Trabajaba en la grabación de vídeos sociales con mi amigo Joaquín Pavía Muñoz, cuando fuimos contratados para cubrir la primera comunión de un niño.
La ceremonia religiosa no fue comunitaria, sino particular, por lo que estuvo un poco desairada, solamente con la presencia de la familia más cercana. Eso sí, cuando llegamos a la fiesta, el jardín de eventos estaba a reventar. Bien se dice que “a la gorra, no hay quien corra”.
El festejado, después de haberse mantenido pulcro y arreglado en el templo, en cuanto llegó al jardín aventó el saco y el corbatín para ponerse a jugar con otros niños. ¡Es natural, así son los niños! Lo que no era normal era la forma en que jugaba. El niño, aprovechando su complexión física robusta, tumbaba y golpeaba a los otros chiquillos y, con una espada de plástico que le acababan de regalar, repartía trancazos entre sus compañeros a diestra y siniestra. Nadie se atrevía a llamarle la atención. ¿Cómo? Si se trataba del festejado. Lo más que podían hacer los papás de los niños lastimados era llevárselos a sus mesas, para evitar que se continuara con la masacre.
Por fin, después de un rato, el papá del “recién portador de Cristo en su corazón” le llamó a su lado y me indicó que me acercara con la cámara. Me dijo:
– ¡Grabe! ¡Quiero darle un consejo a mi hijo con motivo de su primera comunión! -.
Yo puse a funcionar la cámara mientras pensaba:
– ¡Vaya! ¡Hasta que le van a poner un alto a este demonio! -.
El papá dijo entonces:
– ¡Mire mijo! En esta vida primero que todo está Dios, luego, su padre, después usted y…todos los demás ¡que chinguen a su madre!...-.
– ¡Queeeeé! ¡Pero qué es lo que le pasa a este hombre! -. Pensé. – ¡Con razón el escuincle es como es! ¡No se vale! ¿Qué tipo de educación está dando a su hijo? ¿Qué clase de hombre está formando? ¿Qué podemos esperar de alguien que sólo piensa en él, sin importarle la vida de los demás? ¿En dónde está dejando a la esposa y a los demás hijos?…-.
Mi papá Rubén nunca me dio un consejo, no era de mucho hablar, pero me enseñó con el ejemplo a ser responsable, honrado y respetuoso. ¡Siempre lo recordaré con amor y admiración! Cumplió con su vocación de padre para con sus 12 hijos hasta su muerte.
Cabe preguntarnos ahora para quienes somos padres: ¿Qué tipo de consejos y ejemplos estamos dando a nuestros hijos? ¿Cómo será la siguiente generación de ciudadanos con los hombres y mujeres que estamos formando? ¿Qué clase de valores les estamos inculcando? Luego, no nos quejemos de la sociedad en la que vivimos, pero que nosotros mismos hemos ayudado a construir…o destruir.
Altar de muertos dedicado a mi padre: Don Rubén Varela Rodríguez (1922-1997).
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