La radio seguía entonando a Radiohead, y yo miraba, tomando mis brazos helados con mis manos, hacia otro lado que no fuera su lado.

    Pero un día volvió a pasar por mi cabeza la juventud que sintieron mis huesos cuando me pasaba la cerveza, cuando lo alcanzaba muy rápido con mi patineta, y mi mano sagaz rozaba su mano, se sentía como cuando estás llorando.

    Cuando secaba mis labios en su hombro, mientras compartíamos los audífonos, y su mejilla se mecía, se mecía hacia mi lado, tranquila.

    Cuando veía estrellas en mis ojos cada vez que me abrazaba con una ultraviolencia fugaz, que sólo él podria hacer que se sintiera obra divina

    descubrí una lágrima que se cayó sobre mi brazo, con el que apoyaba el mentón en la ventanilla del auto, y me descubrí buscándolo por 18 de julio una vez más.

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