Solo la verdad nos hará libres

Solo la verdad nos hará libres

Marcela Ines Luna

13/03/2021

Ana se despertó lánguidamente, se sentó y contempló los alerces meciéndose suavemente a través de la ventana de su dormitorio.

Confundida, no podía pensar en nada, ni recordar qué había pasado la noche o la tarde anterior, tampoco cómo había llegado allí.

Ana padecía un síndrome llamado, MITOMANIA, que se define como una enfermedad donde el paciente no puede dejar de mentir. Ella aún no lo sabía.

Trabajaba con su madre y su socio Carlos en un restaurant. Carlos la consideraba como una hija dado que Ana había perdido a su padre años antes, pero a raíz de tus mentiras y olvidos constantemente se enfrentaban y discutían porque muchas veces el negocio se perjudicaba por la actitud inmadura de Ana. Sus mentiras y excusas eran fácilmente desbaratadas cuando se comprobaban mediante simples llamadas telefónicas o verificando por internet la falta de pago o la omisión de presentación de documentos.

Ana se encargaba de la administración y del manejo de los empleados.

“Ana nos depositaste el sueldo?” – “Si, hoy mismo lo hago (mentira)”

“Ana no pagaste a la obra social y no puedo atenderme en la guardia!- “No puede ser debe ser una equivocación de la Obra Social (mentira)”

“Ana, no pagaste el monotributo? Pregunta Carlos. “Si no te preocupes ya lo hice (mentira)”. En solo unos minutos Carlos ve en la página de Afip el impago…y no puede creerlo.

Situaciones similares se generaban a diario generando discusiones, conflictos y neutralidad de parte de Patricia, la madre de Ana que apoyaba, sobreprotegía y cubría a su hija hasta donde podía.

El día anterior, del cual Ana no recordaba, las cosas explotaron de manera exponencial y todo se vino abajo.

Eran tantas las mentiras, excusas y olvidos que Ana dispersó en todo su entorno que el celular no paraba de sonar. Proveedores, empleados, Carlos, inspectores, etc., todos a la vez intentaban hablar con ella para solucionar los problemas a los que ella no quería enfrentar.

Cuando Ana se enteró que cerrarían el restaurant por falta de pagos y que se les cobrarían una multa millonaria a sus socios .. su psiquis colapsó. Todo empezó a dar vueltas y se desmayó.

Su madre entró al dormitorio donde Ana estaba sentada mirando por la ventana, inmóvil y con lágrimas rodando por sus mejillas.

“Ana…como te sentís? Preguntó Patricia

Sin mirarla le contestó: “Vacía, no sé quién soy y creo que estoy enferma. Siento como si tuviera los pies y las manos atadas, presa dentro de mí misma. Es muy extraño, ya no sé qué es verdad y que es mentira”

Patricia, sin decir nada, buscó el teléfono y llamo a un psiquiatra amigo. Cuando colgó ella también lloraba. Se sentía culpable de no haber parado esto a tiempo. Su hija se siente esclava de si misma y solo cuando aprenda a decir la verdad y enfrentar su realidad diaria…será libre.

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