“Lo que no logró quitarnos la cuarentena”.

“Lo que no logró quitarnos la cuarentena”.

Llegar a los primeros cien días de cuarentena en mi caso, -cumplidos el jueves, julio 2 del 2020- contó con dos ingredientes básicos:

Uno: los viví en total aislamiento acompañado de mis cuatro mininos amados, las gatitas (Pelusa y Natacha) los dos machitos (Tango y Nano).

Dos: mis salidas fuera de la casa, (Carrera 30 H número 5-136, barrio Campos de la Italia de Palmira, Valle del Cauca, Colombia) ocurrieron en los días de pico y cédula, (terminal de mi identificación para poder salir) primero solo un día, después dos por semana.

Tanto el taxista que me recogía y me devolvía en la puerta de la misma, (Don Hernán) y, el señor que me vendía en su tienda, caminando hacia ella las cinco cuadras de distancia, las verduras básicas complementarias a la preparación de mis alimentos, (Don Gildardo) fueron los únicos quienes mantuvieron contacto directo conmigo en ese tiempo.

Ya en la calle, haciendo fila en el cajero para retirar, entrando en los bancos para pagar mis obligaciones o comprando en las tiendas D1, algo del mercado necesario; guardar el distanciamiento ordenado de dos metros, usar el tapabocas y mantener nuestras manos limpias, usando con frecuencia frotarnos con alcohol; se convirtieron tanto en mi rutina inquebrantable como obediente, permitiéndome, a mis 71 años, vivir una experiencia única.

Única, porque, “perder la libertad y/o la independencia de poder movernos a nuestro amaño”, a efectos de, “gambetearnos la voracidad del covid-19”, que nunca antes nos aconteció; enfrentarlo así a solas, sin nadie más en mi casa conmigo que mis fieles michis, me otorgó una reflexión final esculpida en mi piel: ¡¡¡ agradecer cada nueva mañana que despertaba vivo y aprender a vivir con lo mínimo !!!.

Si respiraba, ya tenía toda la ganancia necesaria requerida.

Un tercer ingrediente que después incorporé en, “mi diario trasegar, desde la alcoba a la sala y viceversa”, fue el de comprar libros, (10 en total) aferrándome a ello, -como una forma nueva de desrutinizar la rutina, como bien nos lo cuenta la película, “Smoke”, (Cigarros). Quienes así hemos actuado, encontramos una bonita manera de lograr en la misma rutina un instante pleno- pidiéndolos por internet, recibiéndolos en la puerta, aun degustándolos.

Experimenté con deleite, “esta bendita manía al recibir cada libro pudiendo sentir su olor a fresco, a nuevo”.

-Hacia dónde vamos hoy?, fue siempre la pregunta animosa positiva de don Hernán, al recogerme en su taxi, cada nuevo servicio.

-Qué se le ofrece en este día?, era la inquietud de don Gildardo, para despacharme amablemente desde su tienda, cuando lo visitaba, los días del pico y cédula. 

Salir a la calle para caminar las pocas cuadras, solamente aquellos días autorizados, fue descubrir, “cómo siempre habrá quienes hacen caso e igual los que desobedecen”. Pareciera, “que lo llevamos tatuado en nuestra siquis: que lo prohibido es lo que más nos apetece”.

Aun, cuando las restricciones fueron regresando a la normalidad, ese rictus “de desobediencia civil”, está apresurando a crecer el número de contagios, no solamente en mi país, sino en el globo terráqueo.

Hemos alcanzado la cifra de los, (73.573.728)
en el mundo, llegado a los, (1.637.805)
de fallecidos en todo el orbe.

Estados Unidos con, (303.963), Brasil con, (182.799), India con, (144.096) y México con, (115.099) son los países con mayores muertes, sumando el 45.54% de los decesos totales.

El presupuesto fue que a diciembre completaríamos en Colombia, 40.000 muertes. Ya los estamos alcanzando, (39.356) al tercer miércoles día 16.

¿pura coincidencia o cuadre de cifras?.

-Vaya usted a saberlo, dirían con su reticencia sabia nuestros abuelos.

Ahora tenemos “libre albedrío”, para salir todos los días, si así lo queremos. Podemos ir y venir como mejor nos complazca. Tomar calle arriba y calle abajo, es nuestra libre elección; pero, ante todo, “seguimos siendo responsables primeramente de cada uno”, y ésta responsabilidad ni la podemos negar ni la podemos “echar por la borda”.

No sabemos cuánto más estaremos y cuánto más viviremos así, de manera incierta, “al filo cortante de un nuevo confinamiento”.

El sabio tiempo lo confirmará.

Las calles están ahí en el frente mismo de nuestros ojos; seguirán unas vacías, otras llenas; con seres humanos que vienen y van, “caminando su destino, siguiendo su propia luz, escribiendo su crónica personal”.

La cuarentena, siento en mi caso, aportó su lado positivo, y creo, en cada uno, en mayor y/o menor escala, obró igualmente; al quitarnos muchas características del comportamiento MALSANAS, propias de nuestra naturaleza humana; como la soberbia, la avaricia, la opulencia, la petulancia, la prepotencia, la ostentación, la altivez, la altanería, la arrogancia.

Nos quitó además “la dependencia de terceras personas”.

Solos vinimos y solos nos iremos. Esta es nuestra grande realidad.

También nos repitió una determinante verdad, “que nosotros hacemos muchos planes, pero es el Cielo quien gobierna”.

Debimos aprender a darle cara en solitario “a la crisis”; para entrar, “en esa intimidad muy personal, poder hablar con nosotros mismos para llegar a conocernos mejor”, y valorar que el mayor privilegio que hoy seguimos manteniendo, es el de LA VIDA.

Ojalá esté muy lejana de nuestro turno, aquella sentencia indeclinable que decretada está sobre cada uno: “ADIÓS LUZ QUE TE APAGASTE”.

Debí enfrentar, igualmente a solas, la luctuosa pérdida en medio de “mi placiente monotonía”, de mi entrañable Pelusita, diagnosticada con “sida y leucemia; que la consumieron en 20 días”.

Murió el jueves 30 de julio, a las 2pm, (el día 128 de la cuarentena). Mi hermano Paulo, había venido para almorzar conmigo ese día. Mientras compartimos, ella se quedó dormidita en el sofá cama.

-“¡¡¡ Te me fuiste mi pelusita amada, mi entrañable e inolvidable Peludita !!!”, no pude decir más.

Lo que hasta ahora no me quitó la cuarentena, fue saber vivir por FE, valorar LO SENCILLO y reconocer el grande significado de poder ser feliz teniendo LO MÍNIMO.

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