Prólogo
Nunca antes me había sentido tan perdida en el mundo real. Sabía muy bien que algo iba mal conmigo misma. No era una chica normal. mi vida ya iba mal antes de su llegada, pero solo unos cuantos rayos de luz eran capaz de iluminar aquel abismo profundo donde me encontraba. mi hermana Madison y mi mejor amiga Danae eran capaces de volver un dia pesimo en uno agradable y fresco. Jamas sabes si el destino, con su cambios tan repentinos va a joderte. saber que existen mundos más allá del nuestro es difícil de asimilar y sobre todo de aceptar. Saber que Dios está presente pocos lo creen, pero lo peor es entender que hay luces de diferentes colores. luces oscuras y que dentro de estas existen ellos. ¿ que es la muerte?, ¿a donde vamos cuando nos morimos?, ¿quien viene por nuestras almas?. ¿ y porque ?… muchas preguntas surgen en nuestras cabezas. Es una incógnita indescifrable. lo único que queda es aceptar a la muerte. sería sencillo aceptarla si no lo hubiera visto al otro lado de la calle.
CAPÍTULO I
La lluvia caía abruptamente sobre mi paraguas. De nada servía llevarla si mis pantalones estaban mojados completamente. Bueno, pensándolo bien era obvio que la lluvia combinada con las ráfagas de viento salvaje y fulminante podían ser despiadados. Esperaba el transporte a dos calles de donde vivía. Con calma apareció el primer taxi, pero de lejos se veían a varios pasajeros apiñados unos sobre otros; eran al menos seis personas, cuatro mujeres y dos hombres. A pesar de estar vacío el asiento delantero nadie se atrevía a sentarse ahí. El taxi se detuvo justo delante de mí, mientras el semáforo permanecía en luz roja. Visualizar aquella situación incómoda no era agradable sobre todo si uno de esos sujetos trataba de tocar a la chica a su lado. Se percató de unos ojos curiosos que lo miraban en señal de desaprobación. Con una mueca en el rostro, alejo su mano del objetivo. Más adelante el taxi se detuvo de nuevo. Las señoritas que iban de pasajeras se bajaron con rapidez. Todas ellas eran muy bonitas. Ahora entendía a ese sujeto, estar cerca de mujeres que parecían modelos suponían una tentación muy fuerte, sobre todo si era primera y última vez que las verian. Pasaron más de 10 minutos y aún seguía bajo el monzón. Al otro lado de la calle se encontraba un chico de aspecto sombrío. De cabello negro como el carbón y piel pálida, llevaba una gabardina negra que cubría la mayor parte de su cuerpo. Tenía un aire distraído, con la mirada fija en el asfalto. Seguí observando hasta que levantó su vista hacia mí. «oh mi dios» murmuré para mis adentros, el color de sus ojos hizo que me estremeciera; eran de un azul profundo como el mar con unos toques de gris. Inmediatamente desvié la mirada, pues sentí como la sangre se concentraba en mis mejillas. Nuestro encuentro visual solo duró menos de una fracción de minuto, sin embargo, fue suficiente. por fin llegaba un taxi vacío, al cual le hice señas para que se estacionara.
– Buenas tardes, al Café Paradise, por favor- le dije al chofer de manera cortés.
– Parece que no dejara de llover- dijo el chofer en un intento de comenzar una plática.
– Si, asi es este lugar. Demasiados meses con lluvia y pocos de sol- conteste de manera cortante. vivir en una pequeña población urbana con pocos lugares agradables bastaba, pero le faltaba una pizca de pesimismo. tal vez, justo por eso, llovía casi todo el año. Teziutlán siempre ha sido una región que se caracterizó por ello. Uno de los 7 municipios de Puebla, México. Había pocas atracciones en este pequeño municipio, algunos habitantes le dieron el apodo de Teziu York. lo único que lo hacía reconfortante era en nuevo café que había sido inaugurado hace dos meses. El Café Paradise se distinguió de otros que estaban en el centro, debido a su originalidad y su estilo rústico. los dueños se esmeraron en cuanto a la fachada del local, sin duda alguna. el anuncio luminoso llamaba la atención, dado que las letras estaban escritas en manuscrita y tenían a su alrededor dos ángeles tallados en madera, mirando al cielo. las puertas eran de madera de caoba, con pequeños adornos de metal colgando del cerrojo. el interior era cálido, pues tenían una chimenea situada en la parte de atrás cerca de la barra. había cómodos sofás donde la mayoría de las parejas sabía aprovecharlos muy bien; las mesas eran solo para cuatro personas y eran pocas; al menos 7 mesas, muchos de los clientes eran parejas. baje del taxi lo más rápido posible.
– ¡que tenga buen día! – exclamó alegre el conductor. al parecer incluso en estos días «buenos» había gente alegre. no me quedo opción de responder.
– igualmente- conteste con voz apagada. no era una persona social. siempre trataba de alejarme de las personas. entre al café, aunque no me importo las condiciones en las que estaba. me quite la chamarra mojada y la coloque en el perchero que estaba a mi izquierda. una sombra paso junto a mí con rapidez. poco a poco se convirtió en una silueta femenina.
– ¡Hola! llegas tarde- Dánae se encontraba de pie detrás de mí.
– lo siento, tuve una pequeña discusión- confesé temerosa.
¿otra vez? – pregunto, frunciendo el ceño. Sabía lo que diría al respecto de la pelea entre mi padrastro y yo.
– solo fue una tontería- repuse desviando la mirada.
-ven, siéntate- jalo suavemente mi mano, llevándome a una mesa detrás del perchero.
– ¿qué sucedió? – pregunto molesta.
– discutimos sobre Madison y por la colegiatura de mi ingreso a la universidad. dice que no tiene dinero para mi escuela. – mi voz se volvió un poco ronca y desafinada. tal vez es por estar demasiado tiempo en la lluvia.
– sigue con lo mismo- tomo un terrón de azúcar para su te de canela.
-esta vez se contuvo. sabe lo que sucederá si se atreve a tocarme. – recordé la última vez que peleamos, tenía tarea que hacer. La pelea comenzó por un comentario ofensivo. su puño terminó impactando contra mi cara. mis manos lograron detener la caída, pero no atisbaron la patada fugaz que venía con fuerza directo a mi estómago. sin aire en los pulmones reprimí un grito. un olor a hierro invadió mis fosas nasales, quería desaparecer hasta que me di cuenta que era mi sangre de la que emanaba. pronto un hilillo de sangre comenzó a recorrer mi cuello. tenía puesta una blusa color beige, la cual enseguida se había vuelto de un color escarlata encendido. Aturdida por el golpe, puse las manos sobre mi abdomen aun en el suelo. Mi hermana bajo las escaleras asustada, cuando intento acercarse, la tomo del cabello y la empujo dentro del closet que estaba en nuestra habitación. sus ojos perturbados me devoraron, como si ese fuera mi último respiro. se acercó solo para sujetarme la cara y asestar otro golpe. esta vez mi cabeza retumbó contra una mesa de centro pequeña; ahora me lamentaba de colocarla ahí. se preparaba a golpearme de nuevo, pero en un breve instante uno de los vecinos lo detuvo. escucharon los ruidos extraños de cosas rompiéndose y decidieron entrar forzando la cerradura de la puerta principal de la casa. me encontraron en el piso con el rostro lleno de sangre. inmediatamente llamaron a la policía y una ambulancia. a pesar de lo sucedido, no pasó nada. con esto me refiero a que las autoridades no actuaron como debe ser. pago su fianza y regreso a casa, solo le advirtieron que si volvía a suceder este incidente seria enjuiciado.
– si se atreve, esta vez yo voy a intervenir con fuerzas aún mayores- agrego fríamente.
– es bueno tenerte, amiga- me anime un poco. ella de verdad lograba que mis días fueran soportables sobre todo cuando pasaban por mi cabeza ideas suicidas.
– ¿ordenaras algo?, debes estar con frío- sostuvo mis manos entre las suyas- ¡diablos!¡están heladas! – se quejó. muy obvia. llamó a la mesera para me trajera una bebida bien caliente y una manta. al ver que tardaba un poco decidió ir a buscarla. La mesera se había distraído con un hombre atractivo que se encontraba en la barra. Llevaba puesto unos vaqueros ajustados con una camiseta a cuadros, la cual le daba un aspecto jovial.
Pronto la puerta del café se abrió y una ráfaga de viento frio agito mi cabello. el mismo chico de ojos lindos entro al mismo lugar. se quedó observando el lugar con desgana como si no quisiera estar ahí. Nadie se había percatado de su entrada, pues ninguno de los meseros cercanos lo atendieron, al darse media vuelta, algo se abultaba en su espalda. tal vez traía su mochila o algo parecido. Sujeto su mano como si no estuviera seguro de lo que haría deslizándose con pasos gráciles fue directamente a la barra. en un abrir y cerrar de ojos se quitó la gabardina. era imposible lo que veían mis pupilas. esa cosa que en su espalda no era una mochila, sino un bulto lleno plumas negras. se movieron de un lado hacia el otro intentando despegarse: largas y extrañas se desplegaron para dejar ver su magnitud y ostentosidad. Eran alas. ¡imposible! tal vez mi cerebro presentaba serios problemas. petrificada en el asiento, no podía moverme. era como si aquella ilusión detuviera el tiempo; como si solo ese breve momento de locura frenética azotara en lo poco que creía. sus manos se estiraron y con ellas sus alas. puso las manos en la barra; ladeo un poco la cabeza como si buscara algo con el olfato, hasta que se detuvo. nuestras miradas se cruzaron una vez más, la comisura de sus labios se curvó levemente como si quisiera disimular una sonrisa juguetona. sabía que algo iba mal. Sentí un nudo en el estómago, como si mis viseras se contrajeran unas con otras. Mi respiración se volvió lenta, al parecer el oxígeno también me abandonaba puesto que la sofocación me mareaba. Proferí un insignificante grito, el cual no causo mucho alboroto. Solo un minuto todos se quedaron observando a una loca sentada con la vista perdida hacia la barra.
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