Babel, Capitulo I, «El salvador de ovejas»

Babel, Capitulo I, «El salvador de ovejas»

Seicer Savarich

07/02/2018

El Salvador de Ovejas.

En algún lugar de Estados Unidos, luego de la Tercera Guerra Mundial…

Podrías cerrar la puta boca hijo, me haces pensar que el viento tiene una verga enorme y tú te la estas tragando hasta el fondo– el muchacho que conducía el camión no era más que un puberto que no aparentaba su edad, pero lo habíamos encontrado hace unos días en carretera, mal oliente como la mierda y asqueroso a la vista como un errante, un baño y algo de ropa buena, y teníamos un miembro más –si señor– menciono el, evitando que el fuerte viento de la tarde que entraba por la ventana le hiciera poner esa cara de imbécil. Yo mientras tanto, había pasado a otro punto de la conversación, me había dicho señor. Rodé los ojos y alce la voz –mierda chico. ¿Tienes idea de lo mucho que me molesta que me digan así? O que, tengo una puta chaqueta de cuero, y un hermoso machete para desmembrar, ¿dirás que no estoy en la onda de los de tu tiempo?– el no supo que responder, y más bien, parecía que estaba a punto de cagarse en los putos pantalones, lo que me causo gracias, y solo me motivo a continuar –si bueno, no serias el primero que llora y se caga en los pantalones… No me malinterpretes chico, si quisiera hacerte daño ya lo habría hecho, en cambio te di agua, ropa limpia y un lugar donde poner esa porquería café que tienes entre las piernas. Y, a cambio…– –a cambio soy Nolan– –excelente chico– lo señale con soltura, acercando mi mano en una palmada más fuerte de lo necesario hacia su hombro, el chico ya no parecía tenso luego de aquello –y yo, Nolan, soy tu amigo, soy de la onda, ¿entiendes? así que relájate un poco, y si un día necesitas algo, solo ven a decirlo, podría incluso decirle a una de mis esposas que te haga algo de compañía– en estos días no era muy común ver a un adolescente, siempre que conocía a uno recordaba a mis alumnos, con los que jugaba billar, futbol y baloncesto después de clases, esos niñatos siempre resultaban más entretenidos que cualquier vejete de mi edad.

Por aquí está bien chico, de una u otra forma tendremos que subir la colina, así que para que dar más vueltas– saque la mano por la ventana para indicarle al resto de vehículos que nos seguían que se detuvieran. ¿Que hacíamos aquí? Hace unos días habíamos enviado a un grupo de los nuestros a revisar lo que tal vez sería un gran restaurante abandonado en la cima de la colina, hasta ahora nadie había vuelto, y nadie tenía puta idea de que había podido suceder… Errantes, personas, o algo más, mis hombres estaban ocupados en otros lugares de la periferia e interior de DC, así que el día de hoy, me tocaba a mí ponerme el cinturón y salir con un pequeño convoy de hombres armados.Todos conocían el plan, una parte del grupo se separó para rodear la colina, los demás subiríamos directamente.

Moviendo el puto culo señoritas, arriba hay una hermosa y sensual mujer y el primero en llegar será el que se la coja– a pesar de mi edad, y el problema que tenía en una de mis rodillas, seguía teniendo buen físico, y unas energías envidiables, era lo que tenía no ser parte de la generación que se sentó a chuparse los dedos hasta que ocurrió esta mierda. La colina se hacía cada vez más empinada, y la tierra, húmeda en algunas partes, no ayudaba mucho, por suerte no se trataba de un camino demasiado largo, más cuando el techo y marco derruido del restaurante se hizo visible como su amplitud pudo abarcar.

Parece que tenemos un loco a puerta cerrada– anuncio Gary a través de la radio, el lideraba al grupo que se había separado para subir por el otro lado de la colina. Al saber de qué se trataba, tome la radio sin hacer ningún comentario –¿uno dices? ¿Cuantas puertas ves?– –una– volví a apretar el botón antes de hablar –averigüen lo que puedan mientras llegamos– –entendido– guarde la radio, y acelere el paso, esta vez Los Iluminados me siguieron el paso.

¡Aquí estamos nosotros! ¡Llegaron nuevas ovejas al rebaño, tengo que salvarlas cuanto antes!– llegue a tiempo para escuchar la voz de un hombre mayor en el interior acompañada de los característicos gruñidos “Ellos”. –Jodida mierda, tendrá al menos una docena adentro. ¿Cómo lo hacemos salir?– menciono George, aunque en su voz no había temor –esa sería la jodida mierda George, que carajada te hace pensar que saldrá luego de lo que acaba de decir. De hecho, no sabemos si es el único puto allí adentro, no estoy muy seguro de que sea así– repose el machete en mi hombro derecho y me di unos instantes para analizar la situación –tenemos a uno o más malditos locos encerrados con al menos una docena “Ellos” y no parece que quieran salir, lo que nos dice que quien o quienes sean tienen los huevos del tamaño de un puto elefante. Pero por lo visto no fueron lo bastante listos para montar guardia afuera– la expresión de algunos cambio radicalmente a medida que pase mi mirada, esbozando una sonrisa –diría que estamos por castrar a un gigante-

En esta ocasión, tras unos segundos de completo silencio, la puerta corrediza fue abierta, y mis veinte hombres abrieron fuego a discreción contra todo lo que moviera la boca y no fuera humano, yo me mantuve atrás, no había traído un arma de fuego conmigo, porque tampoco esperaba encontrarme a un jodido loco encerrado con un montón de malditos cuando me levante esta mañana, al menos el fin del mundo no se había llevado las sorpresas consigo.

En cuestión de segundos, fueron despedazados por las balas, cayendo uno tras otro hasta que todo se quedó muerto con excepción del gigante. Ello, dio paso a una vista tétrica y enfermiza, ganchos, estacas, cadenas, en la mayoría habían cabezas inertes clavadas, no había espacio alguno donde un ser vivo pudiera mantenerse, excepto claro, tras aquella barricada, donde estaba un enorme sujeto con el cabello largo y una barba revuelta, además de las ropas tan en onda que llevaba puestas. Camine entre mis hombres hasta estar al frente, la distancia no me permitía detallar la mirada de aquel sujeto, pero no había duda de su condición mental, nosotros también poníamos cabezas en estacas y errantes encadenados, pero todos estaban afuera del refugio, camuflándonos, esto en cambio, tenía toda la pinta de un simple gusto… vaya sujeto.

Gary, y otros a mi espalda, estuvieron a punto de vomitar, yo por mi parte, tan solo me hice una idea de con quien estaba tratando, recorrí el lugar con mis ojos una sola vez, y asentí muy levemente, con el gesto oscurecido. Tenía ese mismo gesto cuando me dirigí al hombre –hola, disculpa que yo y mis veinte putos hombres armados hasta los putos dientes entremos de esta manera. ¿Qué tal si bajas?– esboce una sonrisa al final –estamos aquí para… darte un par de consejos sobre cómo amoblar.

Las balas le sonaron como algo que estaba destinado a suceder, aunque verlos caer de esa manera tampoco parecía molestarle, ver a tantas personas de repente le hizo soltar una carcajada que se escuchó en todo el lugar, entonces tiro la barricada de una patada, haciendo estruendoso ruido mientras bajaba los escalones con sus pesadas botas, no tenía miedo de nada y de nadie, me señalo con un dedo de su mano que tenía libre y se puso a unos metros del numeroso grupo sin dejar de señalar – Tu, tu me caes bien, los otros son como si tuvieras un rebaño, en eso me caes bien, oh, si si, lo puedo ver en ti, tu también eres como yo – bajo la mano y tomo el hacha que tenía con las dos manos.

Pero ¿Sabes que? Eres un tipo fuerte, un tipo con carisma, eres lo contrario a todo lo que desprecio… todo el mundo se quiere hacer el héroe en este mundo y tu ¡Haces del villano, tanto como yo! Creo que… quitando a estos idiotas a tus espaldas, los dos nos podremos… llegar a entender – echo una mirada hacia todos los presentes antes de volver a verme, los demás claramente no le importaban.

El caminar del sujeto emitía un gran eco, cosa que hizo que sus hombres levantaran sus armas. –Madre santa, solo miren eso– el mismo eco que se emitía en el lugar hizo que mis palabras fueran audibles para todos los presentes –si tiene o no los huevos del tamaño de un elefante no me importa, pero miren el tamaño de este sujeto– permanecí inmóvil en mi lugar, siguiéndolo con la mirada a la espera de saber que buscaba al acercarse.

Para cuando se detuvo, ya no había sonrisa en mi rostro, me limite a escucharlo con verdadera curiosidad de ver que tan corrida tenía la teja, porque así era, podía verlo en sus acciones, en sus gestos, y en sus palabras… ¿Que yo era como él? Entrecerré los ojos al escuchar aquello, no, el hombre no se acercaba un puto poco a saber lo jodida y putamente distintos que éramos –¿tú crees? bueno, espero no llegar a decepcionarte– sonreí, actuando como alguien que se siente adulado por las palabras contrarias.

Volví a dejarlo terminar, habiéndome convencido al final de que no era un tipo que se la iba con rodeos, aun así, estar puto loco y tener los huevos enormes nunca sería lo mismo, y esa podría llegar a ser la mayor diferencia entre ambos. –La primera impresión es muy importante sabes. Por ejemplo, lo primero que se me vino a la mente al verte fue que eres un sujeto jodidamente grande, y que estuvieras encerrado con estas cosas me dice que te la llevas muy bien con ellos. Mientras te acercabas, pensé que podríamos matarte, ponerte un casco de acero, pegarte unas varillas a los brazos y encerrarte en un contenedor. ¿Te lo puedes imaginar? La mejor puta arma del mundo– baje el machete de mi hombro y lo señale en la misma forma que el había hecho –pero te digo algo, tu también me has caído bien, así que en lugar de matarte, comenzare por presentarme. Me llamo Nolan,. ¿Puedo saber tu nombre? O prefieres que te llame el abominable hombre de los bosques– los cañones de las armas se adelantaron, dispuestas a protegerme –tranquilo amigo, admito que no se me da bien conocer a nuevas personas, pero es que me impresiona tu corpulencia, joder mira tus brazos, lo único así de grueso en mi es mi verga– carraspee mi garganta, no había pensado que tendría que hablar tanto el día de hoy –déjame iniciar de nuevo, ahora que tuve unos minutos para pensarlo, creo que tienes razón, ciertamente podríamos llegar a entendernos, lo mejor de iniciar desde cero con alguien es que el contador de faltas en ambas partes esta en cero. Me gusta mucho esa filosofía, y trato siempre de cobrar y pagar mis deudas, especialmente cobrarlas– la sonrisa me volvió a brotar con naturalidad.

George. ¿Reconoces a alguno de nuestros hombres?– gire la cabeza para preguntarle, el asintió, y señalo –sí, aquellos tres de allí, reconozco su ropa– señalo tres cadáveres en un lado del suelo, yo no sabía cómo iban vestidos aquel día, pero fue George quien les abrió las puertas al salir de la base. Volví mi mirada a quien estaba frente a nosotros, no sonreía, pero tampoco parecía enojado, en cambio, mi mandíbula se había tensionado y mi mirada se había vuelto maliciosa.

Nos hacemos llamar «Los Iluminados», tomamos lo que queremos, cuando lo queremos, de otras comunidades de sobrevivientes. Generalmente el trato consiste en hacer lo posible por limpiar algunas zonas y garantizar seguridad, tanto como podemos al menos, pero no voy a negar que a veces parece más un dame la mitad de tus cosas y no te mato. La base de todo son el miedo y el número de hombres, no puedo hacer mi trabajo si matas a los míos, y me caíste bien, maldición, me caíste tan bien que no quiero matarte, pero tampoco puedo pedirte ser uno de los míos porque te veo muy cómodo aquí afuera así que… aquí va el trato– volví a señalarlo con el machete –mi gente te trae una caja con comida, agua y alguna que otra sorpresa dos veces al mes. ¿Quieres agregarle algo más? Solo tienes que pedirlo, Nolan será tu nuevo mejor amigo. A cambio, tú no matas a un solo Iluminado más, no importa que tan pequeño, grande, joven, viejo, bonito o feo sea, mata a algún imbécil de otra comunidad, no eres mi puto problema si no quiero que seas mi puto problema. ¿Qué te parece? Oh, una cosa más– dije antes de dejarle decir nada -para que este trato se pueda llevar a cabo tenemos que tener nuestras cuentas en ceros, mataste a algunos de mis hombres y yo más que vengarlos necesito dejar un mensaje claro. Tienes una deuda conmigo, deuda que voy a cobrar– con mi mano libre, desenfunde el cuchillo en mi cinturón –me vas a dar uno de tus dedos, mano o pie, tu elige, esta vez un solo dedo será suficiente por los hombres que perdí. Si vuelvo a saber que mataste a un solo Iluminado, yo mismo vendré a llevarme otro dedo, entre más Iluminados, más dedos.

Un dedo sera suficiente ¿verdad? mi nombre es… Wyatt aunque puedes llamarme Pastor, es como me llama la gente de las comunidades ¡Lo que me recuerda!, tengo una guerra contra una en concreto, de hecho… yo solo con mi rebaño y voy jodidamente ganándoles – no era una mentira, cuando la comunidad de El retiro mandaba gente a su bosque o al restaurante en busca de provisiones, no regresaban – Creo que ha llegado el momento de darle una lección a ¿El retiro? ¿Te suena ese nombre? Estoy seguro que si, no pienses que estoy loco, oh no no, lo parezco, pero soy listo, por eso nos caemos bien… porque somos los más listos de este jodido lugar – puso el hacha en su hombro, goteando su propia sangre – Un viejo militar y sus perros no son algo que se deba temer ¿las otras comunidades? También sufrirán lo mismo… veras ¡Disfruto viendo la cara de terror de la gente!– con esas palabras y una sonrisa alocada en sus labios se quedo esperando ver cuál era mi reaccion.

La sonrisa del sujeto era tan abominable como su tamaño, si no supiera a estas alturas lo corrido que estaba, esa sonrisa me habría dejado en claro que algo andaba mal. Fuera del hecho de que me disgustaba que no me respondieran con putas palabras, le deje ser y hacer, algo me decía que mi propuesta si había logrado entrar en su cabecita de mastodonte, pero le daría el beneficio de la duda. Cualquier otro me habría hecho pensar que tenía agallas, yo mismo no veía mucho problema en cortar un dedito, pero un loco jamás tendría agallas, no, lo de él era otra cosa, loco como la mierda con sus perturbadores gestos de mimo y esa sonrisa que yo no practicaría frente al espejo si tuviera su cara. Mientras se auto mutilo, una sonrisa me broto de la cara, no por lo que él hacía, sino porque se me estaban ocurriendo muchas buenas maneras de usar a este sujeto para mi beneficio.

Wyatt. Nombre rudo, tipo duro. Suena bien– recibí el dedo sin ápice de repulsión, y una vez más, lo deje hablar sin interrupciones, e incluso me resulto divertido saber que de alguna manera le estaba aguando la vida al viejo lame suelas de Crowe en El retiro. Orgulloso como era, no esperaba que me pidiera ayuda, y aunque lo hiciera, que tampoco se vaya haciendo ilusiones de que se la daría.

«¿Que no estás loco? los desquiciados jamás admiten estarlo, y tu estas como una puta cabra, que no te has parado a pensar que para meter puto miedo me tengo a mi mismo. Pese a ello, no siempre voy a estar presente, y ahí es donde entraras tú, mastodonte repulsivo, de lo contrario te mataría y te revolcaría en la carnicería que por mero gusto montaste aquí» -oh amigo mío, nadie se atrevería a decir que no eres un jodido visionario, el miedo es una escalera, me alegra que lo tengas claro, porque este mundo solo funciona si tienes reglas, y el miedo a quebrantarlas– moví el machete en dirección a su hombro, donde yacía el hacha que sostenía, me dirigí a George –George, el hombre ya nos entregó un dedo y aun no veo su primera caja– de inmediato mando a un grupo de Iluminados a los camiones que habíamos dejado abajo.

Volvieron unos minutos después con una caja que tenía adentro 5 latas de comida y 5 botellas de agua, y algunos medicamentos. Se la entregaron a Wyatt – seguro no es mucho, veníamos preparados para matar no para regalar– mencione sin siquiera ver que había dentro de la caja –algunos de estos buenos hombres volverán en cinco días, tu solo recuerda no respirarles demasiado cerca– terminado aquello, repase el lugar con mis ojos, me puse el machete al hombro, y me dispuse a darme la vuelta para salir –hasta otra vez Wyatt-

Bajamos la colina sin más sorpresas, y volvimos a montar los vehículos, emprendiendo marcha al refugio. Apenas unos segundos después de habernos alejado, con un gesto de desagrado en mi rostro, arroje el dedo que hasta ese momento había conservado en mi mano.

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