ORÍGENES
En el principio era el verde y el verde eran dos o tres hierbajos en un escalón.
A los siete días se multiplicó, en espontánea creación, el espacio esmeralda.
Hay quien se complació con ello pues, como las estrellas del cielo y la arena del suelo, el pequeño bosque proliferó sin que sufriera daño alguno por persona de a pie o Local Institución…
PEATONES
Van y vienen, vienen y van con sus perros los vecinos. Las vecinas también circulan algo erráticas. Se detienen, plantan sus pies y se ponen a charlar sin preocuparse de lo que dirán, tras el visillo, los, las, demás.
A veces sale alguien disparado desde mi portal hasta el más cercano hospital. Como los pimientos de Padrón, «unos vuelven, otros non»…
Ni qué decir tiene que la Pandemia afecta al mohíno personal, otrora alegre, ahora ceniciento como nazareno apoyado en pedestal, con azotes en la espalda y goterones de su propia sangre en la faz.
Se rehuye la mirada tras la máscara. No se toca el pomo del portal. Se respira lejos, poco y mal.
El peluquero que está junto a la gestoría de andar en coche da cita como si fuera un ministro, radical cual general Escita. La clientela va mermando: mucho pelo, poca plata, como antaño ocurriera en el otoño del mercado medieval. ¡Se está acabando «la guita»!
Se toca la queda, pero no es un juego. Se prohíbe salir desde las diez, como en aquella canción de Serrat: «te levantarás despacio poco antes de que den…»
Los autos pasan, los paisanos ya no hacen guardia perenne en el bar, cerrado de momento. Quizá en Navidad…
Pocos niños, mascarillas, un «¡quién vive!» por saludo, muchas colas, hidroalcohólico en las manos y «los chinos» ya no están.
Ahora no llueve, diluvia. Hasta las ranas van con su cabeza a seahogar.
«Copito de nieve» baja de su casa con el chismorreo para todo el personal.
«La Garbanza» está apostada estratégicamente y, en la esquina, va a atacar…
Allá veo al noble «Aqueo», con su humo de puro al viento, navegando solo, en son de paz.
El pobre, el mudo, dos pedigüeños, la policía, un camión de cajas llenas del consabido regalo postal.
Gatos pocos, perros menos. Los que llevan de la cuerda, como presos, portan, dóciles, bozal.
CONSIDERACIONES
De China llegó la piedra. Losa exfoliada. Labrada exactamente «a lo Adán». Ajustada en plan chapuza, ahora se suelta y desmenuza: buena trampa para un caimán.
«Estimada Alcaldesa:
Preso de angustia le escribo colgado en este rellano, con mi temblorosa mano aquejada de reúma, atónito, por la laguna que aquí se me está formando con la lluvia. Me recuerda a Moctezuma. Triste es la noche y yo, bastón en ristre, me deslizo por el resbaladizo pasadizo con peligro de caer. No es un chiste, mire usted. Esto no es una licencia literaria antes bien, una urgente petición. Venga y mire, por favor, que a nado vamos a salir o remando, en dura competición.
Quedo deudo de sus deudas y esperanzado estoy de que usía o los bomberos vengan a hacerme un favor…
Atentamente, Yo».
Esta misiva o una muy parecida a la edila se envió. Muda respuesta se obtuvo y, creo, reposa con otras en el fondo de un cajón a la espera de que abran esta enclaustrada confinación.
Todo es Pandemia y si Dios no lo remedia el que cose el pantalón, la hostelera, el del bar con terraza afuera, la de la tienda repleta de utensilios imposibles que vive a salto de taza de wc y de objetos de hojalata para cocinar pastel también, con la ferretera, van a la muerte directa por purita inanición. Todo esto es muy cruel.
Se oye una ambulancia.
Tañe la campana.
«Coño, -me digo- otro exitus ha sido. Esto no es precisamente el sonido para que un retoño nacido se bautice y cristianice»…
Me tiene hasta las narices el no poderme acercar al tanatorio y dejar estampada mi penúltima oración manuscrita para que se patentice qué dije, qué sentí ahí en tan tremenda ocasión.
De lejos y con condición numérica acudí hace unos días a un sepelio. De entre los deudos, un amigo. La fenecida su tía. Hoy, uno de aquellos se ha muerto. Detrás mío miro y veo mucho huerto por sembrar.
Medito.
«El que no es ciego, está tuerto o carga un karma maldito. Pese a la insistente porfía la vía se nos acaba. Hemos de bajar del tren antes de que el factor toque el pito. Ya no me queda nada. Por si acaso hay contagio, apresuraré el paso, me daré el piro yo solo y me iré, aunque no quede bonito».
E hice mutis por el foro sin despedirme, pasando un poco por loco, mas resueltamente vivito…
EPÍLOGO
Mi calle es corta, salvaje. Es, cual pirámide azteca, escalonada, empinada y dura cuando está seca. Está claro como el día que ella te conduciría pronto, si cayeras, a realizar precisa y urgente lobotomía…en la morgue.
No hay jornada en que no se diga que en el hospital no hay camas, que la UCI está muy fría, congelada, saturada, pues solo se atienden fiebres provenientes de esta vía tan viral…
Estornudo…
Gracias.
«Y ya sentía, como Sidi Campeador, la llamada de María Esther, Magdalena mía, de sabia mano, que bien sabía cosquillearme los pies y ramonearme tiempo ha…»
Ahora creo que mejor será que me meta en el fogón para preparar la cena. Allá voy aprestando el brazo, para cortar de un solo tajo la frutal sandía, rebanar una hogaza de pan y, después, planificar, con el mando, un gratificante y virtual viaje en la televisión nacional.
En mi calle la basura bulle, el viento aúlla y la soledad se distribuye por las ventanas de enfrente. En las mías ya no hay gente que aplauda y estas sólo sirven para ventilar la peste.
Buenas noches, le comunico al farol.
Buena suerte a todos los demás, excepto a vos, la muerte.
A mi calle…, callo.
A este pueblo, adiós.
OPINIONES Y COMENTARIOS