En ese momento me imagino atrapada en un túnel sombrío y en apariencia sempiterno. Veo un destello de luz en uno de sus extremos, pero siento que se aleja, parece debilitarse a cada minuto. El tiempo avanza desafiante y mi cuerpo no logra reaccionar.
Estoy quedando en medio de la penumbra, comienzo por desesperarme, el miedo me sacude de forma inminente y violenta. Mi pulso se acelera. Escalofríos recorren cada terminación nerviosa de mi cuerpo, el cual tiembla fuertemente al punto de transformarse en dolorosos espasmos incesantes. No puedo controlarlo, el pánico me doblega, se apodera de mis pensamientos y me impide escapar de su dominio.
Las lágrimas brotan de mis ojos como proyectiles con una fuerza descomunal, mi visión se nubla, intento gritar, pero mis cuerdas vocales permanecen inertes; ningún sonido emerge de ellas. La luz se desvanece aún más deprisa, se me agota el tiempo.
Finalmente mi cuerpo responde, se rebela contra la amenaza inexorable del fin, de yacer en la completa oscuridad. Corro con desesperación tras ella mientras seco las lágrimas que inundan mis ojos y me impiden ver con claridad, siento la adrenalina que me motiva a luchar contra la negrura que se cierne sobre mí, que me atrapa y despoja de todos mis deseos, ilusiones y esperanzas.
El túnel parece no acabar jamás, pierdo las fuerzas que me mantienen aún en pie y caigo derrotada, mis pulmones se resisten a seguir cooperando, un nudo en mi garganta se aferra fuertemente, me asfixia, no voy a lograrlo jamás, es más fuerte que yo.
Soy muy débil, lo siento.
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