Un viaje por la ciudad.

Un viaje por la ciudad.

José Francisco

16/12/2020


¡Buseta saliendo!

Así comienza el día tras el rugir del motor de la camionetica, que no es camioneta ni camión, es sólo un autobús repleto de gente yendo y viendo de un lugar a otro.

La camioneta es la metamorfosis entre la máquina y el hombre citadino, las calles la reciben hasta que la luna se marcha y una oscuridad silenciosa cubre la ciudad, esa miniteca con ruedas y asientos que recogen historias en cada parada.

La ciudad capital se ha vuelto un pueblo con una montaña inmensa y un centro comercial, concurridas desde el inicio del día a las cinco de la madrugada cuando sale de la terminal con su primer destino, con ese concierto de motores rasgando el asfalto como si de una pelea de perros se tratará, las tuercas y tornillos son los dientes de las bestias de metal.

Afuera la fila de pasajeros esperando abordar el bus que se han quitado el hambre con empanadas de aire con queso, una malta de dudosa procedencia; un pan con jamón acompañado de un jugo de durazno que sabe a jarabe para la tos. Estos son lo que han tenido suerte, aquí, están los otros que sólo llevan en sus estómagos un trago de café y un cigarrillo hasta llegada la hora del almuerzo, se les conoce por sus cuerpos amorfos y encorvados. Ellos son los dragones humeantes de la ciudad de la furia esperando en las avenidas oscuras la aparición de alguna camioneta, esperando a que le enciendan los ojos llenos de hambre y sueño.

Acá existe un propio lenguaje, una vez adentro se percibe, podrás ver detrás del retrovisor un rosario que una vez fue de color blanco, ahora es casi amarillo, un peluche del demonio de Tasmania o de Piolín. Sobre el tablero una colección de calcomanías a punto de caerse, otra colección de billetes devaluados sostenidos por trozos de imanes, un recipiente lleno de moneda sin utilidad que saltan con cada hueco o policía acostado que se encuentran las llantas.

Los puestos en una camioneta o buseta de transporte poseen una clasificación que determinan el tipo de pasajero, se agradece prestar atención al subir.

El puesto de copiloto sólo está destinado a mujeres, mujeres con poca ropa, si eres hombre debés olvidar ese asiento aún sea el último disponible.

Si el conductor es casado ese asiento le corresponde a su esposa, hijos o cuñada.

– ¡Pasaje al subir, por favor! – exclama el colector.

Dicho personaje tiene una destreza de pulpo, mientras con una mano recibe y cuenta el dinero de sus tripulantes con la otra se sostiene de algún tubo para así estar se pie. Cuenta con una agilidad matemática y física envidiable aunque suele fallar en algún momento con algún pasajero, cobrando o pagando el doble.

Es un pregonero citadino que va anunciando el destino final de la camioneta, capaz de encontrar espacios para otro pasajero donde antes no lo había.

«Colaborando en el pasillo, por favor»

Una vez todos están abordo comienza la adrenalina pura, luego de dos golpes secos a la puerta del vehículo propiciado por el colector «Dale, chofer» se abre pasó la camioneta entre la cuidad. Los camioneteros se vuelven los conductores del safari en la selva de cemento.

Leer con voz de documental

«Señores usuarios, nos encontramos a la derecha con una especie citadina en peligro de extinción, el perro p.m es un animal salvaje que posee una rivalidad ancestral con los motorizados. Detallen las siguientes escenas.


A un extremo vemos a una manada de zamuros urbanos esperando la anhelada orden del día.


A la izquierda, más abajo de nosotros, se evidencia los aposentos de millones de familias de cucarachas, ratas y gusanos muy característico de la cuidad».

Las buseta jóvenes van por las calles deslumbrado con su latoneria y pintura recién hecha, las adultas son unicolores y llevan rotulados por la parte

posterior estilos «Tu envidia me fortalece», «Mis tres hijos y amante», «Gracias Jehová», las más viejas terminan en el museo de transporte. Algunas psicodélicas poseen luces de neón y letreros de Broadway con el nombre de las zonas por donde viajan en sus rutas.

Los camioneteros son expertos en el arte de la seducción de menores de edad que van al colegio, por ser una preza fácil, su compañero; el colector le selecciona una serie de cd con la música más variada entre salsa, vallenato y bachata. La salsa baúl, siempre.

El oído del camionetero debe estar entregando para reconocer un grito de «en la parada» o silbido entre pleno coro de Jerry Rivera seguido del coro «dejalooo» y, si la parada quedo muy atrás «llevame pa’ tu casa».

Hay chóferes que sorprende con sus gustos musicales, capaces de escuchar un álbum completo de Metallica, U2, Queen o Rolling Stone otros más actuales podrían escuchar Lady Gaga, Dua Lipa o Beyoncé.

Uno corre el riesgo de enamorarse, casarse y divorciarse en cualquier medio de transporte caraqueño.

Los asientos de las camioneticas llevan los cobertores que indican «Prohibido fumar en la unidad» sólo quien puede romper esa regla es el conductor, quien fuma atraves de la ventanilla, lleva gafas de sol y parece salido de una película de acción. Tiene posee de filósofo por momentos mientras el semáforo está en rojo, luego su estado Zen es interrumpido por un cornetazo.

«Muchacho gafo! Es lo que se puede escuchar cuando se le atraviesa algún metrobus, una especie de animal metálico más civilizado; con aire acondicionado, con boletos más económicos y conductores uniformados. Las camioneticas y metrobuses son enemigos de asfalto. El metrobus representa la civilización, el cambio, el buen viaje. Llevan un letrero tras el conductor «No hablar mientras conduce».

Siempre cuando viajó sueño con la llegada de la camionetica por puesto a Hollywood, protagonizando una secuela de Rápidos y Furiosos 15; El boleto incompleto. Sería una competencia entre dos busetas de pasajeros entre las calles de Miami, aunque eso sería grabado en pantalla verde porque sacarle una visa a una camioneta está como muy complejo.

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