Ella lo vio sudoroso y pálido, entrando en calma. Apenas sostuvo su mano, la notó empapada. Acababa de contenerlo para evitar una penosa y fatal caída. En ese momento, él se volvió hacia ella, la miró un instante y sin mediar palabra, le dio un abrazo sincero. Era uno de esos abrazos que solo se dan a alguien por quien se siente profundo cariño. Ella había leído una vez que el abrazo de un salvado se siente distinto. Nunca lo había creído porque físicamente carece de sentido, hasta ese día. En medio del abrazo, sintió el aún agitado bombeo de un corazón que latía, gracias a ella. Se dio cuenta de que esa persona aún existía gracias a su valiente acción. Se sintió bien, tan bien que casi olvidó que hace dos semanas fue ella la que estuvo a punto de dejarse caer, siendo finalmente salvada, y solo regresó para terminar lo que había empezado
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