No hay mal que por Bien no Venga- Capítulo 5

No hay mal que por Bien no Venga- Capítulo 5

Las semanas que siguieron ya no dependieron tanto del hallazgo del suceso, ni de sus estrategias, sino más bien de eventos fortuitos, crueles, crudos e incomprensibles, pero que al final ayudaron a su objetivo. El día en que cumplió cincuenta, por la mañana, el que era su jefe en la universidad le pidió su renuncia, y lo había hecho con toda la intención de intimidarla y amedrentarla de una manera de lo más baja. Tal como se acostumbra en las estructuras burocráticos de las oficinas de gobierno y en este caso en la universidad de México plagada de grupos de poder que luchan hasta con las uñas, por preservarse y obtener canonjías para ellos y los suyos. Esto ya lo veía venir, aunque no ese preciso día que debía ser de celebración.

Para festejar a Inés, Amado la invitó a comer al Centro Castellano, con música de tuna, sus papás, su hermana y sus dos hijos. Había olvidado su situación laboral por un rato y se había enfocado a disfrutar al máximo el cumplir medio siglo rodeada de mucho amor. Una pulsera con “charms” que su esposo, hijos y su hija desde el intercambio le habían dedicado: “Beloved Mother”. Y eso era Inés, una buena madre muy amada. Su belleza, valor como mujer y profesionista pasaban en ese momento a segundo o tercer plano. Disfrutó el festejo.

Se negó a entregar su renuncia y gracias al director de la facultad, su jefe la tuvo que aguantar un mes más y la liquidaron muy bien a fines de febrero. Esto, unos días después del fatídico intento de homicidio a una maestra, saliendo de la facultad, quien era amiga suya y de su esposo, ahora preso. Este trágico evento provocó gran consternación entre compañeros de trabajo, amigos, conocidos y familia. Una tragedia incomprensible, que tardó tiempo en resolverse y que dejó a una familia muy cercana en gran desolación. Este evento, los hizo tal vez revalorar su unión.

El corazón de Amado se ablandó con el acontecimiento tan cercano y desgarrador y sobre todo, su orgullo desafiante de los últimos meses se apaciguó. Tanto, que hasta pasó unos días en el hospital por el hallazgo de los divertículos. Inés al haberse quedado sin trabajo, sufrió decepción y tristeza que conlleva asumir la podredumbre de la estructura corrupta de la universidad, pero el duro acontecimiento la ayudó a continuar con su estrategia. Ahora tenía ya más tiempo para pensar, y cambiaría a partir de ahí la estrategia hacia lo que vendría. Era el momento ideal para planear un viaje de cincuenta años a Europa y así lo hizo. Ya no tendría que estar sujeta a los pocos días de vacaciones o a los periodos de vacaciones que no coincidían con los de Amado.

El verano se veía muy lejano. Venía a ratos esa sensación frustrante de que su viaje se cancelaría por una decisión de terminar su relación que colgaba de un hilo. Pasó meses con una mezcla de gran ilusión e incertidumbre. ¿Llegaría ese día en que tomarán el vuelo hacia Nueva York y con destino final a Paris? Fueron semanas incontables, estirando y aflojando las razones y los dolores del alma, hubo gritos y sombrerazos y hasta una vajilla azotada hasta hacerse añicos, pero también amor, pasión y esperanza. Un comportamiento bipolar, al cual Inés ya estaba acostumbrada, pero que hasta entonces no se detenía en analizar.

Se había relajado un poco al dejar de trabajar. Se dedicó a hacer ejercicio. Natación miércoles y viernes, tenis martes y jueves y golf los fines de semana. También a rezar el rosario en voz alta todas las tardes. Y una tarde con llanto en los ojos y el corazón muy apretujado pedía a Dios le ayudara y le librara de todo mal. En ese justo instante escuchó como una tecla del piano en la sala se tocó sola. No había nadie en la casa como casi todas las tardes y fuera del rechinido de las escaleras de madera cuando cambiaba la temperatura, nunca había escuchado al piano sonar solo. Inés lo tomó como una señal de que Dios verdaderamente la escuchaba y de que la alejaría y la libraría de sus enemigos. Su fe comenzó a fortalecerse, no por ese hecho, sino más bien porque encontró en la oración una manera de levantarse de las cenizas, de reconstruirse, de fortalecerse, de hablar con Dios de manera directa, contándole sus penas para que él la guiara y le diera las respuestas, que nadie más le ofrecía. Esto comenzó a traerle paz y reconciliación. Entonces tuvo la firme decisión de rescatarse y rescatarlo en su corazón. Continuó con sus estrategias.

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