A través del aire más denso y, mediante la luz de los cristales que forman pequeños destellos, en la orilla del mar.

Dentro de una vieja cáscara que sirvió de hogar a cierto  animal. 

En la suavidad de la roca golpeada y pulida por las mareas y el azar.

En el hielo que agudiza los sentidos y el calor que hace germinar el cultivo primaveral. 

En las cañas secas y roidas, de aquella cala que solíamos frecuentar.

En la mirada de los hippies errantes que sobrevivían en plena modernidad.

En el naranjoso largo pico del mirlo y, su melodioso canto, demasiado alto para poder reflexionar.

En las verdes praderas y sus océanos de vegetal.

En la tierra negra, fértil y húmeda, con olor a pino y eternidad.

En la arena fina y Blanca de Cádiz y, sus vientos salvajes que despeinan la arboleda e incluso a los girasoles hacen bailar.

En los azulejos de Portugal y, sus casas bajas de puertas abiertas. Pieles morenas con olor a sal.

En todo me encuentro; en nada me hayo. Distinta base; misma esencia. Que como muchas vive por, para y en lo natural.

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