Todo empezó en un amanecer de marzo, desperté y abrí mis ojos encontrándome con el inicio de una misteriosa pero encantadora mañana. Está me permitía experimentar en el cantar de las aves una tranquilidad y un gozo inexplicable, que incitaban a mi ser de alguna extraña manera a vivir ese día de la mejor manera posible, algo dentro de mí decía que ya nada volvería a ser igual. Dí gracias a Dios por el día que había llegado y salí de mis aposentos a preparar todo para iniciar mi rutina cotidiana, revisé que todo estuviera en orden, seleccioné la playlists#bocadillo en mi celular, tome mi bicicleta y coloqué los audífonos en mis oídos; abrí la puerta y por un momento mi visión se fijó en aquella calle que me conectaba a lugares, momentos y personas maravillosas; confieso que por algún motivo hoy se sentía un ambiente, una esencia totalmente diferente a la cotidiana.
Comencé a recorrer aquella calle observando cada detalle. Cuando ya me encontraba alejada del pueblo cerca a los cultivos observé como el sol iluminaba y pintaba el cielo de la manera más espectacular e inspiradora; también como el sonido de aquellos ríos cercanos hacían de la mañana una melodía dulcemente armónica acompañada de los ciudadanos y campesinos que se movilizaban en aquella vía e irradiaban en su sonrisa seguridad amor y alegría. En pocas palabras está calle era mi escapatoria porque me alejaba de aquel desierto de las obligaciones y preocupaciones y me llevaba a mi descanso, a mi sombra, a mi oasis.
Después de una hora gratificante de ejercicio organicé el horario de todas mis obligaciones y me fui de casa para ir a cumplir mi deber (Todo transcurrió normal). Cayendo la noche llegue a mi casa cansada por el trajín del día, encendí mi televisor y escuche una noticia que me dejo anonadada por varios segundos. No podía creer lo que estaba escuchando, no podía creer que debíamos todos por precaución al covid-19 quedarnos en casa; luego de esta noticia pase una noche llena de insomnio y angustia. Llegó un nuevo día y ya nada volvió a ser igual. El tiempo empezó a transcurrir ya no eran horas, ni días, ni semanas, eran meses… meses que dejaban la amarga sensación de dolor e incertidumbre; ya nadie sabía que fecha era solo se dejaban llevar de la monotonía, de la tristeza, de la ansiedad, incluso mi vida se había convertido en un inmenso desierto ya que no podía estar transitando aquella calle que tranquilidad me brindaba además se encontraba sola y abandonada.
En busca de agua y sombra en aquel desierto después de tanto tiempo, apareció una luz, una estrella que el sol no podía opacar, en efecto esta misteriosamente daba esperanza a quien la miraba. Un día igual al anterior, el gobierno declaro que podíamos salir nuevamente de casa pero que debíamos cumplir con los protocolos de bioseguridad, esta noticia fue la respuesta de Dios a mi clamor de que cayera agua en el desierto. El agua fue para mí un alivio, un descanso que me lleno de energías para seguir a aquella estrella en el cielo que me guiaba, hacia algo que presentía, sería mi felicidad.
Llego un nuevo día, donde como al comienzo todo resplandecía; así que me prepare para por primera vez en mucho tiempo volver a recorrer aquella calle que me conectaba a los mejores lugares, personas y recuerdos de mi vida. Hoy a diferencia de los días anteriores en los que mi ser no habían llegado al desierto, en mi maleta aparte del agua y mis frutas, agregue una libreta y un esfero, me coloque el tapabocas; emocionada salí con mi bicicleta, me detuve un momento para respirar y de admirar la belleza de aquella calle que había cautivado mi corazón. Volví a recorrerla y a alejarme del pueblo ¡oh vida pero que estoy viendo¡, ¡oh cielo que gran alegría estoy sintiendo¡, ¡oh estrella que en medio del desierto has despertado al oasis de mis sentimientos ¡
En cierto momento decidí detenerme y sentada en el pavimento junto a mi bicicleta inicié a unir la tinta con el papel dibujando las siguientes palabras:
“Definitivamente 2020 fue mi desierto, pero también, fue un año que marcó la historia y nos obligó a un cambio radical. En busca de la salida de este desierto, aprendí que por más planes que hagamos solo Dios tiene el poder y la palabra para permitirlo cumplir. Confieso que este año más que los anteriores (que sé que no son muchos) viví cosas que nunca pasaron por mi mente que iban a ocurrir, pienso que por primera vez abrí mi corazón realmente al mundo, por primera vez decidí quitarme la venda de los ojos y mirar más allá de mi realidad. Sé que siempre me he considerado una persona que ama ver la belleza en los desastres, en el caos y con voz segura digo: que no todo fue malo porque en la lucha por encontrar el oasis empecé a valorar a mis seres queridos, empecé a vivir mi vida con amor, empecé a batallar por mis sueños; también deje atrás mi corazón insensible y por primera vez deje de ser indiferente al dolor ajeno. Este desierto me ha dejado bastantes experiencias que han marcado mi vida, pero ahora, alegremente dándole vida a mis palabras congeladas puedo escribir que me encuentro en la vía que me conecta al grandioso oasis; definitivamente puedo dar gracias a Dios porque he encontrado en esta calle, en estas letras que estoy plasmando en tinta y papel que he llegado después de una larga travesía a la tan añorada sombra en el desierto.”
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