Ella me dijo que…

Ella me dijo que…

Lilián

23/12/2020

Ella me dijo que…

Cuando era joven paseaba por el barrio con una banda de chiquilines hacia el arroyo que baja al lago. ¡Una fiesta! Cosechar frutillas silvestres, buscar hongos, rastrear a las liebres al ver cagaditas frescas, oír el rumor de las aguas, disfrutar de los aromas del bosque.

Al anochecer se oían las voces de las madres llamando a sus hijos. “¡A comer, Guido!”, “¡Anita, vení a bañarte!” y regresaban con los cachetes colorados. La ropa de fajina, pringosa de savia de los pinos, se reservaba para la siguiente jornada feliz.

-Hoy no me casé con “Guilito”, mami, porque me llena de babas con sus besos- Él era el nene besuqueador que perseguía a las niñas por el claro del bosque.

Al poblarse la zona, desmontaron los pinos de más de 40 mts. Lo que fue Pinar de Festa, ahora es ex pinar, repoblado con árboles de hojas caducas que en primavera y en otoño colorean todo el entorno.

Si antes era un placer escuchar el silencio o las risas infantiles…

Si antes acariciaba nuestras narinas el olor a humedad y la sombra de los pinos…

Si antes el color predominante era el verde perenne, el musgo y los líquenes del aire puro…

Si antes endulzábamos la boca y los besos con frutos silvestres…

Si antes descansábamos sobre el colchón de pinochas para admirar el cielo allá arriba…

Si antes palpábamos la rugosidad de los árboles y los abrazábamos…

Si antes armábamos el pesebre esperando al Niño Jesús…

Cuando camina hoy ya no es posible acceder al arroyo. Cercos de propiedad privada lo impiden; ve cabañas de madera al estilo montañés y otras modernísimas que ascienden para poder observar el lago. Hay cables aéreos que cruzan por entre la arboleda. Hay carteles que indican la velocidad máxima para circular por las calles internas.

Ya no conoce a los vecinos; los viejos ya no están. Recuerda al viejo Cirilo que, desde la esquina, barría las hojas de otoño para espiar: A qué hora llegaba el novio de la vecina, ese atorrante casi atropella a Matías, parece que festejan el cumple de Don Teodoro… Los barbijos y el distanciamiento hacen difícil la comunicación. Todos somos autómatas que, melindrosos, nos alejamos de los otros por miedo a contagiarnos.

Voces desencontradas se oyen, y los ladridos de los perros asustados.- Me hisoparon y me dio negativo. –Mi primo Carlos se contagió. –¡Quiero tomar una birra en el bar! –Cuando esto pase, te visito. Prometido. –Soy de riesgo. No me vacuno.

Por whatsapp Mónica vocea: En 5’ te llevo una bolsa de ciruelas. Entonces, a través del portón, y en una bolsa atada a un palo, le alcanza un frasco de mermelada de membrillo, para retribuirle.

El cielo está azul, ignorando a los “embarbijados”. Los entes caminan abstraídos, sólo mirando la pantalla del celular. Son escuálidos de piernas flacas, jibas prominentes, cabezas gachas, estiramiento forzado de cervicales, papadas arrugadas, ojos miopes y pulgares desarrollados, más que las otras falanges.

Hoy ella ve el cielo azul, las flores de belleza increíble, y el verde luminoso, mientras mira por la ventana. No hay niños en la calle. Al atardecer, el arbolito de luces artificiales engalana la placita, porque llega Papá Noel.

Ella me dijo que nos deja porque comienza la clase virtual de zumba.

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