En una tarde lluviosa, el auto se detuvo en la placita de aquel pintoresco pueblito enclavado en la serranía peruana; la ciudad estaba silenciosa, solo se escuchaba caer las gotas sobre la pista, de vez en cuando pasaba uno u otro carro salpicando el agua de los charcos hacia las aceras; tenía mucho frío y hambre, habían pasado varias horas que no probaba un bocado; el viaje fue muy extenuante, baje para buscar una posada para pasar la noche, al frente de la iglesia en una esquina divise un letrero que decía: “Hostal y Cafetería la Glorieta”, en ese instante me atrajo el aroma de aquella exquisita bebida, fui corriendo tratando de esquivar las gotas de lluvia, subí al altillo por las escalinatas de madera que crujían al subir, me ubique en una mesa con vista a la plaza frente a la glorieta, me llamo la atención el movimiento de los arbustos que estaban en su entorno, pensé: ¿qué extraño si no hay viento?, no le di mucha importancia; dándome una respuesta tranquilizadora “será por la neblina y el crepúsculo de la tarde”, pero mi inconsciente me hacía mirar una y otra vez, alucinando haber visto algunas sombras. Cuando de pronto fui interrumpido por la voz del mesero.
Le pedí que me traiga una taza de aquel provocativo café; estaba muy caliente, al dar el primer sorbo me queme la garganta, mientras el aroma coquetamente se apoderaba de mi ser, en pocos segundos sentí un estremecimiento que en un instante calentó todo mi cuerpo, estaba tan delicioso que inhalaba una y otra vez la esencia; automáticamente me hizo mirar por la ventana hacia la glorieta.
Le pregunte al mozo:
- ¿Qué tiene esa glorieta que la hace tan enigmática?
- En esa glorieta está plasmada la historia del pueblo.
El mozo me contesto:
Le pedí que me contase aquella historia, mientras tomaba el delicioso café.
Hace muchos años este pueblo era muy tranquilo, la muchedumbre se dedicaba a la ganadería, cada quién cuidaba su ganado, no había ninguna autoridad, con el pasar de los años se convirtió en un pueblo conflictivo debido a las disputas por los terrenos y el abigeato, se implanto la ley del más fuerte, la justicia la aplicaba uno mismo, cada quien imponía sus propias reglas, todos estaban provistos de armas para solucionar cualquier inconveniente, es así como este pueblo se hizo conocido por la valentía de sus hombres denominándolos “los mata gente”.
La tradición del pueblo era escuchar misa todos los domingos a las 06:00 en la iglesia tipo colonial situada en la plaza. Cierta mañana de invierno con el frío característico de la época, el viejo sacristán subía muy lentamente las gradas para asirse del campanario para hacer tañer las campanas llamando a la acostumbrada misa dominical, la gente del pueblo se levantaba muy temprano generalmente concurrían las señoras con sus hijas, quienes al cual mejor lucían sus preciosos trajes. La tradición era disfrutar el domingo de fiesta, recorrían por la plaza para hacer compras de los mercaderes que venían de otros lugares, luego se sentaban en la glorieta para comer unos helados.
Esa mañana el cielo amaneció nublado con una extraña sensación en el ambiente, estaba muy cargado, la gente enmudecida, solo salía el resuello de sus bufandas, nadie se atrevía a dirigir palabra alguna, sería por el frío, los únicos que se atrevían eran el vaiveneo de las ramas de los árboles que cansadas por los años se quejaban de mantenerse en pie.
Después de un largo rato en silencio, este se vio interrumpida por una carreraapresurada que cruzaba por la plaza, era una niña casi una jovencita que se dirigía a la iglesia entre sollozos y lágrimas, buscando un refugio. Para suerte de ella las pesadas puertas de la iglesia se abrían lentamente crujiendo las bisagras de los maderos adormitados. Buscaba al párroco en el confesionario, pero no lo pudo encontrar, ante la atomicidad de los presentes la iglesia se obscureció a tras luz se divisó la silueta de una figura corpulenta, haciendo sonar las espuelas de sus pasos descompasados y lentos que hacían retumbar los entablados del piso, en su cinto colgaba dos pistolas que se movían al balanceo de sus trancos; con su andar desafiante se abría paso entre la gente que se constituía a la iglesia, la niña aterrorizada dio vuelta, encontrándose cara a cara con aquel gigante, era nada más que el comisario Julián, era la primera autoridad que se auto eligió para poner orden en la ciudad; muchos lo consideraban como el terror del pueblo; decían que era la encarnación del diablo por su impiedad y crueldad.
Este se encontraba irritado con los ojos desorbitados, hediendo a licor; la cogió de los cabellos, arrastrándola hacia la glorieta propinándole una serie de improperios e insultos. La gente se quedó despavorida sin saber qué hacer, les costaba hasta respirar y peor aún de voltear por el miedo que inspiraba tal personaje. Se perdieron por los arbustos de la glorieta, se presagiaba un terrible acontecimiento, hubo un silencio sepulcral la gente se apegaba a las paredes tratando de ocultarse bajo los umbrales de las puertas.
Hasta el tiempo se detuvo, al cabo de unos minutos, la ciudad se encontraba en un mutismo absoluto; cuando de pronto se oyó un disparo, replicándose una y otra vez por el eco de la glorieta, en los siguientes segundos se sintió la caída pesada de un cuerpo voluminoso. Era el comisario Julián, a los pocos instantes corría un hilo de sangre por la vereda de la glorieta que brotaba de la comisura de los labios, respirando con dificultad, entre ronquidos balbuceaba palabras entrecortadas, echando maldiciones al pueblo; la nube gris desaparecía llevándose la vida de aquel fortachón que implantara la justicia a su manera.
La gente atónita comenzaba a gritar:
- ¡Mataron al comisario Julián!¡Mataron al comisario Julián!
- ¡Dios mío perdóname! Ya todo terminó
- ¡Dónde está el asesino!
- Lucia que paso porque te perseguía el comisario.
- Otra vez me persigue aquel hombre.
- ¡Lucia! ven quiero conversar, no te haré daño.
- ¡Maldita perra espera a que te agarre!.
- Es imposible, no puede ser hace bastante tiempo que la comisaria está cerrada, nadie quiere ser comisario, ni policías hay.
- ¡Si soy yo! El comisario, He venido para cobrar mi venganza contra mis verdugos, sino será el pueblo quien tenga que pagar.
Los comentarios estuvieron divididos, una mayoría se alegró con esa muerte, decían: “por fin se hizo justicia, ya no habrá más abusos del comisario”; en cambio otro grupo minoritario repudiaba aquel hecho pidiendo castigo a los responsables.
Frente al cadáver se encontraba un joven imberbe, autor de aquel fulminante y certero disparo, no pasaba de los 18 años, en su mano temblorosa sostenía una pistola calibre 45; en su cara desencajada mostraba su nerviosismo; se le acercó la muchacha Lucía abrazándolo se pusieron a llorar incontrolablemente como dos niños, Javier entre palabras entrecortadas dijo:
La gente del pueblo aturdida por el suceso no salía de su estupor, comenzaron a gritar diciendo “la maldición ha caído a nuestro pueblo”; entre el alboroto de los ciudadanos Javier y Lucia huyeron del lugar sin ser vistos. A los pocos instantes se sintieron los cascos de los caballos con los policías del comisario que dijeron:
Todos señalaron al lugar donde se encontraba, para sorpresa de todos no había nadie. Los policías inmediatamente rodearon las inmediaciones de la plaza iniciando la persecución. A medida que pasaba el tiempo la noticia en el pueblo corría como reguero de pólvora, el tema de conversación era la muerte del comisario, cada quien contaba a su manera, tergiversando y creando nuevas historietas del comisario.
Mientras tanto Javier y Lucía llegaban a una cabaña abandonada bajo las faldas de un cerro, durante el trayecto no cruzaron palabra alguna, una vez tranquilos Javier le pregunto:
Ella entre lágrimas y sollozos le contaba que aquel comisario durante mucho tiempo estuvo acosándola e incluso la llego a amenazar que algo le podía pasar a su familia si no accedía a sus requerimientos.
La noche anterior a la tragedia, Lucia fue a visitar a su amiga Carmen que vivía en el extremo de su casa, para llegar tenía que cruzar el puente de piedra y pasar por la comisaría, donde siempre se encontraba sentado aquel comisario gigantón de casi dos metros, con sus ojos lujuriosos andaba acechando a Lucia, acompañado de una botella de licor que al mirarla daba un sorbo, limpiándose la boca con las mangas de su chaqueta se levantaba para intentar acercársele. Aquella noche ella comenzó a acelerar el paso para no ser alcanzada, hasta llegar a la casa de Carmen, de un empujón a la puerta ingreso diciendo:
Entretanto el comisario al no poder alcanzarla se quedó en la esquina vociferando; Lucia y Carmen se pasaron toda la noche mirando por la ventana para ver si se había ido, quedándose dormidas en el sofá, Lucia se despertó asustada ya era cerca de las 05:00 de la mañana, comenzó a cantar el gallo, los pajarillos a trinar avisando el nuevo día, Lucía vio por la ventana no había nadie, salió inmediatamente a la calle dando unportazo que hizo despertar al comisario que se encontraba adormitado en la esquina; vio a Lucia y con una voz aguardientosa le grito:
Corrió tras ella, logrando alcanzarla, la cogió del brazo e intento besarla, ella esquivo, dándole un empujón logro huir, el gigantón cayo arrodillado, Lucia corrió desesperadamente hasta la plaza, viendo que las puertas de la iglesia se abrían para la misa dominical.
Mientras tanto el comisario le gritaba:
Javier al escuchar aquel relato la abrazó fuerte y le dijo:
– Ya todo paso, algo sospechaba, Carmen muchas veces intentaba decirme algo pero no se atrevía; esa noche nuestros padres estaban preocupados, trate de calmarlos diciéndoles que tenías que estudiar con Carmen, posiblemente te quedarías a dormir en su casa porque era muy peligroso que anduvieras por la noche sola.
En la madrugada al darme cuenta que no habías llegado decidí ir a buscarte, al cruzar el puente vi que el comisario estaba durmiendo en la esquina cerca a la casa de Carmen, en ese instante se confirmaron mis sospechas, inmediatamente regrese a la casa, saque el revolver de papa que lo tenía guardado y fui en tu búsqueda.
Mientras tanto los padres de Javier y Lucia comenzaron a buscarlos silenciosamente por todas partes para advertirles que los policías del comisario andaban buscándolos, pero a medida que caminaban por las calles, la gente se alejaban de ellos siendo blanco de insultos.
Una vez que el juez de la capital dio la orden del levantamiento del cadáver fue llevado a la comisaria para el velorio, allí se acercaron la esposa del finado y su hijo un joven alto fornido parecido a su padre quienes acababan de llegar de la capital; la esposa daba gritos desesperados pedía justicia, por su parte el hijo más sereno calmaba a su madre jurando vengar a su padre.
Al día siguiente muy temprano se escuchó el redoble de las campanas de la iglesia avisando el duelo del comisario, los policías llevaron una elegante carroza jalada por caballos, quienes trasladaban el cuerpo hacia el cementerio del pueblo, acompañaban al féretro la viuda acongojada, su hijo y una escolta 8 policías, el párroco oficio la misa resaltando las virtudes del difunto, luego se oyó el discurso del comisario de la capital, haciendo hincapié que esta muerte no quedará impune, que serán capturados los responsables en el más corto tiempo.
En el preciso momento en que se disponían a tapar el ataúd con la tierra, se escuchó un ensordecedor trueno seguido de rayos zigzagueantes que hicieron retumbar toda la ciudad, los presentes se estremecieron sintiendo escalofríos por todo el cuerpo, en pocos segundos el cielo se opacó adquiriendo un color gris anaranjado, apareciendo nubes cargadas de energía que formaban siluetas muy extrañas cada quien podía interpretar figuras demoniacas reclamando algo que les pertenece, de pronto se escuchó un silbido de viento que venía de norte a sur, seguida de una torrencial lluvia, que todos tuvieron que cobijarse en sus abrigos y huir despavoridos del lugar tratando de refugiarse de la ira de la naturaleza, hasta los sepultureros huyeron en direcciones desconocidas, dejando el ataúd a medio enterrar, toda la noche se escuchaba retumbar el cielo.
Al día siguiente la ciudad amaneció con una tranquilidad increíble, era una mañana muy soleada en contraste con el día anterior. Poco a poco las esquinas comenzaron a llenarse de vecinos para comentar lo sucedido, se escuchaba rumores que la maldición del comisario había llegado al pueblo y que el demonio había venido a vengar su muerte.
Los sepultureros se dirigieron al cementerio a terminar el entierro, cuando llegaron se dieron con la sorpresa de la fosa se encontraba vacía, el ataúd se encontraba destrozado y en su interior no estaba el cadáver, desesperados fueron a la iglesia a comunicar al párroco, cundió el pánico en el pueblo, decían que el muerto había desaparecido por obra del maligno.
Ante la desesperación del pueblo, el párroco y el gobernador llamaron a un cabildo para tranquilizar a la gente; todos opinaban de diferente manera, concluyendo la mayoría que la maldición había caído al pueblo, la única solución era ejecutar a los culpables.
En la choza donde se encontraban los jóvenes hermanos se enteraron de lo que estaba sucediendo en el pueblo, Javier con signos de arrepentimiento decidió entregarse a la justicia. Lucia le dijo que no lo hiciere por el momento, porque el pueblo estaba enfurecido, que haría justicia con sus propias manos. Decidieron huir para buscar ayuda, se fueron a la capital en búsqueda del arzobispo, al llegar le contaron lo sucedido, él les dijo que no es conveniente que se entreguen aún, por la ira del pueblo, sería mejor esperar a que la tensión se calme. Entre tanto el arzobispo se dirigió al pueblo a averiguar por la desaparición del cadáver, una vez allá el párroco le explicó lo acontecido a la mañana siguiente se dirigieron al cementerio, viendo que el nicho se encontraba vacío, al acercarse sintieron un estremecimiento que les hizo desistir de seguir en el lugar, ambos se asustaron y salieron casi de prisa para refugiarse en la iglesia, en el trayecto del camino se veía a la gente atemorizada y nerviosa, el párroco le dijo que desde aquel día el pueblo era diferente, había perdido la fe en Dios, ahora su preocupación es ejecutar a los responsables para que retorne la paz.
El arzobispo dijo que efectivamente había algo extraño en el ambiente, es como si se sintiese la presencia de un ser, que estuviese observando; recordaba que algo similar había sucedido en Europa hacia unos años, tuvo que regresar a la capital para hacer más averiguaciones.
Un día de esos un grupo de niños corriendo fueron donde sus madres señalando que habían visto al comisario libando licor en la comisaria como lo hacía antes, las madres incrédulas decían:
Creían que era producto de su imaginación, pero los niños insistían en decir que si era cierto. Así es que una multitud de madres y niños se dirigieron a la comisaria llegaron allá, todo estaba cerrado, no había nadie, ni las luces de las habitaciones estaban prendidas el lugar se encontraba en silencio, se asomaron tímidamente por la ventana no pudiendo distinguir nada, solo se sentía el olor de la humedad, pero en el fondo todos sentían la presencia de un ser extraño, pero que nadie se atrevía a decirlo, era tanta la imaginación que hasta sentían el hedor característico a licor que despedía el comisario, todas se miraron entre sí , una de ellas dijo:
¡Él está aquí!,
Muy atemorizadas se retiraron a sus domicilios, sin comentar con nadie. Un viernes en la noche María amiga de Lucia se dirigía de retorno a su casa después de haber hecho tareas en la casa de una amiga vio por el final de la calle principal una luz de linterna que se acercaba, pensó que era el sacristán, decidió esperarlo para que se acompañaran, una vez cerca se desengaño porque no era el sacristán, este era una persona alta y corpulenta que tenía la cabeza cubierta con un amplio sombrero de paja que le tapaba la cara, con el reflejo de la luna distinguió al comisario, ella se quedó petrificada de miedo no pudo reaccionar y este le dijo:
SINOPSIS
La narración de este cuento trata de un pequeño pueblo pacífico dedicado a la ganadería sin autoridades, pero por discrepancias de la propia actividad, se convirtió en un pueblo conflictivo, donde cada ciudadano aplicaría la ley a su manera, prevaleciendo la ley del más fuerte. Esto motivó que Julián se autodenominara el comisario para aplicar la justicia, pero el poder lo embriagó cometiendo una serie de injusticias, excesos y atrocidades, convirtiéndose en un comisario abusivo y cruel, llegándose a obsesionar por la jovencita Lucia con el propósito de poseerla, ante este hecho Javier el hermano de Lucia mato al comisario, haciendo su propia justicia, el cadáver desapareció del cementerio, el pueblo entro en crisis, argumentando que el comisario se encarnó en el demonio, maldiciendo al pueblo, que para librar de esta maldición se deben capturar a los responsables ejecutándolos.
Para corroborar esta teoría en el pueblo se suscitaron ciertos hechos extraordinarios, comenzaron a desaparecer niños y jóvenes de la misma edad de los responsables, quienes se encontraban prisioneros en una mina abandonada llamada la “guarida del diablo”, mientras tanto todo el pueblo comenzaba a buscar a los desaparecidos así como a Claudia y Javier para que estos sean ejecutados. Claudia y Javier comenzaron a huir refugiándose en el arzobispado de la capital; Los hermanos se responsabilizaron por la desaparición de niños y jóvenes; se dedicaron a la búsqueda de ellos, después de una intensa búsqueda pasando una serie de peripecias lograron encontrarlos, esto no era suficiente para el pueblo, para salvar la maldición decidieron entregarse.
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