ejerciendo había logrado descifrar los más extraños casos de estados mentales alterados, sin embargo por alguna razón que desconocía me sentía muy nervioso. No se trataba de que fuera una sospechosa de homicidio, eso no era lo que temía, ya había tratado a varios homicidas y afortunadamente nunca me había pasado nada, ni había recibido amenazas de ninguna clase.

Al entrar a la habitación no pude evitar fijarme en la expresión que Kasia tenía en su rostro: estaba aterrorizada. Y cómo no estarlo, estaba siendo acusada de un homicidio que no recordaba haber cometido. Cualquier persona en su lugar estaría confundida y paranoica.

Kasia tenía veintisiete años aunque aparentaba ser más joven por su mirada infantil. Su cabello le llegaba hasta los hombros y tenía un corte clásico con una línea en la mitad de la cabeza, un estilo poco común para las mujeres de su edad. Su apariencia era como la de una niña que se rehusaba a ser adulta.

–Buenos días, Kasia. Soy el doctor Bradbury, pero puedes llamarme Arthur si lo prefieres.

–Buenos días, Arthur.

–Sé que puede sonar tonto preguntarte cómo te encuentras, cuando llevas aquí tantos días.

–Ya empiezas a caerme bien, Arthur. ¿Sabes? Es lo más sensato que me han dicho desde que estoy aquí.

–¿Has tenido algún sueño recurrente en los últimos días?

–¿Sueños? Los tengo desde que era una niña. Soñaba con ser una princesa en un castillo y que algún día un apuesto príncipe me rescatara.

–¿Es el mismo sueño que has tenido en estos días?

–Arthur, si no entiendes el sarcasmo será difícil una relación aquí; cualquiera que sea. Era una broma, se suponía que debías reírte.

Era evidente que intentaba tomar el control de la situación con ludibrios haciéndome sentir inferior. De cualquier forma debía proseguir con mansedumbre, ella no podía verme como una amenaza. ¿Quién tendría el control, acaso sería Kassandra intentando defenderse o sería Kasia a quien el estrés la llevaba a actuar de esa manera?

–Disculpa, siempre soy el último en entender los chistes–le dije. Me pasa desde que soy un niño, mi mejor amigo en la escuela siempre tenía que explicarme de qué se reían los demás.

–Mejor amigo en la escuela…. yo nunca tuve un mejor amigo en la escuela. Qué afortunado fuiste Arthur.

–Sí, fueron buenos años. ¿Qué tal fue la escuela para ti?

–Sé por qué estás aquí, Arthur –me dijo en un tono tranquilo–. Sé que quieres preguntarme si yo mate a esas personas. Quieres saber si acaso yo soy una loca que se invento a Kassandra para salir a matar.

–Como sabrás, el objetivo de todo esto es poder aclarar los hechos y en caso de que necesites ayuda poder brindártela, pero para que eso suceda ambos debemos cooperar. Mi intención no es que te sientas presionada a contarme algo que no quieras. Las cosas que nos hayan sucedido en el pasado pueden afectarnos de gran manera y por ello pensar que tenemos el derecho de lastimar a otros. Para poder ayudarte y que tu también te ayudes, es preciso buscar en ese pasado, por terrible que sea, qué cosas pudieron provocar que quisieras hacerle daño a alguien. Ya seas Kassandra o no, quiero ayudarte. Hay que rasgar ese silencio y hacerlo permeable.

Kasia quedó pasmada. Miró hacía arriba, inhaló profundamente y con ambas manos echó su cabello hacía atrás varias veces mientras musitaba algo casi inaudible. Solo podía esperar, no podía forzarla a decirme algo que no quisiera. Dependía de sus próximas palabras; cuales fuesen.

–Hay muchas cosas que debes saber sobre mi pasado para intentar establecer las razones que me han traído hasta aquí –dijo fijando su mirada en mis ojos–. Soy inocente, pero necesito tu ayuda. Ya sea para salir de aquí o para liberar la carga que llevo desde hace tantos años. Quiero que escuches atentamente lo que te voy a contar.

–No lo dudes, estoy aquí para escucharte.

–No prometo que esto será agradable…

SINOPSIS

El desamor y la venganza enmarcan esta historia de una joven polaca, que decide mudarse a Londres para empezar una vida nueva huyendo de un pasado lleno de violencia. Una aventura que comienza desde la sala de interrogación de una estación de policía y donde Kasia, confundida y atemorizada, es acusada de ser una asesina serial llamada Kassandra; quien presuntamente pudo ser la persona en la que decidió convertirse para soportar todo el sufrimiento que había tenido que vivir, y encargarse de hacer justicia por ella. A través de sus recuerdos y los de Arthur, su psicoanalista, se recrea una envolvente historia sumergida en el suspenso.

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