Eva. Su nombre era breve. Como su edad y como el horizonte de sueños que le brindaba la vida en un pueblo olvidado a miles de kilómetros de la ciudad capital. Con diecinueve años ya se sentía frustrada, sólo su imaginación le hacía intuir algo mejor, la posibilidad de salir de la mediocridad que le era evidente al observar la vida de su madre y sus vecinas.
El aviso se le presentó en un diario de unos meses atrás. Le ofrecía la interesante oportunidad de ser en poco menos de un año, secretaria ejecutiva. Esta última palabra y la foto que acompañaba al anuncio la cautivaron. Ejecutiva parecía muy importante. Una señorita sonriente, segura, elegante tras un escritorio y una máquina de escribir. En ese momento, sintió que era para ella. La gran posibilidad. No sabía de nadie que, en su pueblo, haya intentado siquiera probar suerte.
Con sus dedos fue separando cuidadosamente el aviso y lo guardó en el bolsillo trasero del jean. Comenzó a planear su sueño, todos eran escollos, dificultades, pero ninguno imposible de lograr en su juvenil ímpetu. El dinero, la ropa, el viaje, todas incógnitas.
Obligadamente debía viajar a la ciudad. Las propuestas de educación a distancia eran escasas en esos tiempos y las que se ofrecían, muy onerosas. Con todos sus ahorros y la ayuda de su familia, con pocas prendas decorosas y un pasaje de tren podría empezar. Lo demás, poco importaba.
No sin antes luchar para lograr el consentimiento de sus padres, llegó el día. El temor la hizo sentir pequeña frente al tren que resoplaba humo y emitía un metálico ruido en la humilde estación. Y más insignificante aún se encontró en medio de la ciudad.
Llegó, por recomendación de un tío, a un alojamiento con baño compartido y escasa higiene, pero económico. Esa noche logró descansar muy poco. La cama, la oscuridad, los ruidos eran muy extraños para ella.
A la mañana siguiente trató de estar lo más presentable posible y salió sin desayunar. Era bonita y comenzó a escuchar a su paso, palabras de aprobación masculinas. Muchas le resultaron desagradables.
Grave contrariedad fue enterarse que el instituto iniciaba el curso dentro de dos meses. Ese detalle se le había escapado.
Decidió no volver a su pueblo, encontró un trabajo de mesera y a esperar…
***
La vida suele sorprendernos con circunstancias que ni siquiera sospechamos y para Eva la distancia, la soledad y la inexperiencia hicieron que todos sus planes se trastocaran. Olvidó prontamente inscribirse en el curso e iniciar los estudios, se dejó llevar, por la necesidad de dinero, a entregar su cuerpo creyendo, muchas veces, las promesas de hombres sin escrúpulos.
Mintió en cada carta a sus padres, no podía bajo ningún punto de vista reconocer que la gran ciudad había logrado arrebatarle los sueños y la inocencia, arrastrándola a una existencia miserable. Y en esas condiciones, pasaba el tiempo y cada vez era más profunda la decadencia.
Pero una noche, sucedió algo distinto, un hecho que la hizo reaccionar. Un desconocido, ebrio, violento, le dejó su cuerpo lastimado. La golpeó por el mero placer de dañarla sin motivo. Hirió su carne y lo poco que le quedaba de orgullo. Lloró amargamente, se maldijo, sintió el dolor más profundo, recordó su infancia, su gente, su pueblo y les pidió perdón entre sollozos.
***
Muchas veces no sabemos frenar la caída y nos deslizamos irremediablemente hasta el fondo de las desgracias, otros, sin embargo, cambian de camino y se sobreponen ante cualquier desdicha. Y así reaccionó Eva. Tuvo la inmensa valentía de secar sus lágrimas, levantarse y luchar. Encauzar su vida.
Buscó aquel aviso que había recortado con tanta esperanza y volvió al instituto.
Hoy se despertó temprano por la mañana y no tuvo mucha dificultad para descifrar su último sueño antes de abrir los ojos. Se veía inmensa, descalza, con los pies bien plantados sobre la tierra. El tren que la llevaba de regreso a su pueblo esta vez resultó pequeño a su lado. Volvía con el título de secretaria ejecutiva, volvía con un promisorio empleo en la capital, volvía con el orgullo de demostrar a su familia que lo había logrado. Todo lo demás formaría parte de una historia que jamás contaría.
Eva. Su nombre era breve.
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