Entre el aserrín y la gubia,

las manos sabias del maestro,

dan alegría a los santos de madera roja,

La vida les transforma,

De una semilla pequeña, que canalizada por el tiempo,

Pueblan el mundo de hermoso verde,

árboles queridos,

Que alivian con su manto,

mi agobiante vida,

los de mi acera,

los centenarios de las plazas,

los pequeños con maceta,

me conversa tu voz verde,

De los tiempos remotos,

de las batallas vistas,

de los besos de adolescentes, arrimados en tus cuerpos,

de la enredadera de la vida

y sus afanes,

ocultan tu troncó erguido

Su cáscara rugosa y dura,

Que resisten las lluvias,

Que se mecen con el viento,

Que mueren por la estupidez humana, por la codicia sin freno del traidor de las especies.

Y a pesar de todo,

Estarás aquí cuando me vaya.

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