Los ojos del mercenario

Los ojos del mercenario

BrunnarHammar

08/02/2018


Brunnar, un celta veterano. Siempre en busca del mejor postor que pueda darse el lujo de pagar por su servicio de mercenario. Acompañado por 100 guerreros mas que se baten junto a el por el oro y con la espada.

…»y muchas fueron las lágrimas que ese día cayeron y las madres y los hijos quedaron solos. Nunca más tantos hombres habían sangrado tanto por tan poco»…

Norte de Europa (Año 59 a.c.)

En los años donde se luchaba por necesidad o por diversión.

– ¿Sin filo os quedáis maldita espada?… ¡Ahora no es el momento! ¡Cortad y seguid cortando! Que aún no acabáis y todavía queda mucho desdichado por matar. ¡Adelante cobardes venid y probad el sabor de mi acero! Soy solo yo… ¡venid ahora! –

Brunnar más que seguro en sí mismo era junto a 100 guerreros más los únicos en pie.

Aquella era una buena muerte. ¡Honrosa claro que sí! Morir, así como lo dictaban los druidas, ¿qué más se podía pedir? Morir peleando y llevarse a todo hijo de puta que su pusiera por delante.

Si se sobrevivía, mejor, así se podía disfrutar de las viudas, repartirse el botín y beber, beber por los hermanos muertos y por los dioses.

¡Qué bello era ver aquella aldea arder! Sus fuegos dejaban ver los nuevos dominios, aquella era un gran bastión, aquí el nuevo señor infundiría su mandato. ¿Sería magnánimo o brutal? Problema de Brunnar no era, su único lamento venia de un morral casi vació y debía llenarlo de bien prometido numerario.

-Intendente tu señor me debe y cancelar la deuda quisiera-. Brunnar se estaba poniendo nervioso, y no era para menos. Le habían prometido oro, vino y quizás tierras, pero, aquellas promesas se iban quedando flacas como el ganado sin forraje.

El intendente del caudillo hablo con desdén. – Acaso Esus te está acechando? – dijo y rió con burla y con su mirada fija en los ojos encendidos de Brunnar y continuo. -Bueno…veo que no eres hombre de mucha comedia, haremos esto, te pagare por hoy…mañana te pagare más aun, pues los sucios Belovacos se están reuniendo más al norte. Habrá guerra y es menester tenerte entre nuestras filas…- el intendente con palabras de serpiente disparo su estrategia esperando un «si» como respuesta, pero Brunnar con un movimiento de cabeza dio por entendido que allí estaría. Se giró sobre sus pies y se marchó a su tienda, durmió con un caldo de ave en su estómago y con el morral, todavía, muy liviano.

Muy entrada la noche, aun sin poder llamar al sueño, pensaba en los próximos días. Dudaba de aquel caudillo avaro, pues eran gentes muy odiosas de convidar sus salarios, y aún más eran capaces de cancelar trato pagando con traición que con oro o plata. Su tropa le sería leal mas no por amor a su presencia sino porque Brunnar era visionario y según algún druida podía ver ciertos acontecimientos que los demás no esperaban. Quizás era eso o quizás era que simplemente desconfiaba hasta de la sombra que lo seguía.

En el cielo se formaban como grandes manchas que sin lógica ni razón deformaban el vasto cielo. Brunnar se sintió insignificante. Los druidas decían que aquellas «manchas» eran las estelas que dejaban los dioses al intentar atrapar las estrellas.

Druidas. Que autoridad poseían tales hombres para disponer del destino de los comunes?.

Brunnar se sentía capaz de volver a toda su raza un solo puño, pero lo que tenían de fuerza también lo tenían de ambiciosos. Su sangre era belicosa y hermanarse bajo una sola nación no generaba más que dudas.

Será por los dioses, será por destino trágico, de cualquiera de las maneras, aquellas gentes estaban condenadas a ser los dedos de la mano, más nunca un puño.

Todos estos eran pensamientos que afloraban de forma peligrosa, que podían llevarlo a su propia muerte. Se acaricio el mentón pensativo y decidió que descansar sería más fructífero que seguir desglosando ideas extrañas y de enormes magnitudes.

El sol despuntaba como si sus rayos fueran picas, muy arriba en el firmamento se prepara para admirar el espectáculo de carne que se avecina.

Brunnar sale de su tienda aun dudando casi somnoliento, la noche fue dura con él y los sueños no le contaron nada, solo vio formas y aquello no era bueno. Sus hombres lo recibieron con gruñidos de afecto y golpeando sus lanzas contra sus escudos, respeto le tenían y se lo hacían saber.

Pobres sean aquellos que ese día estaban ahí. Los reunieron los dioses para su entretenimiento, ahora en aquel suelo húmedo, caerían sus entrañas, caerían sus armaduras, sus espadas roídas. Sus almas solitarias irán a donde moran las bestias y los vencidos.

«Por siempre que venga la oscuridad y eterna se vuelva. Seremos aquellos que no descansan porque somos los que cazan almas. Toutatis! aquí y hoy te ofrecemos carne y sangre, corazones y almas para beber de sus cráneos«. Rezaron los guerreros aquellos y como bestias poseídas se lanzaron sobre sus presas.

El choque de los aceros fue tremendo, más aún el de la carne al ser desmembrada, que espectaculo ver al enemigo sangrar. Ese día sangraron muchos. Gritos de miedo y agonía surcaban el aire, el olor aquel, a sangre y mierda salida de los vientres rajados era signo de que los otros estaban perdiendo.

No se preocuparon en rematar a los heridos, ya morirían allí o en su aldea en la más baja de las vergüenzas.

Otro día, otra batalla demasiado fácil. El enemigo estaba usando guerreros muy jóvenes y sacrificables.

Brunnar de memoria se sabía la secuencia después de una batalla. Marchar, vencer y saquear.

Luego de cobrar, tan ansiada soldadesca, se echó a beber en el lupanar más cercano. Bardos y putas, con besos dulces bien pagados, lograron despejar la mente de tan dañinos pensamientos que en nada ayudaban.

Pronto se vio tambaleando por las afueras de aquel agujero de perdedores. Su cota de malla iba chasqueando contra la pared de piedra del edificio En su mano izquierda colgaba su última jarra de terracota casi vacía de vino agrio. Por un momento recordó que debía volver y engrasar su espada larga y limpiar su armadura, pensamiento que se perdió en la bruma del alcohol.

Se dejó rendir y cayó como una mole, derrumbado. Allí se quedó observado solo por aquella luna, blanca y fría.

Se vio rodeado por las llamas, no quemaban, pero aquel hedor tan insoportable le penetraba las fosas como cuchillos a la carne. Aquel niño lo miraba fijo a los ojos.» – Te seguirás quemando…sin prisa, pero siempre en llamas-….»

Un sol implacable lo despertó. Con la cabeza partida por el vino y con el apremio de la asistencia en una batalla que, quizás ya se estaba librando, salió arduo a buscar montura.

Sus hombres, 100 guerreros ávidos de gloria, lo esperaban a unos kilómetros de allí.

Un oficial, su segundo en llevar el mando, lo recibió con el temple serio. Había novedades de última hora.

-Nuestro explorador ha vuelto. Los hombres de Merolas han iniciado el asedio…-

-¿Asedio?…ese perro jamás hablo de ningún asedio.- Brunnar no se sentía cómodo con las sorpresas, pues ninguna en su vida le había traído dicha. – Bien…vamos allá…al fin y al cabo tendrá que pagarnos más-. Sin más que añadir salieron todos detrás de su caudillo.

Como todo sitio había gran cantidad personas haciendo muchas cosas a la vez: Guerreros asaltando la empalizada, tratando de derribar el gran portón. Otros tantos en apresto, esperando al mencionado derribo para lanzarse al ataque y llevarse todo el crédito. Luego los esclavos que, eran casi el doble de sus señores pero muy inferiores en coraje, revoloteaban por todo el campo llevando y trayendo mensajes, cargando armas o cavando fosas.

Muy común era ver que detrás de toda aquella desorganización había un sin fin de cuestiones que no dejaban dudas, un asedio prolongado no era beneficio para ningún ejército por más buena logística que tuviera: Enfermedades, heridos, y animales se mezclaban en un gran caldo de putrefacción.

El día dejó paso a la noche. La ausencia de la luz dejo a aquellos sembrados arrasados y fangosos tan oscuros como los ojos de un oso. Solo aquella oscuridad se rompía con las fogatas de las tropas que yacían en sus descansos, el asedio seguía en pie con hombres de refresco tratando de quemar las puertas. Los defensores Belovacos estaban dispuestos a entregar cada gota de sangre sin retroceder un metro siquiera.

En una especie de gran salón levantado en el centro de las tiendas, se resguardaba el estado mayor de Merolas.

-Cuanto más debo esperar a que tus hombres derriben dos putas puertas de mierda…- Merolas era hijo de Sedenal, señor de las tierras más allá de los territorios de los Senones. Merolas paciencia no tenia, pero conocía los tiempos de un sitio como este y más sabiendo que se lo hacían a una de las tribus belgas, tan temibles como fieros, cuyo nombre hace dudar a los guerreros más hábiles.

-Mi señor, nuestros hombres sin descanso han luchado. Las puertas ya están severamente dañadas y el hambre está causando duda en los enemigos- sus oficiales eran nobles, todos ellos, pero pocos eran grandes estrategas y mucho menos aún inteligentes. Muy pocos habían estado en cercos tan prolongados y sus combates siempre habían sido contra aldeas con más mujeres que hombres.

En ese momento ingresa a la tienda Brunnar y Hermman su lugarteniente. Gran sorpresa causó entre aquellos nobles con sus elegantes pieles de osos y lobos, de barbas cuidadas y mallas brillantes; contrariando a todos estos los mercenarios portaban sus viejas cotas y rostros que denotaban que la juventud hace rato los había dejado en su plenitud.

Merolas rompió la tensión que miradas celosas habían provocado la entrada de aquellos no deseados a la sala donde solo los más dignos merecían estar. -Están aquí por mi llamado. Son hombres que han luchado antes contra los belgas…- Merolas pronunció aquellas palabras sentado desde su sillón acomodado con pieles de muchas bestias. Era un líder imponente e inspiraba respeto también algo de temor. -necesito saber el precio que me costara derribar esas malditas puertas…- sin levantarse pero mirando fijo a los ojos de Brunnar impuso ante todos y sin previo consentimiento de ninguno poner a cargo de la vanguardia a aquellos mesnaderos.

Brunnar sabía bien que muchos, si no todos, deseaban su fracaso. Llevarse el favor del caudillo era acceso directo a un favor real pero si fracasa otro se llevaría la gloria.- A la salida del sol y antes de la cuarta diurna los portones caerán…pero- En ese «pero» recayeron cien miradas, un simple extranjero se atrevía a pronunciar un «pero» ante Merolas. – pero…la mitad de todo aquello que un hombre pueda cargar será nuestro-.

Merolas miró pensativo a Brunnar. Qué opción tenía? Sus hombres empezarían a desertar o a morir por las enfermedades y si fracasaba tendría que rendir de cuentas a muchas familias. No, el fracaso no era el camino. Debía salir victorioso o tendría que doblar su espada ante todos sus guerreros.

Brunnar aquella noche oscura y profunda no quitó los ojos de encima de aquellas grandes puertas. A su alrededor todos dormían excepto los centinelas.

La mañana traería desdicha para alguno de los dos bandos, pues se decidiría quien se plantaría como nuevo señor en todas aquellas tierras.

Brunnar era consciente de lo que se avecinaba, por eso esa noche decidió el ataque y salió raudo junto a su montura para buscar el lado más débil de aquella empalizada.

El amanecer llegó pronto, pareciera que el mismo universo quería ser espectador de aquella masacre.

Los mesnaderos esperaban órdenes de un Brunnar que apareció junto a Merolas.

Los carnix resonaron anunciando el inicio de los movimientos. Los caudillos segundones de Merolas con sus miradas hincaban de envidia las nucas de aquellos mercenarios, estos avanzaban en formación cerrada debajo de aquellos escudos iba Brunnar. Detrás suyo esperaban tres mil ochocientos guerreros ávidos de riquezas.

Los celtas se acercaron a la gran puerta mientras resistían con perfecto orden los envites de todo lo que los defensores le lanzaban. Aquellos escudos bien pertrechados y la disciplina de sus hombres, rara vez vista entre celtas, hacía de la comidilla de los que a unos cuantos pasos atrás aguardaban.

Brunnar estaba en medio, pues al frente tenía enemigos y por detrás tenía posibles traidores. No había tiempo de pensar mucho, debía decidir, o la muerte decidiría por él.

-Mantener los escudos en lo alto!…rápido moveos asía la puerta- Brunnar no pensaba perder más tiempo debía terminar con esto lo antes posible y tenía la estrategia ideal. Algunos de sus hombres llevaban sacos con las partes más grasosas de los cuerpos de los cerdos que la noche anterior habían matado con este fin. Clavaron los sacos a las puertas y las hicieron arder. Sin perder tiempo se retiraron de nuevo en perfecto orden de formación.

Las puertas ardieron con fuerza, quizás no caerían por efecto de las llamas, pero quedarían débiles, lo suficiente como para ser derribadas por el gran tronco que los mercenarios usarían como ariete; estos volvieron a cubrir a sus camaradas que llevaban el ariete, de nuevo y sin perder ningún hombre se acercaron a las puertas. El gran madero dio el primer golpe y las puertas temblaron pero parecían dispuestas a no ceder.

-Vamos de nuevo justo ahí!- Brunnar sabía que los escudos no podrían resistir más tiempo las grandes piedras que los belovacos lanzaban y algún que otro venablo había atravesado ya el cuero curtido y astillado más de un escudo de sus guerreros. -Maldita puerta caerás o moriré aquí mismo!-. Sus hombres con un orden excepcional golpeaban sin cesar.

Ese portón se resistió cual escudo resiste mil saetas. Pero al final cayo.

Merolas estaba impactado. A sus hombres les había llevado más de 3 días tan solo acercarse a las murallas. Y este extranjero no solo había derribado la entrada, sino que también todavía, le quedaba energías para entrar y luchar. Quien era ese tal Brunnar, acaso era descendiente de los hijos de hércules?. Al igual que él, sus caudillos se miraban entre sí, confundiendo sus gruñidos entre las aclamaciones de los celtas que sin reprimir algarabía golpeaban sus lanzas contra el borde de sus escudos.

Los hombres de Brunnar ingresaron en tropel, saltando los restos del portón, del otro lado había solo abandono. Los belovacos avecinando los hechos habían destruido y matado todo aquello que les podría servir a sus enemigos. Brunnar miro buscando entre las casas de adobe y allí al fondo de todo aquel amontonamiento de porquerías vio la improvisada plaza donde se encontraba la casa del señor de aquellas gentes. Sin pensar en nada se lanzó en busca del final de toda esta mierda.

Los hijos de Merolas ya estaban hastiados de las espera y a cada momento fulminaban con la mirada el rostro incorruptible de su padre. -Mi señor a que esperamos? lanzamos a nuestros hombres o terminaran por romper las filas- Vetronio era de todos sus hijos el mayor y el más ambicioso. Vetronio solo tenía una idea en su cabeza: Poder.Quería ser dueño de todo y expandirse sometiendo a quien fuese necesario, pero ahora debía estar subordinado, pero solo por ahora.

«y el carnix volvió a sonar, pero ahora con aliento de guerra y los lobos aullaron los guerreros y sangraron. Esta vez el gran oso había caído en desgracia»

Los guerreros confiados vigorosos entraron a la aldea y sin hallar resistencia alguna y ciegos de ambiciones se abalanzaron pensando que los mercenarios, muy valientes pero muy estúpidos, habían hecho el trabajo sucio por ellos ya ahora, a ellos, les quedaba solo saquear y beber.

Sinopsis

Brunnar lidera hombres de fortuna, sin bandera, sin lealtad. Lidera guerreros letales y traicioneros que se verán envueltos en una disputa interna entre pelear por algo o vivir por nada.

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