“Dichosos aquellos que no se dejan engañar por las repeticiones de la vida diaria”
Es la frase que Eluney escribió en su diario como cierre del 2019, año en que las calles de Sitges la vieron crecer, llorar, divertirse y amar.
Cuando uno viaja y conoce un lugar nuevo, recorrer sus calles es una aventura, los sentidos nadan en un mar de nuevas sensaciones – colores, aromas, voces, música – todo es percibido, procesado y memorizado tan detalladamente que nuestra mente entra en un descarado coqueteo con la idealización.
Así fue como, surfeando en esa marea de nuevas emociones, Eluney decidió que Sitges era donde quería estar. Con el pasar de los meses descubrió que allí las calles nunca son iguales, desde el carnaval hasta el festival de cine de terror, el pueblo cambiaba siempre de color.
Cada calle tenía su encanto pero Eluney estaba convencida que el Carrer de l’aigua escondía una magia sinigual.
Allí vivía, en un apartamento pequeño y acogedor. La puerta de ingreso era de un azul profundo que contrastaba armónicamente con el blanco de la fachada. Siempre tuvo una particular atracción por las puertas y ventanas de las casas, le gustaba imaginar como sería la vida de sus habitantes ¿Qué historias de amor, desamor, rutinas y aventuras se esconderían detrás de ellas?
La suya era, definitivamente, una puerta que se abría a una gran historia de amor y aventura, de la cual no hablaremos hoy pero que tienen ustedes la libertad de poder imaginar.
Tan pronto como supo que el Carrer de l’aigua sería parte de su recorrido habitual al trabajo, Eluney se propuso observarla cada día como si fuera la primera vez. Este cambio de perspectiva la llevo a descubrir los más hermosos tesoros que una callecita puede ofrecer en tan solo unos pocos metros:
Los balcones llenos de flores en primavera.
Los azulejos distintivos que brillaban de orgullo en las fachadas de aquellos que habían sido premiados por tener el balcón mejor decorado.
El café de la esquina de Santo Domingo, pequeño y escondido, se convertía en un oasis de intimidad para los enamorados.
La música … Si, la música, porque en esa calle, detrás de una gran puerta doble en forma de arco y madera robusta pintada de color verde, vivía un pianista que tocaba las más deliciosas melodías.
La familia que armó la mesa en medio de la calle para festejar juntos una noche de verano.
El gatito atigrado de la vecina que disfrutaba del sol de la mañana enroscado en una silla junto a la ventana.
Los adoquines de la vereda que sonaban al compás de sus tacones.
La casa misteriosa. Eluney se olvidaba de la discreción cuando, al pasar por delante, estiraba el cuello para curiosear a través de esos grandes ventanales que permitían ver todo en su interior, bueno, no todo, porque nunca pudo ver a las personas que allí habitaban. Su imaginación volaba al intentar descifrar quien leería los libros de la biblioteca o quien se sentaría a la sombra del árbol del jardín. Un misterio que, en realidad, nunca quiso resolver, era mas lindo así.
» Dichosos aquellos que no se dejan engañar por las repeticiones de la vida diaria»
El Carrer de l’aigua le permitió a Eluney entender que la vida, está afuera y también adentro. La vida es todo lo que nos rodea. Podemos encontrarla cada día en las cosas mas simples, como, por ejemplo, en la cálida sensación que experimenta el cuerpo al caminar bajo el sol en una tarde de invierno. La vida somos nosotros mismos y es nuestra la responsabilidad de decidir qué y cuánto estamos dispuestos a ver, oler, tocar, oír, experimentar y sentir.
La rutina llega y con ella el olvido. Nos olvidamos de tomarnos el tiempo de escuchar a un músico en la calle, de mirar hacia arriba para ver las nubes abrazarse en el cielo o de sentir el delicioso aroma a café que sale del bar. Nos olvidamos, simplemente, de vivir.
Entonces, ¿qué estamos esperando para vivir? ¿el próximo viaje a un continente lejano? Pero primero … ¿estamos seguros de haber conocido y experimentado todo lo que hay en las calles de nuestro barrio?, ¿sabemos acaso cual es el color de la puerta de nuestra propia casa o qué tipo de árboles hay en nuestra vereda?, ¿qué les parece si cambiamos de perspectiva y encontramos la aventura hoy mismo de camino al trabajo?
No esperemos más, hagamos como Eluney, tomemos la decisión y no nos dejemos engañar – ¡ni una vez más! – por las repeticiones de la vida diaria.
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