A este dolor que me atravesó los vestíbulos,
por el que me agarraba a las paredes al desplazarme,
que parasitó mis laberintos días y noches,
ajeno a cualquier medicina,
no le hará justicia la reminiscencia.
Lo ensalzarán las palabras,
ellas mismas cada vez más inmensas.
Y el recuerdo cada vez más enarenado.
Nunca sabré cómo agradecer a la memoria
que tergiverse aquellas sensaciones.
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