Categoría: Alumnos. 4ºESO
Alegría, risa, felicidad… ¿Qué muestra eso si no esperanza? Todos caemos en nuestro propio abismo cada día, cada semana. La humanidad ha caído en un abismo tan profundo que puede que ya no veamos la superficie. Lo único que hace falta, es un rayo de esperanza, un nuevo día, un nuevo comienzo.
Un gran abismo se asoma
ante los raíles de acero;
la sombra del tren se acerca
como la cerilla al fuego.
Sin frenos, sin motor,
un valle en el exterior.
Sus pasajeros despiertan
sumidos en el terror.
Voluntariamente subieron,
mas no estaba en sus recuerdos;
como si del comienzo de un sueño
el tren se tratase.
El abismo, profundo y oscuro,
se aproxima cada vez;
los pasajeros se preguntan:
¿cómo escapar de él?
Un niño se encuentra allí;
y despierta al contemplar
el sol que emerge
por un lejano pajar.
Sus ojos, soñadores,
contemplan el bello paisaje:
ajenos a la realidad,
al más allá del follaje.
Sus mejillas se ruborizan;
sus ojos cambian de color;
y su rostro expresa
lo que siente en el interior.
Armonizando con su mirada,
sus labios denotan fervor;
y la sonrisa que forman
ilumina su alrededor.
Y así, el tren da un chirrido;
chispas salen de sus ruedas:
aquello que las movía
fuerza ya no poseía.
La sonrisa de ese niño
se extendió por el cielo;
y no quedaba pasajero
prisionero en su temor.
El aire se tornó rojizo:
cuando las primeras luces
del suelo surgieron;
cuando el alba renació.
Un nuevo día llegó,
la noche desapareció;
y aquel abismo se transformó
en un nuevo comienzo:
una gran familia unida,
camuflada bajo el tren,
riendo y disfrutando
la hora del amanecer.
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